Sobre el Partido en la construcción del socialismo: reflexión filosófica de Henrik Hernandez
por Henrik Hernandezpublicado en
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Introducción
En el pensamiento filosófico de Henrik, la construcción de una sociedad justa y equitativa no puede fundamentarse en dogmas rígidos, sino en una reflexión constante sobre los principios y valores que guían el camino de la humanidad. Henrik considera que Fidel Castro comprendió que la Revolución Cubana no debía seguir un modelo preconcebido, sino responder a las necesidades del pueblo y adaptarse a los desafíos del tiempo. Su carácter antidogmático permitió que la Revolución se erigiera como un paradigma de transformación social basado en la praxis y la innovación.
Según Henrik, el triunfo revolucionario de 1959 no fue el resultado de la dirección de un partido único, sino de un proceso orgánico en el que confluyeron diversas corrientes políticas y filosóficas. En la Sierra Maestra y en la lucha clandestina en las ciudades, combatieron juntos marxistas, nacionalistas, demócratas radicales y humanistas revolucionarios. Fue la unidad en la acción y la claridad de principios, más que la adhesión a una estructura partidista, lo que permitió la victoria sobre la tiranía de Batista.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo, y en un contexto de agresión imperialista sistemática, Henrik señala que la Revolución optó por estructurarse bajo un modelo partidista de inspiración marxista-leninista. Esta decisión respondió a las circunstancias del momento, pero implicó un cambio en la naturaleza del proceso revolucionario. La institucionalización trajo consigo estabilidad y capacidad organizativa, pero también el riesgo de burocratización y dogmatismo.
Si analizamos su liderazgo, Fidel siempre supo maniobrar estratégicamente y tomar decisiones en función de la coyuntura. No era un ideólogo cerrado, sino un táctico revolucionario. Sin embargo, la creación del Partido Comunista de Cuba como única organización política reconocida institucionalmente sugiere que, más allá de la estrategia inmediata, asumió que este modelo aseguraría la estabilidad a largo plazo.
Pero si, como dice Henrik, estaba muy claro el problema del partido, entonces quizás Fidel también percibió sus limitaciones pero optó por una estructura que le permitiera mantener el control del proceso revolucionario sin que fuerzas externas o internas lo desestabilizaran. ¿Se podría haber organizado el poder de otra manera sin caer en la fragmentación política? ¿Habría sido posible sostener la independencia de Cuba sin el partido único frente a las agresiones de EE.UU.?
Claridad en la transición del Partido al Poder Popular
Para que el Partido Comunista de Cuba pueda ceder el poder sin generar un vacío político, es necesario un proceso de transición estructurado. Henrik plantea que el partido debe alejarse paulatinamente del poder de facto, dejando la administración del Estado en manos del Poder Popular. Este proceso debe incluir:
- Mecanismos de supervisión popular para garantizar que la transición no derive en la formación de nuevas élites burocráticas.
- Reformas en la estructura del gobierno para consolidar el papel de las organizaciones sociales como los CDR, la FMC, la CTC, la ANAP y las asociaciones de intelectuales y artistas.
- Creación de un consejo de dirección económica conformado por especialistas, técnicos y científicos, evitando que las decisiones económicas sean determinadas por dinámicas políticas en lugar de criterios de eficiencia y sostenibilidad.
- Educación política integral para toda la población, con énfasis en formación jurídica, gobernabilidad, mecanismos de control popular y herramientas para la autogestión y la democracia participativa. Sin una educación política sólida, la transferencia de poder al pueblo corre el riesgo de ser simbólica en lugar de efectiva.
- Se necesita un sistema donde los trabajadores gestionen directamente los medios de producción, sin una burocracia estatal que actúe como intermediaria. Esto garantizaría que la producción responda a las necesidades del pueblo y no a las dinámicas de un aparato burocrático que prioriza su propia supervivencia sobre la eficiencia y el bienestar colectivo.
La función del partido debe ubicarse exclusivamente en el plano ideológico, de propaganda y en la preparación de cuadros políticos y administrativos, asegurando que su rol no interfiera en la dirección del Estado ni en la gestión de la economía. De esta manera, el partido no asumiría funciones de gobierno ni controlaría los recursos del país, sino que se enfocaría en la formación de líderes comprometidos con el proceso revolucionario y en la consolidación de una conciencia política dentro de la sociedad.
Sin embargo, en la estructura socialista tradicional, el partido, como ente de poder, genera una duplicación del poder dentro de un sistema que, en teoría, debería ser socialmente homogéneo. En cada colectivo de producción, el núcleo del partido se convierte en el verdadero centro de poder, lo que trae como consecuencia que su objetivo fundamental sea la preservación y mantenimiento de su propio poder, relegando a un segundo plano las funciones de producción y la eficiencia económica. Este fenómeno crea una burocracia partidista que, lejos de ser un motor del desarrollo socialista, termina por convertirse en un obstáculo para el avance de las fuerzas productivas.
Esto trae como consecuencia la enajenación colectiva de los trabajadores de los factores no económicos de la producción y propicia la apropiación indebida de los factores económicos a nivel individual por parte de funcionarios. Esto no es corrupción, pues la misma se caracteriza por la utilización de las esferas sociales por medios privados, que en el socialismo no existe, al ser los medios de producción de carácter social.
Cualquier intento de solucionar esta situación creando condiciones parciales de relaciones de mercado (capitalismo) solo conlleva a la integración paulatina de la burocracia partidista al sistema capitalista mundial y al control de la economía subterránea dentro del país por parte de la burocracia partidista.
Todo esto crea la necesidad de que la burocracia restaure el capitalismo, al consolidar su poder económico dentro de una estructura que la beneficia a expensas del control social sobre los medios de producción. Ya sea transformando el sistema socialista en capitalismo monopolista de estado a y en nombre del socialismo como son los casos de China y Vietnam o pasando a (neo)liberalismo como sucedió en Europa Oriental y el espacio post soviético.
En otras palabras, la burocracia dentro de la construcción del socialismo, se erige como sepulturero del sistema social, pues no le basta con disfrutar de la propiedad social, sino que aspira a la expropiación de los medios de producción.
Riesgos y oportunidades de la transición
Como en todo cambio estructural, la disolución progresiva del partido y la transferencia de poder conllevan riesgos:
- Fragmentación política si no se logra un consenso amplio sobre la nueva estructura de gobernanza.
- Influencia de intereses externos, que podrían intentar explotar la descentralización para promover la restauración capitalista.
- Resistencia interna de sectores burocráticos que se benefician del statu quo.
Sin embargo, las oportunidades de este modelo son igualmente significativas:
- Mayor participación popular real, sin la mediación de una cúpula burocrática.
- Reducción del dogmatismo ideológico, permitiendo la evolución del socialismo según las necesidades del pueblo y no de una dirección partidista.
- Optimización de la economía, al separarse la gestión económica de la política.
Un pueblo más empoderado y preparado, gracias a la educación política integral, capaz de tomar decisiones informadas y ejercer su poder de forma consciente.
Conclusión: un Socialismo para el Siglo XXI
Cuba sigue siendo un caso especial, con una resistencia histórica impresionante frente al bloqueo de EE.UU. Sin embargo, para construir un socialismo viable y sostenible en el siglo XXI, es necesario superar la burocratización y fomentar una participación real del pueblo en la economía y la política. Esto implicaría, como hemos discutido antes, una transición del poder estatal al Poder Popular, con una economía eficiente y planificada democráticamente.
La gran pregunta es si el socialismo del siglo XXI necesita seguir atado a las estructuras del pasado. Mientras Lenin defendía que el partido era el único garante del socialismo, Henrik argumenta que, en el contexto actual, la existencia prolongada del partido como centro del poder solo conduce a la burocratización y a la eventual restauración capitalista.
Para avanzar hacia un socialismo genuino, Henrik sostiene que es fundamental que el Partido se autodisuelva y ceda su lugar a un sistema de participación comunitaria directa. Es decir, aplicar la consigna de Lenin: "¡Todo el poder a los Soviets!". En el caso de Cuba, ¡Todo el poder al Poder Popular! Solo a través de una verdadera descentralización y empoderamiento del pueblo en la toma de decisiones se podrá construir una sociedad justa, equitativa y en constante evolución.
Notas:
Los factores de producción se dividen en económicos y no económicos, y ambos influyen en la generación de bienes y servicios dentro de una sociedad. Los factores económicos incluyen los elementos tangibles y cuantificables que intervienen directamente en el proceso productivo, como la tierra (recursos naturales), el trabajo (mano de obra), el capital (infraestructura, maquinaria, dinero) y la iniciativa empresarial (gestión, innovación y organización). Por otro lado, los factores no económicos son aquellos que, aunque no tienen un valor monetario directo, afectan significativamente la producción, como los factores sociales (cultura del trabajo, educación, estructura demográfica), políticos y legales (estabilidad gubernamental, regulaciones, políticas económicas), tecnológicos (nivel de innovación y digitalización), culturales e ideológicos (valores sociales, ética laboral), y ambientales (clima, acceso a recursos naturales). La combinación eficiente de ambos tipos de factores es clave para lograr un sistema productivo sostenible y equitativo.
Fuentes consultadas:
- Guevara, E. (1965). El socialismo y el hombre en Cuba. Ediciones Casa de las Américas.
- Horowitz, I.L. (1972). Fundamentos de sociología política. Fondo de Cultura Económica, México.
- Lebowitz, M. (2006). Construyendo el socialismo del siglo XXI: La nueva alternativa. Monthly Review Press.
- Borón, A. (2004). Socialismo siglo XXI: Nuevas estrategias y desafíos. Recuperado el 15 de febrero de 2025, de https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=907&campo=
- Castro, F. (2005, 17 de noviembre). Discurso pronunciado en el acto por el 60º aniversario de su ingreso en la Universidad de La Habana. Recuperado el 15 de febrero de 2025, de http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
- Partido Comunista de Cuba. (1976). Constitución de la República de Cuba. Recuperado el 15 de febrero de 2025, de https://www.constitutionnet.org/sites/default/files/Cuba%20Constitution.pdf
- Lenin, V. I. (1917). El Estado y la Revolución (Tomo 33). Editorial Progreso. Recuperado el 15 de febrero de 2025, de https://archive.org/details/obras-completas-lenin-tomo33
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La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.
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