Historia

Una interpretación falseada de la historia: Cuba, "colonia soviética"

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Introducción

En la tarde del 11 de noviembre de 2024, tuve la oportunidad de tomar prestado de la Biblioteca del Instituto Cervantes el libro "Cuba: La lucha por la libertad" de Hugh Thomas. Camino a casa, mientras leía la Introducción a la nueva edición y el prefacio, pude constatar que el criterio del autor sigue la narrativa anticubana al interpretar que Cuba fue una "colonia soviética." A continuación, detallo quién fue Hugh Thomas y analizo sus argumentos a la luz de una visión más crítica y contextualizada de la historia cubano-soviética.

¿Quién fue Hugh Thomas?

Hugh Thomas fue un destacado historiador británico (1931-2017) conocido por sus estudios sobre la historia de España y América Latina. Educado en el Queen's College de Cambridge y la Sorbona, Thomas trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido y dedicó gran parte de su carrera a investigar la historia hispanoamericana. Su obra más conocida, La Guerra Civil Española (1961), se convirtió en un referente del estudio del conflicto español, y su interés por el mundo hispano quedó plasmado en otros títulos sobre el Imperio Español y en Cuba: La lucha por la libertad, publicada inicialmente en 1971.

 

Este último, una exhaustiva obra de más de 1 281 páginas, aborda la historia cubana desde el siglo XVII hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, incluyendo el periodo de alianza con la Unión Soviética. Su interpretación, sin embargo, se alinea con una narrativa que sitúa a Cuba en una relación de "dependencia colonial" con la URSS, idea que presenta en los textos preliminares de la edición actualizada.

La teoría de "colonia soviética": una narrativa incompleta

Thomas sostiene que, tras la independencia de facto de Cuba en 1898 y el dominio de EE. UU. hasta 1960, la relación entre la Unión Soviética y Cuba asumió un carácter colonial similar al del imperio español. Este argumento, que parece simple y directo, se diluye al considerar la complejidad de la relación entre ambos países. A continuación, desmonto esta narrativa y explico por qué la relación cubano-soviética fue, en muchos sentidos, un compromiso de cooperación y no una imposición colonial.

1. Autonomía en decisiones políticas clave

A diferencia de una colonia, que es gobernada de manera directa o indirecta por una potencia extranjera, Cuba mantuvo su autonomía en la toma de decisiones políticas clave. La intervención en conflictos africanos, como la guerra de Angola, fue una iniciativa de Fidel Castro, quien vio en ello una obligación moral y revolucionaria. Esta intervención se dio, en muchas ocasiones, sin la aprobación directa de la URSS, que temía tensar aún más sus relaciones con EE. UU. en plena Guerra Fría.

2. Compromiso ideológico, no una imposición militar

La relación entre la URSS y Cuba fue una alianza política e ideológica frente al antagonismo de EE. UU., en la que ambos países tenían intereses compartidos en la expansión del socialismo.

Aunque la Unión Soviética tenía dos instalaciones militares en Cuba —la estación de inteligencia en Lourdes y una unidad de infantería motorizada—, estas no representaban una ocupación o control directo sobre el territorio cubano, como en una relación colonial tradicional. La base de Lourdes, operativa desde 1967, era un centro de inteligencia que beneficiaba tanto a la URSS como a Cuba al monitorear comunicaciones estadounidenses en el contexto de la Guerra Fría. La unidad de infantería, por su parte, era una presencia limitada, orientada a disuadir posibles intervenciones de EE. UU. y fortalecer las defensas de la isla. Estas instalaciones reflejaban un acuerdo de seguridad y colaboración estratégica más que una subordinación colonial, reforzando la autonomía de Cuba en su política exterior. En contraste con el modelo colonial clásico, no hubo una presencia militar invasiva en la isla, excepto durante la breve Crisis de los Misiles, en la que ambos países actuaron en un marco de cooperación estratégica.

3. Intercambio económico, no explotación

Una característica de las colonias es la extracción de recursos en beneficio de la metrópoli. La relación económica cubano-soviética fue, sin embargo, un intercambio. Cuba proporcionaba azúcar, cítricos y otros productos agrícolas, recibiendo a cambio petróleo, maquinaria y otros bienes de consumo. Aunque la economía cubana se volvió dependiente de este comercio, la URSS no se beneficiaba de una extracción directa de los recursos cubanos, sino que ambos países obtenían beneficios en un contexto de cooperación. Fue una relación de nuevo tipo, nunca antes vistas entre potencias y estados pequeños e incomprensible para quienes tienen una concepción del mundo condicionada por una lectura imperialista de la geopolítica.

4. El final de la relación sin pérdida de soberanía

Con el colapso de la URSS en 1991, Cuba enfrentó una grave crisis económica, pero la URSS o la Rusia postsoviética no intentaron mantener control alguno sobre la isla. A diferencia de los procesos de descolonización que enfrentaron resistencia violenta por parte de las metrópolis, el fin de la relación con la URSS no implicó conflictos de soberanía para Cuba, demostrando la independencia de su proyecto político.

Una prueba adicional de que Cuba no era una “colonia” soviética es que, tras el colapso de la URSS, la Rusia surgida quedó bajo control colonial de EE. UU., con cada ministerio y entidad estatal dirigida por asesores norteamericanos, hasta el punto de que la "Constitución" de Rusia fue redactada bajo su supervisión. Entonces, si la supuesta metrópoli soviética cayó en dependencia colonial de EE. UU., ¿cómo es posible que la supuesta “colonia” cubana lograra mantener su soberanía e independencia frente a la misma potencia? Esto demuestra la autonomía y solidez del proyecto revolucionario cubano, que no sucumbió al poder estadounidense como sí lo hizo la Rusia postsoviética.

5. Solidaridad internacional y el compromiso antiimperialista

Finalmente, el compromiso de Cuba con las luchas de liberación en África y América Latina, aun a costa de sus propios recursos y con decisiones que a veces contradecían los intereses soviéticos, refuerza la autonomía de la isla. La implicación en conflictos como los de Etiopía y la lucha de los pueblos latinoamericanos es una prueba de que la política exterior de Cuba se guiaba por sus propios principios revolucionarios, y no por la subordinación a la URSS.

Un argumento conveniente para la propaganda anticubana digna de la Guerra Fría

La afirmación de Thomas de que la Unión Soviética convirtió a Cuba en una “colonia” se alinea sorprendentemente bien con la narrativa que promovían los servicios de inteligencia y propaganda estadounidenses durante la Guerra Fría. Para la CIA, presentar a Cuba como un "satélite soviético" era clave para justificar las sanciones, el bloqueo y las constantes campañas de desestabilización.

Este tipo de análisis, que reduce la complejidad de la relación cubano-soviética a una dependencia colonial, parece más una narrativa diseñada para alimentar la visión de que Cuba carecía de soberanía y estaba bajo el dominio total de Moscú, en lugar de una interpretación basada en los hechos y los matices históricos. En este sentido, la versión de Thomas podría considerarse menos un resultado de investigación seria y más un discurso moldeado, consciente o inconscientemente, por las influencias ideológicas predominantes del medio en que se desenvolvió.

Al presentar su visión de la "colonia soviética," Thomas da pie a una interpretación que se ajusta a las necesidades de la propaganda occidental, norteamericana y alineada a la mafia cubano-americana, lo cual plantea la pregunta: ¿hasta qué punto esta visión responde a un análisis objetivo y hasta qué punto refleja una narrativa impulsada por agencias y políticas de EE. UU. para deslegitimar la soberanía cubana?

Conclusión

La interpretación de Hugh Thomas sobre Cuba como una "colonia soviética" refleja una visión que ignora muchos de los matices y complejidades de la relación entre Cuba y la URSS. Si bien hubo dependencia económica y política, estas no anulan la soberanía cubana ni convierten la relación en un modelo colonial en el sentido clásico. La alianza con la URSS, más que una colonización, fue una respuesta estratégica en un contexto mundial dominado por la Guerra Fría y la necesidad de resistencia ante el bloqueo económico estadounidense.

Este análisis sugiere que, al menos en este aspecto, la obra de Thomas sigue una narrativa que simplifica la historia cubana en un intento por ajustarla a una visión convencional de colonialismo, alineada a los intereses de los EE. UU. en medio de una guerra psicológica y cognitiva, pero que no resiste una lectura crítica de los hechos.

Nota:

Tengo delante mí esa obra de 1 281 páginas, sobre la que me propongo a escribir un artículo tan pronto haya terminado su lectura.

Fuentes consultadas:

  • Thomas, Hugh (2011). Cuba. La lucha por la libertad. DEBATE.

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