Economía y Negocios

El declive hegemónico de EE. UU.: ¿un futuro con pérdidas territoriales?

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Introducción

El debate sobre el declive hegemónico de los Estados Unidos no es nuevo, pero en los últimos años, el liderazgo y las políticas exteriores del país han despertado interrogantes sobre su futuro como superpotencia. Más allá de las tensiones internacionales y los desafíos económicos, surge una pregunta más radical: ¿Podría EE. UU. enfrentar pérdidas territoriales en un escenario de decadencia?

La estrategia de Trump: dominio hemisférico como maniobra diversionista

Una parte clave de este debate se centra en la estrategia de Donald Trump, quien propone un enfoque pragmático y transaccional. La primera etapa de esta estrategia incluiría un alto al fuego en Ucrania y la congelación del conflicto, un movimiento que probablemente Rusia rechazaría por considerarlo insuficiente para consolidar sus intereses en la región. Ante este rechazo, Trump podría implementar una segunda etapa más ambiciosa: negociar directamente con Rusia un intercambio de esferas de influencia.

Bajo este esquema, EE. UU. podría ofrecer una no interferencia en Europa del Este, incluyendo Ucrania, a cambio de que Rusia y China se abstengan de involucrarse en los asuntos del hemisferio occidental. Esta estrategia podría incluir el control de los pasos estratégicos marítimos que conectan el Atlantico con el Pacífico: el Canal de Panamá, Groenlandia, el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake. En la visión de Trump, dominar estas rutas le garantizaría a EE. UU. una posición de poder similar a la de los otomanos en el siglo XIV y XV, cuando controlaban el comercio entre Europa y las Indias a través del Mediterráneo Oriental y el Medio Oriente.

Sin embargo, esta estrategia también enfrenta un paralelismo histórico preocupante. Mientras que el bloqueo otomano impulsó los viajes de descubrimiento que cambiaron el orden global, hoy no existe un “mundo nuevo” por descubrir. En su lugar, los esfuerzos por controlar las rutas marítimas podrían desencadenar una reacción global coordinada para contrarrestar la influencia de EE. UU., acelerando su declive en lugar de consolidar su hegemonía.

Impacto de esta estrategia en Cuba

La ejecución de una estrategia como esta tendría implicaciones directas e indirectas para Cuba. Por un lado, la política de no interferencia en Europa podría liberar recursos y atención de EE. UU. para redoblar la presión sobre el hemisferio occidental, incluyendo a Cuba. Esto podría intensificar las acciones contra la isla, desde sanciones económicas más severas pasando por intentos de aislamiento diplomático e incluso la agresión militar.

1. Mayor presión económica y diplomática

Una renovada atención de EE. UU. al hemisferio podría implicar un recrudecimiento del bloqueo económico contra Cuba, acompañado de esfuerzos más agresivos por debilitar su influencia en la región. Esto incluiría presiones sobre países aliados y sanciones dirigidas a empresas que interactúen con la economía cubana.

2. Intentos de desestabilización interna

Históricamente, EE. UU. ha utilizado métodos de desestabilización interna en países que considera adversarios. Un enfoque agresivo hacia Cuba podría significar el financiamiento de grupos opositores, el uso intensivo de propaganda en redes sociales y otras formas de guerra híbrida para debilitar al gobierno cubano, provocar la ingobernabilidad y propiciar la intervención de los EE. UU. con medios militares en la Isla.

3. El papel de Rusia y China

La condición de no interferencia que EE. UU. podría negociar con Rusia y China tendría repercusiones en la relación de estos países con Cuba. Rusia podría verse limitada para apoyar directamente a la isla, lo que debilitaría un importante aliado histórico. Sin embargo, China podría aprovechar este escenario para fortalecer su presencia económica en Cuba y en el Caribe, buscando contrarrestar la influencia estadounidense, pero ante una escena de control de las vías marítimas entre los dos grandes oceanos, esa posibilidad quedaría minimizada. 

4. Posible militarización del Caribe

La militarización del hemisferio occidental, incluyendo puntos estratégicos como Groenlandia, la Patagonia y el Canal de Panamá, podría incluir un aumento de la presencia militar estadounidense en el Caribe. Esto pondría una mayor presión sobre Cuba y limitaría sus capacidades de maniobra regional.

Hay que tener en cuenta que en esas condiciones nadie pudiera impedir por vía diplomática, que los EE. UU. pudiera violentar todos los acuerdos internacionales y militarizar parcialmente la Antártida en la zona de la península del mismo nombre e islas adyacentes en los mares de Weddel y Admundsen. 

Históricos precedentes de fragmentación

La historia de los grandes imperios ofrece lecciones valiosas. Desde la caída del Imperio Romano hasta la desintegración de la Unión Soviética, el debilitamiento interno y las presiones externas han sido factores determinantes en la pérdida de territorios. Si bien EE. UU. no es un imperio colonial tradicional, su estructura federal y su historia de expansión territorial lo hacen vulnerable a dinámicas similares.

Factores que podrían contribuir a la pérdida territorial

1. Polarización interna y tensiones regionales

Estados como California y Texas han mostrado movimientos independentistas marginales, pero las crecientes divisiones políticas, culturales y económicas podrían darles mayor relevancia. Una polarización exacerbada podría llevar a estados o regiones a buscar mayor autonomía o incluso separación si perciben que el gobierno federal no representa sus intereses.

2. Territorios no incorporados

Puerto Rico, Guam y otras posesiones no incorporadas de EE. UU. han enfrentado tensiones con el gobierno central. En un escenario de declive hegemónico, podrían optar por la independencia o buscar alternativas económicas y políticas fuera de la órbita estadounidense.

3. Presiones externas e influencia internacional

Potencias como China o Rusia podrían apoyar movimientos separatistas en EE. UU., no necesariamente para anexionar territorios, sino para debilitar al país desde dentro. Esto sería parte de una estrategia geopolítica para redistribuir el poder global.

4. Regiones estratégicas vulnerables

Alaska: Su cercanía con Rusia y su acceso al Ártico lo convierten en un territorio altamente estratégico. En un contexto de declive, podría enfrentar presiones tanto internas como externas.

Hawái: Con una historia de movimientos independentistas y una identidad cultural distinta, Hawái podría buscar mayor autonomía si la percepción de debilitamiento del gobierno federal aumenta.

Frontera con México: Estados con alta población hispana, como Texas y Nuevo México, podrían desarrollar una identidad política y cultural que los distancie del proyecto nacional estadounidense.

El impacto de las pérdidas territoriales

La fragmentación territorial no solo sería un golpe simbólico para la hegemonía estadounidense, sino también una crisis práctica. La pérdida de regiones estratégicas afectaría:

El control económico: Reducción de recursos clave como el petróleo en Alaska o las rutas comerciales en el Pacífico.

La credibilidad internacional: Los aliados podrían cuestionar la capacidad de EE. UU. para liderar en un mundo multipolar.

El equilibrio interno: Una fragmentación podría desencadenar un efecto dominó, incentivando a otros estados o territorios a buscar separación.

¿Es inevitable el declive?

Aunque el declive hegemónico de EE. UU. parece una posibilidad cada vez más real, su magnitud y velocidad dependerán de cómo el país maneje sus crisis internas y su política exterior. Reformas estructurales, un liderazgo renovado y una mayor cooperación internacional podrían mitigar el impacto y prevenir escenarios extremos como la pérdida territorial. Sin embargo, las divisiones internas y las tensiones globales plantean un reto monumental.

Conclusión

El futuro de Estados Unidos como superpotencia está en juego. En un mundo multipolar, estrategias que prioricen la dominación unilateral podrían resultar contraproducentes, acelerando el declive en lugar de revertirlo. La fragmentación territorial es un escenario extremo, pero no imposible, especialmente si las tensiones internas y externas continúan creciendo.

Para Cuba, las implicaciones de un cambio tan radical serían profundas. Una estrategia más agresiva de EE. UU. podría significar mayores desafíos, pero también abriría oportunidades para fortalecer alianzas con países que busquen contrarrestar la influencia estadounidense. La historia ofrece una advertencia clara: los imperios caen no solo por las presiones externas, sino también por sus debilidades internas. Si EE. UU. no aborda sus desafíos estructurales, el sueño de hegemonía podría convertirse en una pesadilla de fragmentación y decadencia.

Fuentes consultadas: 

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Copyright © Henrik Hernandez 2024

La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.

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