Oriente en armas y la inacción del occidente en la Guerra de los Diez Años
por Henrik Hernandezpublicado enEl 10 de octubre 1868, la provincia de Oriente se convirtió en el epicentro del levantamiento armado contra el dominio colonial español, marcando el inicio de la Guerra de los Diez Años. Este levantamiento, conocido como el Grito de Yara, fue liderado por la figura prominente de Carlos Manuel de Céspedes. El Camagüey secundo la rebelión el 4 de noviembre del mismo año, lo que ha pasado a la historia como el Alzamiento de las Clavellinas.
Sin embargo, mientras las regiones orientales de Camagüey, Bayamo y Las Tunas se alzaban en armas, las élites de La Habana y del occidente de Cuba permanecían en gran medida inactivas y leales a la corona española. Este artículo explora las diversas razones detrás de estas diferencias regionales en la respuesta al dominio colonial.
Para ese fecha, las élites orientales habían quedado estancadas, en comparación con las del occidente del país, en economías agrícolas más modestas y diversificadas centradas en la ganadería, empleando en parte mano de obra libre con menor dependencia de la esclava. Los terratenientes del Camagüey y Oriente había vivido relativamente aisladas durante varias generaciones, alejadas de las raíces españolas, establecían alianzas conyugales entre ellos y desarrollaron una economía, que poco dependía de España y mantenían comercio con las colonias inglesas y francesas del Caribe.
Los terratenientes y patricios orientales eran descendientes de españoles que arribaron a Cuba en los siglos XVI y XVII, fueron “olvidados” cuando el centro económico de la Isla se trasladó a La Habana, convertida en el núcleo de la actividad económica y comercio de la colonia y en el corazón de la revolución azucarera, cuya élite había llegado a Cuba a finales del siglo XVIII y principios de XIX, eran portadores de la hispanidad.
Al mismo tiempos los patricios occidentales vivían en las comodidades de mansiones habaneras, mientras los orientales en sus fincas y haciendas, acostumbrados a la ruda vida del campo, manejos de corceles, armas, y espadas. Esto los hacía más aptos para la lucha, mientras los occidentales sólo veían fórmulas reformistas para mejorar su situación ante la metrópoli.
Sin caer en un recuento pormenorizado los patriotas orientales utilizaron las logias masónicas para organizar la rebelión, las cuales les ofrecía una alternativa liberal ante el ortodoxismo de la Iglesia Católica, la cual era vista por ellos como un baluarte del poder español. Por ejemplo, Vicente Aguilera era el Venerable Maestro de la Logia Estrella Tropical no 19 (en Bayamo), Carlos Manuel de Céspedes de la Logia Buena Fe (en Bayamo), en el Camagüey la Logia Tínima albergó a figuras prominentes como Salvador Cisneros Betancourt, Bernabé Varona e Ignacio Agramonte.
Mientras en occidente el comercio con América del Norte se desarrolló, creando el monocultivo de la caña, por la necesidad del los norteamericanos de disponer, cada vez más de azúcar cruda y melazas, lo que llevo a la intensificación de la esclavitud y la introducción de tecnologías más avanzadas, en el oriente los ingenios azucareros empleaban tracción animal y tenían poco esclavos.
Las políticas económicas de España imponían altos impuestos y restricciones comerciales que afectaron severamente a la economía local del oriente cubano. Las élites terratenientes y comerciantes orientales veían sus intereses perjudicados por estas medidas, lo que generaba un profundo descontento.
La administración colonial española era altamente centralizada y excluía a los criollos (nacidos en Cuba) de los procesos de toma de decisiones. Las élites locales del oriente se sentían marginadas políticamente, lo que incrementaba su resentimiento y su deseo de cambio.
Las ideas de independencia y liberalismo que habían barrido América Latina durante el siglo XIX influenciaron a las élites cubanas. Los movimientos independentistas en otros países de la región sirvieron como ejemplo y motivación para buscar la independencia de Cuba.
Aunque muchos de los líderes del movimiento independentista eran propietarios de esclavos, la lucha también abogaba por reformas sociales y la eventual abolición de la esclavitud. Esto resonó dentro de una parte significativa de la población, aumentando el apoyo al levantamiento.
El sentimiento de una identidad nacional cubana distinta de la española fue crucial. Las élites orientales comenzaron a verse a sí mismas más como cubanos que como españoles, fomentando el deseo de independencia y autodeterminación.
Líderes como Carlos Manuel de Céspedes, quien liberó a sus esclavos y los invitó a unirse a la lucha por la independencia, jugaron un papel fundamental. Su carisma y determinación inspiraron a otros a seguir su ejemplo, consolidando el movimiento en el oriente.
La inacción de las élites occidentales fue consecuencia de varios factores, entre ellos:
La economía del occidente de Cuba, especialmente en La Habana, estaba profundamente integrada y beneficiada por el sistema colonial español. Las élites habaneras tenían estrechas relaciones comerciales con España y temían que un levantamiento pudiera desestabilizar sus intereses económicos.
Hay que reconocer el rol de los intereses de la sacarocracia occidental con los EE. UU., sus vínculos financieros, tecnológicos, culturales y de otra índole. Cuba dependía políticamente de España, pero las estructuras de las élites occidentales la habían convertido en una dependencia económica norteamericana.
La Habana, como capital y centro administrativo de la colonia, tenía una mayor presencia militar y administrativa española. Esto hacía más difícil organizar y llevar a cabo actividades revolucionarias en esta región.
La economía azucarera del occidente de Cuba dependía en gran medida del trabajo esclavo. Las élites temían que una revolución pudiera llevar a la emancipación de los esclavos, lo que pondría en riesgo su principal fuente de mano de obra y riqueza.
Las diferencias en la composición social y económica entre el oriente y el occidente de Cuba también jugaron un papel crucial. Las élites orientales, menos beneficiadas por el comercio colonial y más afectadas por las políticas restrictivas de España, estaban más propensas a rebelarse.
Aunque las ideas de independencia circulaban por toda Cuba, en La Habana y el occidente estas ideas no tenían la misma fuerza. Las élites habaneras eran más conservadoras y menos influenciadas por los movimientos independentistas de la región.
El liderazgo revolucionario fue más prominente en el oriente de Cuba. La ausencia de figuras similares a Carlos Manuel de Céspedes en el occidente dificultó la organización y motivación para un levantamiento armado.
Conclusión
El levantamiento armado de 1868 en el oriente de Cuba y la inacción de las élites de La Habana y el occidente reflejan una compleja interacción de factores económicos, políticos, sociales y culturales. Mientras que las élites orientales se sentían marginadas y motivadas por una fuerte identidad nacional y las ideas liberales, las élites occidentales estaban más integradas y beneficiadas por el sistema colonial español. Estas diferencias regionales no solo explican la disparidad en la respuesta al dominio colonial, sino que también subrayan la diversidad interna de Cuba durante el siglo XIX.
Notas:
Carlos Manuel de Céspedes es considerado el Padre de la Patria.
Sacarocracia - élite económica que se consolidó en Cuba vinculada con la producción del azúcar.
Referencias:
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- Pérez, Lisandro. Azúcar, tabaco y revolución. 2019. Fondo Editorial Casa de las Américas.
- Simeón, Roberto. 2002. El proceso político cubano y su relación con el exterior. Muñoz Moya Editores Extremeños.
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dia-que-nacio-la-patria/
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