Historia

Ana María de Quesada y Loynaz: la Dama de la Independencia Cubana

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Nuestra historia patria es muy prolífica de hombres y mujeres valientes, que asumieron sus destinos con humildad y sacrificio por la libertad de la tierra que los vio nacer. Por desgracia, las mujeres en general, con excepción de algunos ejemplos, han quedado fuera del alcance de la memoria colectiva, opacadas por las acciones que armas en manos llevaron a cabo sus esposos, hermanos, hijos y padres. Pero sus vidas estuvieron marcadas por el coraje, el sacrificio y una inquebrantable dedicación a la causa de la independencia.

Sobre una de esas mujeres deseo narrar hoy en mis escritos. Se trata de Ana María de Quesada y Loynaz, que naciera en Nuestra Señora de Asunción de Santa María de Puerto Príncipe el 14 de febrero de 1843 y falleciera el 22 de diciembre de 1910 en La Habana*.

Fue la segunda esposa del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, patriota y presidente de Cuba (1869-1873). Ana de Quezada tuvo dos hijos mellizos de su matrimonio, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada y Gloria de Céspedes y Quezada.

El matrimonio de Ana y Céspedes coincidió con un periodo de intensa agitación política. Desde el principio de la guerra, Ana demostró un coraje excepcional, acompañando a su esposo en sus actividades revolucionarias y compartiendo las penurias del conflicto. La vida en el campo de batalla no fue fácil, especialmente para una joven acostumbrada a las comodidades de la vida aristocrática.

Participó activamente en el incendio de Bayamo, para que no retornara a manos españolas, ciudad que había visto nacer a su amado. Sufrió junto a él y desde la distancia en el exilio, los vaivenes de las intensas jornadas, trabajando sin descanso por el bienestar de Cuba, sintió como si lo recibiera su propio cuerpo y su propia alma, los desengaños y tristezas de su ilustre esposo, y con el corazón lacerado de dolor se enteró del fin en las cercanías de la Sierra Maestra, en un sitio conocido como San Lorenzo.

Ana de Quezada era 24 años más joven que su esposo, pero eso no fue impedimento en su amor, ni la guerra con sus vicisitudes, ni la separación por exilio voluntario en New York, pudieron separar a esas dos almas unidas por su amor personal y el profesado a la Patria.

A pesar de todo, los sufrimientos en medio de la contienda por la libertad de Cuba, la separación, mantuvieron sus lazos de amor epistolarmente. En una de sus cartas a Ana de Quezada, que nunca llegara a su destinatario, pues fue interceptada por los órganos de inteligencia españoles, el Padre de la Patria, le narraba su experiencia triste cuando visitó a San Diego, “en todo se echa de ver la falta de la mano amiga del hombre y parece que la misma naturaleza se resiente de la ausencia de los antiguos moradores de aquel paraíso, donde la hospitalidad era tan franca, y donde tú, mi adorada Anita, me abriste los tesoros de tu alma.”

A petición del Padre de la Patria, Ana abandonó Cuba junto al poeta Juan Clemente Zenea, no sin antes sufrir la aprehensión por los españoles en La Habana e interrogada, antes que se le permitiera abordar el buque “Ciudad de Mérida” con destino a New York.

Era un triste 16 de enero de 1871 cuando arribó a su destino, New York, domiciliándose en 113 East 14th Street. El Gobierno de la República en Armas le facilitaba una subsidio, la cual se le retiró posteriormente, no obstante contó con el apoyo de Aguilera y la generosidad de Carlos del Castillo, pariente y amigo de Carlos Manuel de Céspedes. Allí además de dedicarse personalmente a la educación de sus hijos por no contar con los medios para pagar una escuela privada, sufrió las presiones por parte de diferentes facciones del exilio, para que tomara partido por alguna de ellas.

Recibió la amarga noticia de que Carlos Manuel de Céspedes fue destituido el 27 de octubre de 1873, como Presidente de la República en Armas, debido a diferencias internas dentro del movimiento independentista.

Destituido, sin cargos militares ni civiles fue convertido en ciudadano común y abandonado a su suerte, sin armas, ni escoltas, ni ninguna otra medida de seguridad, en una lejana zona llamada San Lorenzo, donde se dedicó a la alfabetización de los campesinos, mientras esperaba que el Gobierno de la República en Armas le facilitara un salvoconducto, que nunca se le otorgó, para reunirse con su amada Ana en New York.

Poco después, el 27 de febrero de 1874, cayó en combate desigual, enfrentándose con un revólver en mano a los Cazadores del Batallón de San Quintín.

En noviembre de 1873 Ana recibió la bandera de la Demajagua, dentro de un tubo de latón ovalado como de unos 40 cm. de largo por 15 cm. de ancho y una carta de su amado Carlos Manuel que le decía: “te envío mi Bandera de Yara, guárdala con cuidado religioso hasta nuestros días".

Desde aquel momento Ana de Quesada guardó la bandera de La Demajagua con más cuidado aún que sus propias joyas; tal y como su esposo le pidiera.

El 10 de octubre de cada año, se exponía la insignia a la veneración de los compatriotas y amigos fieles que visitaban la casa de la familia de Céspedes, primero en Nueva York y más tarde en París.

Después de la culminación de la Guerra de Independencia, Ana de Quesada regresó a Cuba. Aunque las condiciones en la isla habían cambiado, ella continuó siendo una figura respetada y admirada por su sacrificio y dedicación. Vivió el resto de sus días en La Habana, donde falleció.

A fines de diciembre de 1898, Ana de Quesada y su hijo embarcaron para Batabanó en uno de los vapores de la costa sur, de la Compañía de Menéndez.

El día de año nuevo de 1899, como a las 5:00 de la tarde llegaron a La Habana, solo unas horas antes se había arriado la bandera española en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, en lo que quedó definitivamente consumado el cese de la secular soberanía española sobre Cuba.

Ana de Quesada cumplió con su esposo y Padre de la Patria, repatriar esa reliquia histórica: la bandera de La Demajagua.

Aunque las condiciones en la isla habían cambiado, ella continuó siendo una figura respetada y admirada por su sacrificio y dedicación. Vivió el resto de sus días en La Habana, donde falleció.

Ana de Quesada es recordada como una heroína de la independencia cubana. Su vida refleja la fortaleza y determinación de muchas mujeres que, a pesar de no empuñar las armas directamente, contribuyeron significativamente al esfuerzo independentista. Ana no solo fue la esposa de uno de los líderes más importantes de la independencia de Cuba, sino también una patriota por derecho propio, cuyo legado merece ser reconocido y celebrado.

Notas

* Existen diferencias en las fechas de nacimiento y fallecimiento de esta ilustre patriota cubana, por lo que el autor de este artículo optó por la más utilizada.

Carlos Manuel de Céspedes y Quesada Hijo del Padre de la Patria, político, diplomático e intelectual cubano, alcanzó el grado de coronel en la Guerra del 95, a la que se incorporó al mando de la expedición de la Laureada. En el periodo de la pseudo república se convirtió en Presidente de Cuba, de forma provisional el 12 de agosto de 1933 hasta el 4 de septiembre de 1933 en que fue derrocado por un golpe militar.

Juan Clemente Zenea - nacido el 24 de febrero de 1834 en Bayamo, fallecido en 1871 en La Habana, fue un poeta cubano.

Referencias:


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