Cultura

Facundo, el carpintero de las manchas blancas

por
publicado en
Imagen generada por la AI Sofia.

¡Bienvenido al Tocororocubano.com!

    Estamos orgullosos de conectarnos con Usted,

independientemente del lugar que se encuentre.

¡Le deseamos que disfrute de nuestros artículos y pase un

                                     maravilloso momento junto a nosotros!

***

Por Henrik Hernandez

Vivía frente a un potrero cercado con jiquí, donde pastaban dos bueyes y al fondo olía a cuero de tenería. Pero lo que marcó mi infancia no fue el campo, ni el hospital que vino después, sino un camión de madera que un día me entregó un hombre llamado Facundo. Durante más de cincuenta años, su nombre estuvo dormido en algún rincón de mi memoria. Hasta que, una mañana cualquiera, caminando rumbo al trabajo, apareció sin aviso

Primer relato de la calle Zayas 108

Yo tenía cuatro o cinco años cuando mi padre me llevó por primera vez a la carpintería de Facundo.

La recuerdo como una escena casi sagrada, aunque entonces no entendía por qué. Solo sabía que ese lugar tenía algo distinto. Algo que me hablaba sin palabras.

Facundo era un hombre blanco, ancho de cuerpo y lento de movimientos. Su piel estaba salpicada de manchas descoloridas, como si la luna hubiera descendido a descansar en su carne, o como si el sol le hubiera dejado mapas secretos después de una vida larga bajo sus rayos. Decían que era vitiligo. Yo solo sabía que se veía distinto, pero no me daba miedo. Al contrario, había algo poderoso en él. Algo que me hacía quedarme quieto, observando.

La carpintería estaba en la esquina de Zayas y Callejas, resguardada tras una gran cerca de madera y muro de más de tres metros. Desde fuera ya se respiraba el perfume denso del trabajo: pino, cedro, barniz, serrín caliente… Un olor que se metía en los poros y te acompañaba todo el día. Justo en una de las esquinas del patio crecía un arbusto que yo veía como mágico, porque los santeros venían y le cortaban ramas. No lo hacían con violencia, sino con respeto, como si pidieran permiso.

Mi padre y Facundo se saludaron con pocas palabras, pero con esa familiaridad que nace del tiempo y la confianza. No eran amigos íntimos —creo—, pero se entendían como se entienden los hombres de palabra: sin mucho ruido, pero con firmeza.

Aquella tarde, Facundo me miró, sonrió brevemente y dijo:
—Este va a ser para él.

Y entonces lo vi: un camión de volqueo completamente de madera, construido por Facundo pero diseñado por mi padre, pieza por pieza, como si entre ambos hubieran tallado una idea en lugar de solo un juguete. Macizo. Hermoso. Las ruedas giraban como si fueran de verdad, la parte de atrás subía y bajaba, y tenía un olor que aún recuerdo: a infancia recién tallada.

No sé si mi padre le pagó con dinero o con algún favor. Nunca me importó. Lo que sí sé es que ese camión fue mi primer regalo inolvidable, y no por su forma, sino por lo que significaba:
—La bondad de Facundo.
—El orgullo silencioso de mi padre.
—Y esa complicidad humana que no necesita contrato.

Vivíamos entonces en Fernando de Zayas 108, justo frente a un potrero con palmares, cercado con estacas de jiquí, rústicas y firmes como los hombres que las clavaron. Allí pastaban dos bueyes que parecían esculturas vivas: Canelo, de pelaje claro como el tabaco seco, y Azabache, oscuro y brillante como la noche después de la lluvia. Eran mansos y enormes, y yo los miraba con una mezcla de respeto y fascinación. A veces mugían al amanecer, como si saludaran al barrio antes de que empezara el día. Al fondo del potrero se levantaba la tenería, propiedad de un ciudadano español, con sus galpones oscuros y un olor fuerte que contrastaba con el frescor del palmar. Todo eso era parte del paisaje de mi infancia: tierra, madera, cuero y cielo abierto.

Y también la imagen de un chino —flaco, de piel curtida y sombrero raído— que cada mañana recorría la calle pregonando:
—¡Veldura! ¡Cebolla buena, cebolla glande!
Su español estaba atravesado por su acento, y esas palabra —“veldura” y "glande"— se me quedarón para siempre. No era raro, ni gracioso. Era parte del barrio, parte de Cuba. Su voz rebotaba entre las casas como un reloj sonoro que marcaba el inicio del día. Mientras otros dormían, él ya estaba ahí, tejiendo rutina con su pregón.

Allí jugaba con mi camión sobre la tierra, entre gallinas, chivas  y risas, hasta que el sol se apagaba detrás del fondo de la casa y la entrada del hospital que aún no existía. En esos días, el tiempo pasaba más despacio, y la vida tenía el color del polvo dorado al atardecer.

Nunca supe qué pasó con aquel camión. No recuerdo si se rompió, si lo regalaron, o si simplemente desapareció un día, como desaparecen los sueños que uno no logra retener. Pero lo que él representaba... eso sí permanece. Porque el amor que se entrega en madera, no se borra. Se queda latiendo en la memoria, aunque uno no siempre sepa dónde lo guardó.

Años después, Facundo desapareció. La carpintería cerró, o fue demolida, no lo sé. Su nombre se hundió lentamente en mi memoria, como una tabla que se va al fondo del río, hasta que un día cualquiera —más de cincuenta años después— emergió de nuevo, caminando conmigo rumbo al trabajo. No hubo detonante, no hubo explicación. Solo estaba ahí. Facundo. El carpintero. El de las manchas blancas.

Entonces lo supe: él nunca se había ido.

Había estado siempre esperando en silencio en una esquina de mi alma, entre virutas de madera y recuerdos cubiertos de polvo.

El sol salía por el potrero... y la memoria mía se había esfumado por más de cincuenta años.

Pero volvió. Y con ella, Facundo también.

Notas:

Jiquí - tipo de madera cubana muy resistente, utilizada comúnmente para cercas y postes.

Potrero - terreno cercado donde pastan animales, especialmente vacas y bueyes. En Cuba, puede ser también un espacio abierto y sin cultivar en el barrio.

Santeros / santería - practicantes de una religión de origen afrocubano que mezcla creencias yoruba y catolicismo. La santería está profundamente arraigada en la espiritualidad popular cubana.

Tenería - establecimiento donde se curten y procesan pieles de animales para convertirlas en cuero.

Vitiligo - afección cutánea que causa la pérdida de pigmento en algunas zonas de la piel, creando manchas blancas irregulares.

Yagua - parte fibrosa que envuelve el tallo de la palma real, usada tradicionalmente en Cuba para asar cerdos, cubrir techos o hacer utensilios.

Si este recuerdo tocó algo dentro de ti, quizás en otros relatos también escuches latir esa Cuba que aún vive, aunque a veces parezca dormida.

Hernandez, H. (marzo 15, 2025). Tocororo Cubano. ¡Moforibale Osun!:  https://tocororocubano.com/moforibale-osun/

Hernandez, H. (enero 24, 2025). Tocororo Cubamo. El Portal de Orlånges: https://tocororocubano.com/el-portal-de-orlanges/

****

Estimado lector, gracias por tu interés en mi artículo.

Si estás interesado en estos temas, suscríbete a  tocororocubano.com,  para no perderte las siguientes publicaciones. Apóyanos "votando a favor" y dejando tus comentarios.

Si encontraste útil este artículo, te invitamos a compartirlo con otros para que más personas conozcan mejor al Tocororo Cubano y sus narraciones sobre Cuba.

Copyright © Henrik Hernandez 2025

La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.

#Cuba #TocororoCubano #MemoriasCubanas #Zayas108

Comentarios