Antes de los cohetes: el bloqueo a Cuba ya estaba decidido
por Henrik Hernandezpublicado en¡Bienvenido a Tocororocubano.com!
Estamos orgullosos de conectarnos con usted, sin importar dónde se encuentre. En este artículo, exploramos cómo el bloqueo naval y aéreo de 1962 fue una medida planificada mucho antes de la crisis de los misiles, evidenciando la política de agresión de Estados Unidos contra Cuba.
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La política agresiva y ofensiva de EE. UU. hacia Cuba antes de la Crisis de los Misiles
En la narrativa histórica predominante sobre la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, se presenta a Estados Unidos como un actor reactivo que respondió de manera contundente ante la amenaza de los misiles nucleares soviéticos en Cuba. Sin embargo, un análisis más detallado de los hechos revela que la política de EE. UU. hacia la isla, incluso antes del descubrimiento de estos misiles, ya tenía un carácter agresivo y ofensivo.
Preparativos anticipados: el bloqueo como estrategia planificada
El 1 de octubre de 1962, cuando aún no se conocía la presencia de cohetes soviéticos en Cuba, el entonces Secretario de Defensa de EE. UU., Robert McNamara, ordenó al Almirante Robert Denison, comandante en jefe del Comando Atlántico, que tomara todas las disposiciones necesarias para instituir un bloqueo militar a la isla. Este hecho es crucial, ya que demuestra que las autoridades estadounidenses contemplaban un enfrentamiento directo con Cuba, no como una respuesta a los misiles, sino como parte de un plan estratégico que buscaba contener y desestabilizar al gobierno revolucionario de Fidel Castro.
En ese momento, la administración de John F. Kennedy ya había intensificado sus esfuerzos contra Cuba mediante la Operación Mangosta, un programa encubierto de sabotajes y acciones subversivas diseñado para provocar el colapso del gobierno cubano. Las órdenes dadas por McNamara el primero de octubre dejan claro que el bloqueo naval y aéreo era una medida calculada dentro de esta lógica agresiva, contra Cuba, aun cuando los cohetes soviéticos no hubieran aparecido en el teatro de operaciones.
Las razones de la agresividad estadounidense
El carácter ofensivo de las acciones de EE. UU. hacia Cuba en 1962 responde a varias motivaciones estratégicas:
La defensa de la hegemonía en el hemisferio occidental: Cuba, como aliada de la Unión Soviética, representaba una amenaza ideológica y estratégica para la doctrina Monroe, que consideraba cualquier influencia extranjera en el continente como una agresión a los intereses estadounidenses.
La política interna y el fracaso de Playa Girón: Tras la humillante derrota de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, Kennedy enfrentaba una creciente presión política para demostrar firmeza frente a Cuba. Un bloqueo militar ofrecía la posibilidad de mostrar acción decidida sin recurrir a una invasión terrestre inmediata.
El fortalecimiento defensivo militar cubano: Aunque los misiles nucleares aún no habían sido detectados, EE. UU. había observado un aumento significativo de envíos de armamento convencional desde la Unión Soviética a Cuba. La preparación de un bloqueo buscaba frenar este flujo y mantener a la isla bajo presión.
Operación Ortsac y los planes de invasión
Además del bloqueo, EE. UU. ya había diseñado planes para una invasión terrestre de Cuba bajo el nombre en clave Operación Ortsac (“Castro” al revés). Estos preparativos incluían maniobras militares en gran escala en el Caribe, con la participación de decenas de miles de soldados, buques de guerra y aviones. Esto subraya que la administración estadounidense no solo consideraba a Cuba como una amenaza, sino que estaba dispuesta a utilizar la fuerza militar para cambiar su curso político.
La “cuarentena naval”: una excusa legal
El término “cuarentena” utilizado por Kennedy el 22 de octubre de 1962, tras el descubrimiento de los misiles, fue cuidadosamente seleccionado para evitar que el bloqueo fuese considerado un acto de guerra según el derecho internacional. Sin embargo, las directivas de McNamara de principios de octubre muestran que el bloqueo era una medida ya contemplada antes de la crisis nuclear y que su implementación solo fue acelerada por el descubrimiento de los misiles. La presencia de armamento de destrucción masiva en Cuba, sólo fue el catalizador en una formula de agresión militar previamente concebida.
Impactos y reflexiones
Este episodio evidencia que la política de EE. UU. hacia Cuba en los años 60 no estaba motivada únicamente por la preocupación por la seguridad nacional frente a los misiles soviéticos. En cambio, era parte de una estrategia más amplia de aislamiento y agresión preventiva contra la Revolución Cubana, que buscaba eliminar su influencia ideológica y su alianza con el bloque socialista.
El temor al derrumbe del al estatus quo por un un modelo alternativo
Desde los inicios del siglo XX, Estados Unidos ha mantenido una política exterior fundamentada en la Doctrina Monroe y su ampliación con la política del Gran Garrote. Estos principios establecieron el control hegemónico sobre América Latina y el Caribe, considerando la región como su "patio trasero". En este contexto, cualquier intento de desarrollar un modelo político-económico alternativo al capitalismo estadounidense ha sido visto como una amenaza existencial para su influencia geopolítica y económica en el hemisferio.
Cuba, tras la Revolución de 1959, desafió directamente este paradigma al implementar un sistema socialista a solo 90 millas de las costas estadounidenses. Esto no solo contradecía la narrativa de la supremacía del modelo capitalista, sino que ofrecía una alternativa viable que podía inspirar a otros países de la región. La posibilidad de que un estado latinoamericano, aunque pequeño en territorio y recursos, alcanzara un desarrollo económico independiente del sistema capitalista era inaceptable para Washington. De permitirse este escenario, habría sentado un precedente peligroso, evidenciando que existían caminos alternativos al dominio estadounidense y que podían ser replicados en otros lugares.
Por lo tanto, el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba desde 1960, y posteriormente endurecido, tiene como propósito principal impedir que el país logre un desarrollo sostenible que pueda servir de ejemplo a otras naciones. Este bloqueo, junto con las intervenciones militares, sabotajes económicos y guerras mediáticas en la región, forman parte de una estrategia integral para sofocar cualquier intento de independencia económica y política en América Latina.
El temor de Estados Unidos no se limita a la expansión del socialismo, sino también a la posibilidad de que surja un estado con una economía desarrollada fuera de su órbita de control. Este principio es aplicable a cualquier país que se desvíe de las reglas impuestas por las instituciones dominadas por EE. UU., como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial. La lucha contra Cuba no es únicamente ideológica; es una lucha por mantener la hegemonía sobre el desarrollo económico de los países en su esfera de influencia, asegurando que ningún modelo alternativo pueda desafiar el status quo.
Los EE. UU. no podían ni pueden darse el lujo que en sus fronteras sur se desarrolle un modelo político-económico alternativo al propio, ni permitir que surja un estado con una economía desarrollada, independientemente de su extensión territorial.
El bloqueo naval y aéreo de octubre de 1962 es, por tanto, un testimonio de cómo EE. UU. concibió la contención de Cuba como una prioridad estratégica en la Guerra Fría, mucho antes de que los misiles nucleares entraran en escena. La preparación anticipada de un bloqueo refleja una política exterior que no solo reaccionaba ante amenazas inmediatas, sino que también buscaba imponer su dominio de manera preventiva en la región.
La manipulación mediática como preludio a una operación de bloqueo aeroespacial
En la actualidad, los medios de información tradicionales y las plataformas digitales controladas directa o indirectamente por grupos de poder y mafias anticubanas están configurando una narrativa hostil hacia Cuba. Esta narrativa no solo busca desacreditar al sistema político y económico cubano, sino que también prepara a la opinión pública en Estados Unidos y otros países para aceptar la posibilidad de medidas extremas, como un bloqueo con carácter naval, aéreo y hasta aeroespacial.
La estrategia tiene sus raíces en tácticas propagandísticas utilizadas anteriormente, como las campañas de desinformación durante la Guerra Fría, donde se exageraban amenazas inexistentes o se distorsionaban los hechos para justificar acciones militares. En este caso, el objetivo es presentar a Cuba como un supuesto foco de desestabilización regional o una amenaza a la seguridad de Estados Unidos, pese a que las bases de tales argumentos carecen de evidencia sólida.
Narrativa de crisis humanitaria y caos político:
Los medios, con apoyo de redes sociales manipuladas por bots y trolls, amplifican las dificultades internas de Cuba, muchas de las cuales son provocadas por el bloqueo económico. Al presentar la situación como un colapso inminente, se busca legitimar la intervención externa bajo el pretexto de una “crisis humanitaria”. Esta narrativa persigue el objetivo de sensibilizar a la opinión pública y de encubrir las verdaderas intenciones geopolíticas y económicas tras cualquier operación.
El espectro de la amenaza tecnológica:
Con el avance de la tecnología aeroespacial, se ha insinuado que Cuba podría ser utilizada por potencias como China o Rusia para fines estratégicos relacionados con la inteligencia o las telecomunicaciones, como el supuesto uso de bases de monitoreo. Aunque estas acusaciones carecen de fundamento, se emplean para justificar una hipotética escalada militar que abarque el espacio aéreo y las comunicaciones satelitales.
Creación de consenso internacional:
Mediante el control de narrativas en foros multilaterales y la presión sobre aliados estratégicos, se pretende generar apoyo o, al menos, neutralidad internacional frente a la idea de un bloqueo con un alcance sin precedentes. Esto incluye el uso de sanciones, acuerdos bilaterales y alianzas con organismos internacionales para enmascarar una intervención militar como una operación legal y multilateral.
La demonización de la resistencia cubana:
Las mafias anticubanas han consolidado su influencia en espacios clave, promoviendo una visión reduccionista y deshumanizadora del pueblo y gobierno cubanos. Este enfoque no solo busca dividir internamente a los cubanos en el extranjero, sino también eliminar cualquier empatía que pudiera surgir hacia la nación insular. La eliminación de la humanidad en la narrativa es un paso crucial para justificar medidas drásticas.
El riesgo del bloqueo naval y aero-cósmico
Un bloqueo de esta magnitud tendría efectos devastadores no solo en Cuba, sino también en la estabilidad regional. Cuba, a pesar de las dificultades que enfrenta, sigue siendo un bastión de soberanía en América Latina. Una operación militar de este tipo escalaría las tensiones globales, afectando el equilibrio entre potencias como China, Rusia y Estados Unidos, con implicaciones que podrían extenderse al comercio internacional, las rutas marítimas y la seguridad energética global.
Respuesta necesaria
Ante esta amenaza, es fundamental desarrollar contranarrativas que desmantelen las campañas de desinformación y expongan los verdaderos intereses detrás de estas maniobras. Además, debe fortalecerse la diplomacia multilateral y las alianzas estratégicas para neutralizar cualquier intento de justificar una acción militar contra Cuba. El pueblo cubano y sus aliados deben utilizar los mismos medios que las mafias anticubanas para construir una imagen auténtica de la realidad cubana, desmontando las mentiras y revelando la agenda oculta de quienes buscan perpetuar la hegemonía estadounidense en la región.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos proponer que en Cuba se fortalezcan las iniciativas comunicativas nacionales, asegurando que programas como Guerrero Cubano y Jóvenes en Revolución tengan una mayor difusión dentro del país. Estos espacios, centrados en desmontar campañas mediáticas y promover el pensamiento crítico, son herramientas clave para educar a la población sobre las tácticas de manipulación de la opinión pública y para fortalecer la unidad frente a las agresiones externas. Una mayor visibilidad de estos contenidos en plataformas televisivas y digitales podría contribuir significativamente a contrarrestar las narrativas distorsionadas promovidas desde el extranjero.
Conclusión
La narrativa de que EE. UU. actuó de manera reactiva ante la Crisis de los Misiles debe ser reconsiderada. Los hechos revelan que las acciones de octubre de 1962 formaban parte de una política agresiva y planificada contra Cuba, cuya meta era neutralizar su soberanía y mantener la hegemonía estadounidense en el hemisferio. Al comprender este contexto, se hace evidente que la Crisis de los Misiles no fue solo un episodio de tensión nuclear, sino también una expresión más de las ambiciones imperialistas de Estados Unidos en América Latina.
Notas:
El bloqueo naval y aéreo de Estados Unidos contra Cuba en octubre de 1962 no fue una respuesta exclusiva a la presencia de cohetes soviéticos en la isla. Documentos históricos revelan que esta medida ya estaba planificada mucho antes de que se descubriera dicho armamento. El 1 de octubre de 1962, el Secretario de Defensa, Robert McNamara, instruyó al Almirante Robert Denison a preparar todas las disposiciones necesarias para implementar el bloqueo naval y aereo, dejando claro, en la cronología de los hechos, que esta acción sería ejecutada incluso en ausencia de los misiles. Esto evidencia que el bloqueo formaba parte de una estrategia previa de agresión y contención contra Cuba, orientada a sofocar su modelo revolucionario y su alianza con la Unión Soviética.
Fuentes consultadas:
- Escalante Font, F. (2020). Mangosta no come cocodrilo: Parte V. En Revolución y contrarrevolución en Cuba: Seis décadas de historia en ensayos (pp. 101-109). Ocean Sur.
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IA asistente en redacción e investigación desde julio de 2024
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