Cultura

Cuba nació de un grito, un hacha y lagrimas 

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Imagen tomada de https://desdelavegardubsolis.blogspot.com/2012/08/el-arte-taino.html

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Por Henrik Hernandez

(Inspirado en la leyenda taína de la creación de Cuba)

El primer trueno no fue un sonido, sino un grito.

Cuando el primer rayo de sol atravesó las tinieblas del Caíri (el vacío primordial), Yaya, el Gran Espíritu, soñó con una tierra entre las olas. Yayael, el hijo predilecto de Yaya, había osado tocar el Cemí de la Creación, un ídolo de piedra negra que contenía el alma del mundo. Su castigo fue terrible: su cuerpo fue lanzado al vacío, donde se deshizo en mil fragmentos que se convirtieron en las estrellas.

Pero su hermano Deminán, el guerrero de corazón de fuego, juró venganza. El hacha de Deminán no era solo un arma, sino un cetro de guerra bendito por los cemíes. Con su hacha de Guanín (metal sagrado) atacó la Gran Montaña Cósmica donde Yaya guardaba los secretos de la vida. El impacto resonó en todos los reinos:

Donde cayó el golpe: La tierra se abrió en dos, y del abismo emergió Cohíba (Cuba), una isla con forma de caimán dormido bañado en turquesa, de sus fragmentos de piedra se esparcieron como semillas, creando los cayos y gotas de sangre divina se solidificaron en vetas de oro en los ríos. Donde rebotó la amcana: Surgió Haití (La Española), hermana menor y montañosa. 

La esposa de Deminán, Guanaroca, corrió hacia el nuevo territorio. Al ver tanta belleza nacida de la ira, lloró. Su primera lágrima creó el río Cauto, que serpentea como un cuerda umbilical, la segunda formó las cuevas de Matanzas, donde los espíritus susurran. Su cabellera se enredó en la tierra, transformándose en palmas reales que hasta hoy mecen los secretos del viento. De un mechón de pelo surgió el Yunque de Baracoa y del otro los Mogotes de Viñales. 

Atabey, la Gran Madre Protectora y diosa de las aguas extendió sus brazos sobre la nueva tierra. Con su aliento creó las suaves colinas y playas de arena blanca. De sus lágrimas nacieron los manantiales y ríos. 

Pero entonces... Yaya despertó, el Gran Espíritu condenó a Deminán:

"Por tu orgullo, vagarás como Huracán, destruyendo lo que amas. Pero tu hijo..."

Señaló a Hiauna, el vástago recién nacido de Deminán y Guanaroca:

"Él gobernará esta tierra. Su gente será valiente como el trueno, resistente como la palma, y llevará en su sangre tu fuego... y mi sabiduría."

Por eso cuando Huracán azota Cuba, es Deminán intentando abrazar a su pueblo, el oro en los ríos sigue siendo la sangre petrificada de Yayael y los areítos (cantos taínos) imitan el sonido del hacha al partir la montaña.

Del sacrificio de la doncella Tocoana  se tejió el Alma de Cuba, cuando ella prefirió el abismo antes que el cautiverio caribe, Atabey recogió su último aliento y lo transformó en el primer tocororo. El pájaro sagrado lleva en su plumaje: rojo como la sangre de los valientes, azul como el manto protector de Atabey y blanco como la paz que siempre renace. 

Por su rebelión, Deminán fue condenado a vagar como Huracán, azotando periódicamente la isla que ayudó a crear. Pero Atabey decretó: las palmas reales (cabellos de Guanaroca) se doblarían pero no romperían ante su furia. El tocororo anidara en las palmas y su canto "to-co-ro-ro" será mi voz calmando tempestades y  recordando que: 

"Cuba puede doblarse como la palma en la tormenta... pero nunca romperse".

Y Atabey continuó decretando: donde Yaya clavó su bastón crecerá la ceiba, cuyas raíces son venas que conectarán el suelo con el cielo, de los fragmentos del alma de Yayael nacerán los cocuyos y mariposas y los jagüeyes, serán mis ojos vigilantes sobre los hijos de esta isla que entonarán el canto: "Nacimos de un grito, de hacha y de lágrimas... pero sobrevivimos por amor", al ritmo del Mayohuacán (tambor del areito)  mientras en los bosques más profundos, se escuchará el eco del hacha que partió el mundo ...

para crear un paraíso. 

Gracias por leerme.
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