Verdad vs. difamación : el honor de la medicina cubana calumniada
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernandez
El niño no podía respirar. Tenía cuatro años. La fiebre le quemaba el cuerpo y sus labios ya se tornaban morados. La madre lloraba desesperada en un pequeño caserío de Sierra Leona. No había hospital, ni ambulancia, ni electricidad. Solo había una posibilidad: un pequeño puesto de salud atendido por un médico cubano.
Con una linterna, un estetoscopio y lo que tenía a mano, el doctor Julio —de Santa Clara— diagnosticó una neumonía severa. No durmió en toda la noche. Hizo una cámara de oxígeno improvisada. Le administró antibióticos con jeringuillas viejas. Y al amanecer, el niño respiraba tranquilo. La madre cayó de rodillas y besó su bata desgastada.
Ese niño vive. Gracias a Cuba.
Otros caso es el de un niño con fiebre alta tiembla en una aldea remota. No hay hospital cerca. No hay ambulancia. No hay electricidad. Pero hay una mano firme que lo arropa, un rostro sereno que lo examina, y una voz que dice: “Tranquilo, todo va a estar bien.” Esa mano es cubana. Ese rostro es cubano. Esa voz es de un médico que dejó su hogar en la Isla para salvar vidas lejos, en nombre de la solidaridad.
¿Y qué recibe Cuba a cambio de los desagradecidos? Difamación. Campañas mediáticas. Acusaciones de esclavitud. Intentos de desacreditar su vocación, su sacrificio, su entrega. Pero de los pueblos humildes, de los niños sanados y de las madres que han vuelto a sonreír, Cuba recibe amor, ternura y gratitud eterna. Recibe lágrimas de alivio, abrazos silenciosos, gestos que no caben en titulares pero que guardan más verdad que mil calumnias.
Mientras tanto, en el norte próspero y “desarrollado”, sistemas de salud como el sueco —aparentemente ejemplares— muestran grietas profundas que rara vez salen en los titulares. Porque en la guerra mediática contra Cuba, lo importante no es la verdad, sino borrar el ejemplo. Es desestabilizar a Cuba con la guerra económica y las campanas mediáticas.
Cuando el humanismo estorba
Juzgan a Cuba —una isla bloqueada, asediada, vilipendiada— por enviar médicos a los rincones más olvidados del planeta. Por formar profesionales con ética, compasión y un compromiso que ya no se enseña en las universidades de mercado.
Juzgan a quienes curan, desde sistemas que no lo hacen.
La verdadera razón del ataque
La ofensiva contra la medicina cubana no tiene nada que ver con derechos humanos. Tiene que ver con poder. Porque los médicos cubanos generan ingresos para el mantenimiento del sistema se salud de la Isla. Porque donde llegan, siembran simpatía por la Revolución. Porque su sola presencia desmiente el discurso del fracaso socialista. Y eso molesta. Y molesta mucho. Y sobre todo, el ejemplo de los médicos cubanos demuestra la ineficiencia y el negocio que son los sistemas de salud de los países desarrollados.
Los quieren silenciar. Los quieren desacreditar. Los quieren hacer pasar por víctimas de un sistema que ellos defienden con orgullo.
Pero la verdad no se entierra tan fácilmente como las estadísticas. Aquí estamos tecleando en nuestros ordenador reivindicando el honor de nuestros médicos y el sistema de salud cubanos con sus misiones internacionales.
¿Quién debería aprender de quién?
¿Cuándo fue la última vez que un médico sueco atendió en una choza de barro en Mozambique? ¿Cuántas vidas salvaron las brigadas europeas en Haití después del terremoto de 2010? ¿Quién estuvo en Lombardía, Italia, en Sur África durante el pico más duro del COVID?
Ahí estaban ellos. Los médicos y enfermeras cubanas.
Con guantes desgastados, sí, pero con el corazón intacto.
Y mientras tanto, los sistemas que se presentan como modelo, como el sueco, no logran garantizar atención básica en tiempos normales a sus propios ciudadanos. ¿No es eso lo verdaderamente escandaloso?
A pesar de su reputación internacional, el sistema de salud sueco arrastra deficiencias graves: largas esperas, escasez de personal, desigualdad regional y privatización encubierta que debilita la atención primaria. La burocracia y una digitalización mal integrada obstaculizan el cuidado, mientras decisiones políticas basadas en la rentabilidad han deshumanizado el servicio. En muchos centros, solo se atiende un síntoma por consulta y algunos hospitales obligan a los pacientes ingresados a comprar sus propios medicamentos por ser considerados “muy costosos”. Es un sistema donde la lógica económica ha desplazado al humanismo.
Un llamado desde el alma
No se trata solo de defender a los médicos cubanos. Se trata de defender una idea: que la medicina puede ser humana, que la salud puede ser un derecho, y que la solidaridad puede ser más poderosa que el lucro.
Cuba no necesita que la defiendan los poderosos. La defiende cada niño que volvió a respirar. Cada anciano que no murió solo. Cada madre que vio sanar a su hijo. Y también cada pluma y ordenador de los cubanos patriotas.
Y cada vez que uno de esos médicos dice: “Estoy aquí por ustedes”, Cuba habla a través de él.
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Hernandez, H. (abril 6, 2025). Tocororo Cubano. Cuba y su revolución médica: solidaridad vs. propaganda en un mundo desigual: https://tocororocubano.com/cuba-y-su-revolucion-medica-solidaridad-vs-propaganda-en-un-mundo-desigual/
Hernandez, H. (marzo 30, 2025). Tocororo Cubano. Logros sociales de Cuba que el mundo no debe ignorar: https://tocororocubano.com/logros-sociales-de-cuba-que-el-mundo-no-debe-ignorar/
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La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.
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