La economía como encrucijada: ¿puede un modelo agotado generar prosperidad?

Introducción: la economía define la supervivencia de la Revolución

Este es el tercer artículo de la serie Cinco análisis sobre las posibilidades de supervivencia de la Revolución Cubana. Si en el primer texto examinamos la crisis del ciclo histórico del proceso y en el segundo la contradicción entre propiedad social y control burocrático, ahora entramos en el terreno donde esas tensiones se hacen más visibles y más implacables: la economía.

La Revolución Cubana no enfrenta hoy únicamente un problema de eficiencia material; enfrenta un dilema de rumbo histórico. La economía no es un ámbito técnico separado de la política: es el espacio donde las relaciones de poder se traducen en incentivos, estructuras y resultados. En el caso cubano, la economía es el escenario donde se decide si el proyecto socialista puede renovarse o si, por el contrario, seguirá avanzando hacia una transición controlada hacia el capitalismo periférico.

Un sistema agotado: el diagnóstico estructural que ya no se puede negar

La economía cubana arrastra problemas que no pueden explicarse únicamente por el bloqueo. El estancamiento productivo tiene raíces internas profundas: baja productividad laboral, envejecimiento de la infraestructura industrial, dependencia casi absoluta de importaciones esenciales, crisis energética crónica, incapacidad para generar encadenamientos productivos internos y una emigración masiva que erosiona la fuerza de trabajo calificada.

La dualidad monetaria fue eliminada formalmente, pero no en lo esencial: persisten múltiples tasas de cambio, distorsiones profundas en la valoración de la fuerza de trabajo y un sistema de precios divorciado de la realidad productiva. El Estado continúa operando cientos de empresas insolventes que sobreviven por transferencias presupuestarias, no por su capacidad de generar valor. Esta economía no está en crisis coyuntural: está estructuralmente agotada.

La burocracia económica como mecanismo de improductividad

Ninguna economía puede funcionar cuando quienes producen carecen de incentivos reales y quienes deciden no están sometidos a control. El sistema cubano se sostiene sobre un modelo de mando-administración que neutraliza la innovación, castiga la iniciativa y premia la obediencia.

La ausencia de autonomía empresarial —combinada con controles excesivos, procedimientos rígidos y decisiones centralizadas— conduce a un fenómeno fatal para cualquier proyecto socialista: la desconexión entre producción y responsabilidad. Los trabajadores no participan en las decisiones estratégicas, no controlan la gestión y no tienen mecanismos efectivos para sancionar la ineficiencia ni para premiar la creatividad.

La burocracia, más que un defecto, se ha convertido en un mecanismo estructural de improductividad, reproduciendo un equilibrio en el que nadie arriesga, nadie innova y nadie responde por los resultados.

Las MIPYMES: entre la promesa productiva y el vector restauracionista

Las MIPYMES han introducido dinamismo en sectores específicos, ampliado la oferta de bienes y generado nuevas formas de gestión. Pero el análisis serio debe ir más allá del entusiasmo superficial. Las MIPYMES no nacen en igualdad de condiciones: acceden a ellas, en gran medida, sectores con capital acumulado —económico, político o relacional— durante décadas de privilegio institucional.

Esto significa que, en la práctica, las MIPYMES están acelerando la formación de una burguesía funcional ampliada, ahora con rostro empresarial. Las licencias se concentran, los mercados se cartelizan, la importación se privatiza parcialmente en manos conectadas y se reproduce un modelo donde el capital privado emerge desde dentro del propio aparato estatal.

El resultado es paradójico: bajo un discurso socialista, las MIPYMES actúan como mecanismo de transición hacia un capitalismo de amiguetes, no como instrumento de socialización de la economía. No se democratiza el control; se redistribuyen privilegios.

El bloqueo: impacto real y funcionalidad política

El bloqueo estadounidense es real, dañino y éticamente inaceptable. Su impacto en finanzas, comercio, energía y tecnología es innegable. Pero su existencia no debe impedir ver otro fenómeno igualmente real: el bloqueo se utiliza internamente como dispositivo justificativo para postergar reformas necesarias que afectarían intereses de la élite administrativa.

Las rigideces internas y el bloqueo no se anulan: se potencian mutuamente. El resultado es un sistema que no cambia porque puede culpar al enemigo externo, y un enemigo externo cuyo hostigamiento es más eficaz porque la economía interna está estructuralmente incapacitada para responder.

La burguesía funcional como actor económico decisivo

En los artículos anteriores definimos la burguesía funcional como aquella capa de cuadros estatales y militares que, sin ser propietaria jurídica, ejerce control material sobre sectores enteros de la economía. En este artículo debemos profundizar en su papel económico: esta élite administra empresas, controla flujos logísticos, establece vínculos con inversionistas extranjeros y decide quién participa y quién queda fuera del nuevo mercado emergente.

Su interés no es la socialización, sino la reconversión estatal-capitalista que les permita transformarse en propietarios reales de lo que hoy administran. Bajo el argumento de la modernización y la eficiencia, esta clase en formación promueve una transición silenciosa hacia la privatización de facto de segmentos estratégicos del país.

La economía cubana no está moviéndose hacia el socialismo del siglo XXI; está moviéndose hacia un capitalismo periférico administrado por la nomenklatura.

¿Es posible un socialismo productivo en Cuba? Las condiciones esenciales

La economía puede renovarse, pero no bajo las reglas actuales. Para que Cuba pueda construir un socialismo productivo, debe realizar transformaciones estructurales que cambien no solo los mecanismos de gestión, sino las relaciones de poder:

control real de los trabajadores sobre la gestión empresarial, no como consigna, sino como facultad decisoria;

cooperativas auténticas con autonomía plena y sin tutela estatal;

planificación participativa, donde las comunidades incidan en la producción local y en la asignación de recursos;

auditorías públicas vinculantes, donde la sociedad controle a dirigentes y gestores;

transparencia económica absoluta, eliminando el secreto como mecanismo de poder;

Estado árbitro y no propietario, regulador y no empresario monopólico.

Sin estas condiciones, la productividad seguirá estancada, la burguesía funcional seguirá ampliándose y la economía cubana continuará desplazándose hacia un modelo híbrido donde el socialismo será cada vez más una retórica y menos una realidad.

Conclusión: el dilema económico de Cuba

El dilema económico de Cuba es, en realidad, un dilema político: sin democratizar la producción, no habrá productividad; sin socializar el control, no habrá socialismo; sin reformar el sistema de incentivos, no habrá prosperidad.

Hoy Cuba se encuentra ante dos caminos: o reconstituye un socialismo productivo basado en el poder directo de los trabajadores, o su economía seguirá avanzando hacia un capitalismo periférico administrado por una élite estatal-empresarial.

La supervivencia de la Revolución no dependerá de discursos, sino de la capacidad de transformar la estructura económica para que deje de reproducir privilegios y comience a producir bienestar.

Glosario de términos clave: 

Burguesía funcional:

Categoría marxista aplicada al contexto cubano. Designa a la capa de cuadros estatales, administradores y directivos que, sin poseer formalmente los medios de producción, ejercen control material sobre la economía y acumulan poder que puede transformarse en privilegios económicos.

Dualidad monetaria residual:

Distorsiones económicas que persisten aun después de eliminarse la dualidad oficial CUP–CUC. Incluye múltiples tasas de cambio, diferencias de precios relativos y cálculos contables irreales.

Improductividad estructural:

Falta de eficiencia sistémica que no depende de fallos coyunturales, sino de la forma misma en que se organiza la producción (centralización, ausencia de incentivos, burocracia administrativa).

MIPYMES:

Micro, pequeñas y medianas empresas. En Cuba funcionan bajo licencias otorgadas por el Estado y forman parte del proceso de liberalización económica iniciado en 2021.

Reconversión estatal–capitalista:

Proceso mediante el cual sectores estatales se privatizan de facto, transformándose en negocios controlados por una élite administrativa interna.

Sector no estatal:

Conjunto de actores económicos privados, cooperativos y autónomos cuya participación en el comercio minorista y servicios ha crecido significativamente desde 2021.

Fuentes consultadas:

Hoffmann, B. (2016). Reconstructing socialism: The politics of institutional change in Cuba. Journal of Latin American Studies, 48(4), 707–734.
https://doi.org/10.1017/S0022216X16001100

Mesa-Lago, C. (2020). Cuba’s economic reform: Evolution, results, and challenges. University Press of Florida.

Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). (2023). Anuario estadístico de Cuba 2023. ONEI. https://www.onei.gob.cu/anuario-estadistico-de-cuba-2023

Rodrik, D. (2004). Industrial policy for the twenty-first century (KSG Faculty Research Working Paper Series No. RWP04-047). Harvard University, John F. Kennedy School of Government.
https://www.hks.harvard.edu/publications/industrial-policy-twenty-first-century

Sweig, J. E. (2002). Inside the Cuban revolution: Fidel Castro and the urban underground. Harvard University Press.

World Bank. (2024). World Integrated Trade Solution (WITS) database [Cuba trade data]. Retrieved March 15, 2024, from https://www.tradeindata.com/country/cu

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Por Henrik Hernandez - Tocororo Cubano

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