Tococoro: la leyenda que nunca calla

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Por Henrik Hernandez

(Inspirada en leyenda taína de amor, sacrificio y libertad eterna)

El océano contenía la respiración.

En el crepúsculo dorado, cuando Guey entregaba el cielo a Kaira, la doncella Tocoana escuchó el grito que heló su sangre:

—"¡Caribeees!"

Tres veces retumbó la advertencia. Tres veces su corazón latió como un tambor de guerra.

Los guerreros emergieron de los mangles, sus cuerpos pintados con achiote, sus hachas reluciendo bajo el último beso de Kachi. Tocoana corrió.

La persecución fue un relámpago:

Sus pies descalzos marcando la arena.

Su cabello negro pintando el aire.

Los caribes rugiendo como jaguares hambrientos.

Cuando vio el farallón, supo la verdad: no había escape.

—"Prefiero ser gaviota estrellada que flor en jaula"— pensó.

Y saltó.

El viento silbó en sus oídos. El mar abrió sus fauces de coral. Los caribes vieron cómo su cuerpo estallaba en colores contra los arrecifes.

Entonces...

Atabey bajó de las nubes. Tomó el cuerpo roto de Tocoana y lloró. Sus lágrimas, teñidas por el último rayo de Guey, transformaron la tragedia en arte:

Rojo como la sangre valiente.

Azul como el mar que la recibió.

Blanco como el espíritu puro.

Verde como los bosques que la esperaban.

—"¡Levántate, hija mía!"— ordenó la diosa, soplando vida en su pecho.

Un aleteo sacudió el aire.

Donde hubo muerte, nació el tocororo.

Hoy, cuando el sol cae sobre Cuba:

Su canto (to-co-ro-ro) cuenta la historia.

Sus plumas llevan los colores del sacrificio.

Su vuelo recuerda que nunca se captura un alma libre.

¡La libertad vale más que la vida!

Y los caribes...
...aún buscan en vano entre los acantilados,
oyendo risas que el viento les devuelve.

Gracias por leerme.
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