Cultura

Un diálogo en la penumbra

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Cortesía del autor.

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Este relato forma parte de una colección de narraciones de ficción publicadas en Tocororo Cubano. Los eventos y personajes son ficticios, creados para fomentar la creatividad literaria y la reflexión. Cualquier semejanza con personas o situaciones reales es pura coincidencia.

¡Le deseamos que disfrute de nuestro relato y pase un maravilloso momento junto a nosotros!

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Henrik caminaba por las calles empedradas de Estocolmo en una noche otoñal cargada de humedad. El eco de sus pasos resonaba entre los edificios de fachadas antiguas, mientras la brisa fría le erizaba la piel. Los destellos naranjas de las farolas, difuminados por la neblina, le daban al entorno un aire casi fantasmagórico. Al fondo, la imponente Iglesia de Sofia se alzaba como un testigo silencioso. Regresaba de una reunión de la organización de solidaridad, un espacio donde compartía ideas y hallaba apoyo en su lucha por Cuba.

Al llegar a una esquina, bajo el resguardo de un viejo árbol, distinguió la silueta de un hombre que lo observaba con una mezcla de curiosidad y desdén. Henrik reconoció al instante esa figura.

—Henrik, ¿no te cansas? —dijo el hombre, emergiendo de las sombras. Su tono cortante parecía cortar el aire entre ellos.

—¿Miguel? —respondió Henrik, deteniéndose. Su voz mantenía una calma que contrastaba con la tensión del momento.

Miguel, un conocido opositor político, esbozó una sonrisa sarcástica.

—Sigues con tu cruzada contra Estados Unidos. Eres inteligente, pero pierdes tu tiempo. No se puede contra ellos. Tienen todo: dinero, armas, poder. Tu resistencia es admirable, pero inútil.

Henrik sostuvo su mirada, dejando que las palabras se asentaran antes de replicar con firmeza:

—No lucho contra Estados Unidos, Miguel. Defiendo a Cuba y a su pueblo.

—Cuba. —Miguel soltó una risa seca—. Siempre el mismo argumento. El bloqueo no es el problema. El verdadero obstáculo es su sistema ineficiente, un modelo que ya no sirve. Si Cuba permitiera la iniciativa privada y dejara de aferrarse al pasado, no habría bloqueo que los detuviera.

Henrik frunció el ceño y avanzó un paso.

—¿De verdad crees que una economía puede prosperar con un castigo económico que afecta incluso a terceros países? Si una empresa en Europa intenta vender equipos médicos a Cuba, arriesga sanciones. ¿Eso es eficiencia, Miguel? ¿Eso es democracia?

Miguel cruzó los brazos, sacudiendo la cabeza.

—Henrik, lo que tú llamas bloqueo no es más que un embargo. Cuba puede comerciar con el resto del mundo, pero no lo hace porque prefiere culpar a Estados Unidos de su propio fracaso.

—Eso no es un embargo, Miguel. Es una guerra económica deliberada. Medicinas, alimentos, materiales básicos, todo está restringido. No es un problema interno; es una agresión externa diseñada para quebrar la dignidad de un pueblo.

Miguel chasqueó la lengua, como si las palabras de Henrik fueran irrelevantes.

—Sigues atrapado en tus ideales. La libertad, Henrik, está en abrirse al mundo real, no en resistir con consignas incipidas y gastadas.

Henrik respiró hondo, sintiendo que el peso de sus palabras era más importante que su tono.

—La libertad que defiendes es la del mercado, no la de los pueblos. Yo defiendo la soberanía, Miguel. La verdadera libertad no se mide en dólares ni en elecciones manipuladas; se mide en la dignidad de no rendirse ni arrodillarse. Por eso lucho, y seguiré haciéndolo.

Por un momento, el rostro de Miguel reflejó una mezcla de escepticismo y algo más profundo: duda. Pero pronto se recompuso, cruzando los brazos con teatralidad.

—Tal vez tengas razón en algo, Henrik. Pero yo no lo veo así.

Henrik esbozó una leve sonrisa.

—No tienes que verlo ahora. La historia siempre da la razón a quienes no se rinden.

Miguel se giró con un gesto altanero y comenzó a alejarse. Su silueta se desdibujaba en la penumbra cuando Henrik levantó la voz:

—Miguel. ¡Gracias!

Miguel se detuvo en seco, girando la cabeza con desconfianza.

—¿Gracias? ¿Por qué?

Henrik lo miró con picardía, dejando que la pausa alargara la expectativa.

—Por leer al Tocororo Cubano.

El rostro de Miguel se tensó, incapaz de ocultar su sorpresa, mientras una sonrisa traviesa se dibujo en el rostro de Henrik antes de seguir su camino, dejando que la neblina envolviera su silueta.

Aviso:

Las fotografías en este relato tienen como único objetivo fortalecer la narrativa y no guardan relación alguna con hechos reales.

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Copyright © Henrik Hernandez 2025

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