Ultraizquierdismo inducido: cómo se fabrica un "revolucionario puri" para atacar a Cuba desde dentro del discurso socialista
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernande - Tocororo Cubano
Introducción
Hay un enemigo sofisticado que opera hoy contra Cuba. No es la ultraderecha tradicional. No es tampoco la oposición liberal financiada desde Miami.
Es uno más difícil de identificar porque se camufla dentro del propio lenguaje revolucionario: el ultraizquierdismo inducido, una forma de radicalización emocional que convierte a individuos bienintencionados en replicadores de narrativas ajenas a la realidad cubana.
Estas personas se presentan como “defensores de la pureza socialista”, pero acaban promoviendo un discurso que, lejos de fortalecer la Revolución, destruye su coherencia interna, deslegitima a sus instituciones y contribuye —sin ser conscientes— a las estrategias de guerra híbrida contra el país.
Lo que Lenin llamó “la enfermedad infantil del comunismo” hoy se transforma en un instrumento digital de gran eficacia.
Cuando la frustración sustituye al análisis
El fenómeno suele activarse tras un viaje a Cuba. Personas sin formación marxista sólida, pero con simpatía emocional por la Isla, llegan buscando una Cuba idealizada.
Al encontrarse con un país que resiste bajo bloqueo, guerra económica y tensiones globales, sufren un choque emocional.
Ese impacto, si no se procesa dialécticamente, se convierte en amargura. Esa amargura, si es amplificada en círculos digitales, se convierte en radicalización.
Y esa radicalización, si encuentra eco en actores externos, se transforma en ultraizquierdismo inducido.
La secuencia es casi siempre la misma: una frustración real, que comienza como desencanto, se transforma en amargura y termina radicalizando la percepción. A partir de ahí surge una hipercrítica que pierde de vista las condiciones objetivas del país y los factores geopolíticos que lo atraviesan.
Cuba, aislada, con un territorio insular limitado, recursos escasos y la herencia profunda del subdesarrollo colonial y neocolonial, no puede —mientras sufra un bloqueo asfixiante, presiones externas permanentes y un asedio económico estructural— culminar la construcción plena del socialismo. Su misión histórica en este siglo ha sido otra: resistir, sobrevivir y mantener viva la posibilidad real de un mundo distinto.
Comprender esto no exige unanimidad, pero sí honestidad intelectual.
La estética del “revolucionarismo puro”, que a menudo alimenta la hipercrítica inducida, tiene rasgos reconocibles: el uso descontextualizado de símbolos soviéticos, consignas moralistas, citas fragmentadas de Fidel, el Che o Mao, un discurso binario de “traición” y “pureza”, y una postura emocional que busca superioridad moral más que comprensión política. Esta estética, amplificada desde el exterior, funciona como un mecanismo de desgaste dentro de la guerra cognitiva contemporánea.
No analizan medidas: acusan personas.
No estudian procesos: denuncian traiciones.
No comprenden correlaciones internacionales: exigen pureza absoluta.
Es un maximalismo emocional que sustituye análisis por indignación moral.
Ejemplo típico de discurso ultraizquierdista inducido
Para ilustrar el patrón —sin identificar a nadie— basta observar cómo suele estructurarse este tipo de mensaje:
“La Revolución fue levantada con sangre y sacrificio, y ustedes la están destruyendo desde dentro. ¿Cómo es posible permitir dólares, cuentas en el extranjero o inversiones privadas? Eso no es actualización, es claudicación. Fidel jamás habría aceptado que el enemigo dictara nuestra economía. El pueblo debe alzar la voz contra los burócratas que traicionan el legado. La Revolución necesita pureza, no tecnócratas disfrazados de revolucionarios.”
Este tono inflamado, acusatorio y moralizante coincide palabra por palabra con patrones generados en espacios externos que buscan fracturar a la izquierda.
Es el mismo discurso, replicado instintivamente por personas que creen estar defendiendo la Revolución, cuando en realidad están usando guiones ajenos.
El problema no es la crítica: es la simulación ideológica
Claro que existen revolucionarios que critican, debaten y cuestionan medidas.
Eso forma parte de cualquier proceso socialista vivo.
Pero el ultraizquierdismo inducido no critica: destruye. No propone: anatemiza.
No analiza: moraliza.
Repite, sin saberlo, guiones diseñados para: quebrar la confianza en el liderazgo, sembrar la idea de traición interna, dividir al campo revolucionario, transformar diferencias de enfoque en guerras civiles ideológicas.
La profesionalización del discurso inducido
Una parte de estas figuras radicalizadas termina conectándose con: plataformas de criptomonedas, servicios financieros paralelos, mercados informales digitales, intermediarios externos que lucran con la crisis, redes internacionales de propaganda.
Así aparece un fenómeno nuevo: la izquierda furiosa conectada a estructuras financieras externas.
El discurso suena a “pureza socialista”, pero sus prácticas alimentan circuitos que erosionan: la soberanía monetaria, el control estatal, la cohesión ideológica, la estabilidad económica.
Es un caballo de Troya emocional y financiero. El enemigo externo ya no solo financia la derecha Esa es la clave del artículo. El enemigo aprendió que hay dos formas de golpear a un proceso revolucionario: desde la derecha y desde la izquierda emocional, infiltrando un discurso de pureza imposible.
El ultraizquierdismo inducido es útil porque: divide, polariza, destruye confianzas, desmoraliza, genera rupturas internas, desacredita decisiones necesarias, convierte tensiones económicas en “traiciones” y desgasta el tejido político.
Es la réplica contemporánea del fenómeno que Lenin advirtió hace más de un siglo, ahora amplificada por redes sociales y algoritmos.
Conclusión
El ultraizquierdismo inducido no es una postura política genuina. Es un artefacto emocional, una reacción amplificada, un mecanismo que convierte la frustración en arma y la pureza en trampa.
Se presenta como guardianía de la Revolución, pero su efecto real es: dividir, confundir, debilitar, fragmentar e incapacitar políticamente al campo socialista.
La Revolución cubana no necesita pureza ficticia ni moralismos importados. Necesita criterio, análisis, coherencia y unidad.
Porque como dijo Fidel: “La Revolución solo es invencible cuando su pueblo está unido.”
Glosario de términos clave:
Ultraizquierdismo inducido: radicalización moralista que sustituye análisis por indignación y es funcional a agendas externas.
Agitprop emocional: contenido diseñado para provocar emociones intensas que inhiben el razonamiento político.
Criptofinanzas paralelas: flujos informales de capital mediante estructuras digitales fuera del control estatal.
Fuentes consultadas:
Lenin, V. I. (1920). La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. Moscú: Progreso.
Observatorio de Medios de Cubadebate. (2025, 26 de noviembre). Radiografía de las cuentas de extrema derecha que operan contra Cuba en X. Cubadebate. http://www.cubadebate.cu/especiales/2025/11/26/radiografia-de-las-cuentas-de-extrema-derecha-que-operan-contra-cuba-en-x
Gracias por leerme.
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