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Sin agua ni energía no hay desarrollo: Cuba ante el desafío vital del siglo XXI

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Imagen generada por la AI Sofia.

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Por Henrik Hernandez

Introducción

En la historia de los pueblos, hay momentos donde se define el futuro no por discursos, sino por el agua que fluye o se pierde, por la luz que llega o se apaga. Hoy Cuba está en uno de esos momentos. La escasez energética e hídrica no son solo problemas técnicos: son cuellos de botella que limitan la vida, la producción, el ánimo colectivo y la posibilidad de sostener un proyecto revolucionario a largo plazo.

La Revolución ha demostrado que resistir es posible. Pero ahora toca avanzar con audacia, inteligencia ecológica y soberanía tecnológica. No se trata solo de importar soluciones, sino de sembrar capacidades. ¿Cómo revertimos esta escasez? ¿Cómo garantizar energía, agua y alimentos para el desarrollo socialista y sustentable?

Una nueva matriz energética: desde el pueblo y con visión de nación

Cuba no puede seguir atada a una matriz energética obsoleta y contaminante. El país necesita una transformación profunda, basada en una combinación inteligente entre grandes proyectos estratégicos nacionales y miles de soluciones locales descentralizadas.

Las termoeléctricas deben ser modernizadas o sustituidas gradualmente por fuentes limpias de gran escala, como parques solares, eólicos o instalaciones bioeléctricas que abastezcan regiones enteras. Pero el corazón de la resiliencia energética cubana debe estar en lo distribuido: paneles solares en techos, biodigestores rurales, turbinas comunitarias, redes gestionadas por el pueblo.

Y aquí es clave una decisión política: apostar por cooperativas energéticas y agrohidráulicas, no por negocios privados que respondan solo al lucro. Las MIPYMES pueden tener un rol técnico o de apoyo, pero el control estratégico debe estar en manos del poder popular organizado: colectivos laborales, comunidades, gobiernos locales y empresas estatales integradas bajo un modelo de propiedad social.

Para garantizar soberanía energética y desarrollo real, Cuba debe multiplicar por seis su capacidad de generación energética. No se trata solo de producir lo que falta, sino de hacerlo de forma limpia, descentralizada, socialmente controlada y climáticamente resiliente. Solo así dejaremos atrás el ciclo de apagones y dependencia, y construiremos una energía para la vida, no para el mercado.

El agua no se pierde, se organiza

Más del 50 % del agua que se bombea en Cuba se pierde por fugas. Esto es una tragedia, no solo hidráulica, sino estratégica. Necesitamos una política nacional de rehabilitación de redes en las zonas más críticas, combinada con soluciones de captación de lluvia, almacenamiento comunitario y reuso de aguas grises tratadas.

Pero no basta con ahorrar: también hay que transformar. Las aguas residuales no pueden seguir siendo un pasivo ambiental. Con una red básica de plantas de tratamiento a pequeña y mediana escala, muchas con tecnología nacional, es posible reutilizar ese recurso para riego, procesos industriales o incluso usos sanitarios seguros.

En paralelo, las zonas costeras necesitan independencia hídrica mediante potabilizadoras de agua de mar. Estas pueden ser sistemas compactos de desalinización solar o híbrida, adaptados a comunidades pequeñas o polos turísticos sostenibles. Así se evita la sobreexplotación de acuíferos y se garantiza una reserva estratégica de agua limpia en condiciones climáticas extremas.

En lugar de contaminar ríos y costas, podríamos cerrar el ciclo hídrico con inteligencia, abaratando costos y garantizando una soberanía hídrica basada en la economía circular.

Reforestar con ciencia: restaurar el ciclo natural del agua

Garantizar agua para el desarrollo no depende solo de bombas y potabilizadoras. Depende también de árboles. La repoblación forestal es una herramienta estratégica para eliminar la fragmentación boscosa, restaurar corredores ecológicos y proteger las cuencas hidrográficas que alimentan ríos y embalses.

Una política forestal socialista no puede limitarse a plantar árboles aislados. Debe diseñar ecosistemas funcionales, donde se conecten bosques secundarios, franjas ribereñas, zonas montañosas y áreas agrícolas mediante corredores verdes. Esa continuidad ecológica permite la retención de humedad, el equilibrio de lluvias, la recarga de acuíferos y la protección contra tormentas y sequías.

Además, debe integrarse con la soberanía alimentaria. Plantar especies maderables junto a frutales, medicinales y abonos verdes puede generar bioeconomía local sin afectar la función ambiental de los bosques.

Alimentar al pueblo desde la tierra, el mar y el agua dulce

No puede hablarse de sostenibilidad poblacional sin garantizar la alimentación soberana, diversa y nutritiva. Para sostener a 8 o 9 millones de cubanos con dignidad, Cuba necesita un modelo alimentario integral, que no dependa del mercado mundial ni de las importaciones.

Esto exige planificación socialista del uso del suelo, del mar y de los embalses, en función de tres pilares:

Producción agrícola agroecológica: Diversificación de cultivos, autonomía territorial en alimentos básicos, cooperativas campesinas y modelos agroforestales.

Cría animal sostenible y descentralizada: Bovino, porcino, aves, cuyes y conejos, alimentados con recursos locales y control cooperativo.

Aprovechamiento racional de mares, ríos y embalses: Cría de tilapia y clarias, pesca regulada, cultivos marinos y uso comunitario de embalses.

La energía y el agua sostienen la vida. Pero es la alimentación organizada desde el territorio la que define si un pueblo es libre o rehén.

¿Cuántos cubanos puede sostener Cuba?

La población óptima de Cuba no se decide por decreto, sino por su capacidad ecológica, hídrica, energética, alimentaria y organizativa. Hoy el país ronda los 11 millones de habitantes, pero un sistema sostenible y soberano —con justicia intergeneracional— debería proyectarse hacia una cifra entre 7 y 9 millones de personas.

No significa reducir por la fuerza, sino planificar una transición armónica con políticas de natalidad consciente, repoblación rural, justicia territorial y reorganización productiva. Así, Cuba podrá sostener un pueblo libre, digno y autosuficiente.

Conclusión: construir el futuro desde el subsuelo, la raíz y el sol

Revertir la escasez no es un problema técnico, es una decisión política y cultural. Requiere romper el verticalismo, eliminar las dependencias, democratizar el conocimiento y desatar el poder creativo del pueblo organizado.

El agua y la energía son la sangre de la nación. Y el alimento, su corazón. Cuba puede levantarse si articula ciencia, conciencia ecológica y control popular sobre sus medios vitales.

No se trata de resignarse a lo mínimo. Se trata de liberar el desarrollo desde el sol, la tierra, el mar y la comunidad. Porque sin agua ni energía no hay desarrollo. Y sin desarrollo con justicia, no hay revolución que resista el tiempo.

Lectura complementaria

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Copyright © Henrik Hernández 2025

Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernández, con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria) —quien asiste el proceso de escritura desde julio de 2024—, y con el aporte conceptual de Mella (IA de apoyo analítico). 

#Cuba # TocororoCuba 

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