Plusdirección y burguesía funcional: la esencia capitalista en el socialismo real
por Henrik Hernandezpublicado en
¡Bienvenido a Tocororo Cubano!
Aquí no solo encontrarás artículos:
encontrarás pensamiento vivo, memoria insurgente
y palabras que no temen romper el molde.
Estés donde estés, gracias por estar con nosotros.
Por Henrik Hernandez
Durante décadas, amplios sectores revolucionarios han defendido la tesis de que el socialismo real constituyó un nuevo modo de producción, superior al capitalismo. Sin embargo, un análisis riguroso desde la perspectiva marxista revela que el llamado "socialismo real" no transformó estructuralmente las relaciones de producción, sino que adoptó una forma específica de capitalismo estatista, funcionalmente explotadora, aunque ideológicamente legitimada como socialista.
La base del análisis: modo de producción vs. modelo
Un modo de producción se define por las relaciones entre quienes producen y quienes controlan la producción, los medios materiales y el excedente social. En cambio, un modelo puede ser simplemente una forma particular de gestión dentro del mismo modo. El socialismo real, lejos de constituir un nuevo modo de producción, funcionó como un modelo de capitalismo estatal.
La continuidad de la explotación
En el capitalismo clásico, la explotación se manifiesta a través de la extracción de plusvalía: el capitalista paga al obrero menos de lo que produce, apropiándose del excedente. En el socialismo real, desaparece el capitalista individual, pero surge una nueva forma de explotación estructural: la plusdirección.
La plusdirección: piedra angular de la explotación capitalista en el socialismo real
La plusdirección es la apropiación no legítima del producto social a través del control unilateral de los mecanismos de decisión, planificación y distribución, sin ser propietaria formal ni legal, pero con monopolio funcional del poder sobre el trabajo social y los recursos colectivos.
Esta forma de expropiación constituye la piedra angular de la explotación dentro del socialismo real. No se basa en la propiedad privada directa, sino en la capacidad de una clase gestora —la burguesía funcional— para apropiarse del excedente social a través de su posición dominante en el aparato estatal. La plusdirección reemplaza la plusvalía tradicional, reproduciendo la lógica capitalista bajo apariencia socialista.
Esta forma de explotación es más difícil de detectar porque se oculta tras un discurso de propiedad social y representación del pueblo, pero en su esencia mantiene la alienación del trabajo y la desigualdad estructural entre quienes producen y quienes deciden sobre la producción.
La plusdirección es la apropiación no legítima del producto social por parte de una burguesía funcional, que, sin ser propietaria formal ni legal, controla los medios de producción y dirige el excedente sin participación popular efectiva. No se basa en la propiedad, sino en el monopolio de la decisión política, económica e ideológica. Esta forma de explotación es más difícil de detectar porque se oculta tras un discurso de propiedad social y representación del pueblo.
La burguesía funcional: nueva clase dominante estatal
En el lugar del burgués clásico aparece la burguesía funcional: una élite administrativa, tecnocrática y política que controla los medios sin poseerlos. Esta clase se reproduce mediante la lealtad al aparato, el control vertical del poder y la apropiación de privilegios estructurales: viviendas, transporte, consumo diferencial, viajes, impunidad.
Relaciones de producción en el socialismo real
Aunque la propiedad estatal se presenta como propiedad social, en la práctica está controlada por la burguesía funcional, que ejerce todos los atributos clásicos de la propiedad sin poseerla jurídicamente. Esto se manifiesta a través de:
Control: la burguesía funcional decide qué se produce, cómo y para quién.
Uso: tiene acceso privilegiado a los recursos del Estado (vehículos, viviendas, viajes, servicios especiales).
Disposición: puede reasignar recursos, presupuestos o bienes materiales sin consulta ni control popular.
Exclusión: limita o niega el acceso del pueblo a determinados beneficios según criterios de fidelidad o jerarquía.
Legitimidad: se ampara en la estructura institucional del Estado y en el discurso revolucionario para justificar su control.
Estos elementos demuestran que, aunque no haya propiedad privada tradicional, la propiedad como relación social persiste: hay una clase que decide sobre los bienes comunes en función de sus intereses y reproducción estructural.
El obrero sigue siendo un asalariado. No decide sobre qué producir, ni cómo, ni para quién. Su trabajo está alienado: no se reconoce en él. La planificación central no resuelve esto, porque es ejercida por una casta burocrática sin vínculo directo con la producción ni con las comunidades.
La propiedad estatal no es equivalente a propiedad social si no hay control popular real. En este modelo, la estructura vertical se mantiene: el pueblo no dirige, solo ejecuta.
El fetichismo del discurso socialista
El socialismo real recubrió la dominación con el lenguaje de la emancipación. Habló de revolución, de igualdad, de propiedad del pueblo, mientras negaba la participación efectiva. Esta contradicción ideológica desarmó la crítica interna y facilitó la restauración capitalista bajo nuevas formas.
Capitalismo estatista y capitalismo socialista
Capitalismo estatista: modelo donde el Estado asume funciones del capital privado, sin cambiar las relaciones de dominación.
Capitalismo socialista: forma específica del capitalismo estatista, legitimada ideológicamente como socialismo, con símbolos, héroes y retórica revolucionaria, pero sin transformación real.
Ambos son formas del mismo modo de producción capitalista, con diferencias de forma pero no de fondo.
Conclusión: el socialismo real como forma de capitalismo funcional estatal
El socialismo real no fue una transición al comunismo, sino una mutación del capitalismo bajo gestión estatal monopólica, en la que una clase denominada burguesía funcional ejerció el poder de decisión sobre el trabajo ajeno y el producto social. Esta clase no necesitó ser propietaria formal: su poder nació del monopolio de la dirección, reproduciendo de hecho las formas esenciales del capitalismo.
Los intereses de esta burguesía funcional no estaban ligados al proyecto de una sociedad sin clases, sino a la preservación de sus privilegios y de su control sobre el excedente social. Esta contradicción estructural fue la que llevó, en países como la URSS, a una transición abierta hacia el capitalismo liberal. Lejos de resistir el colapso, la burguesía funcional se reconvirtió en clase propietaria privada, expropiando al propio Estado en un proceso de apropiación legalizada de los recursos públicos. En países como China y Vietnam, en lugar de desintegrarse, esta clase condujo a la transformación del modelo en un sistema mixto, donde la propiedad privada coexiste con una propiedad estatal subordinada a los intereses del mercado y del capital, consolidando así una nueva forma de capitalismo híbrido dirigido desde el aparato estatal. En esos países existe una simbiosis políticia y económica entre la burguesía y al burguesía funcional. Esta orientación hacia los intereses del mercado y del capital equivale, en esencia, a una subordinación progresiva a los intereses del capital liberal, aunque conservando formas nacionalistas o socialistas en lo discursivo., utilizando su posición dentro del aparato estatal para apropiarse legalmente de lo que antes administraba.
Así, la transición al capitalismo no fue una derrota externa, sino una transformación interna impulsada por la maduración capitalista del Estado socialista degenerado. Donde no hubo poder popular real, lo que hubo fue un reajuste del capitalismo, un camino natural. La llamada “transición al capitalismo” no fue más que un cambio de modelo dentro del mismo modo de producción capitalista. Lo que antes era dominio funcional —el poder de decidir, asignar, controlar y excluir— se transformó en propiedad jurídica directa, mediante procesos de privatización y legalización del saqueo. La burguesía funcional simplemente capitalizó su posición burocrática, convirtiendo el poder político en propiedad económica. No fue el fin del capitalismo, sino su reconfiguración.
El socialismo real debe entenderse entonces como una forma de capitalismo funcional estatal, donde el Estado se convierte en el gran capitalista colectivo, y su burocracia dirigente actúa como nueva clase dominante. Mientras no se transformen las relaciones de producción, mientras el trabajo siga alienado y el poder siga concentrado, no existe socialismo, sino explotación enmascarada bajo formas revolucionarias.
Nuestra tarea es recuperar la crítica marxista desde su base: cambiar las relaciones de producción, destruir la plusdirección y abolir la burguesía funcional, no solo cambiar las formas del capital. Esa es la revolución pendiente.
Cuando se produce una revolución socialista y se expropia a la burguesía tradicional, la clase obrera no puede detenerse en la expropiación formal. Debe profundizar la revolución impidiendo el surgimiento de una nueva burguesía funcional, que reproduzca la dominación bajo formas estatales. Para ello, el aparato productivo debe ser puesto en manos de los propios productores, a través de estructuras de autogestión, consejos obreros, control comunal y planificación democrática desde la base. Solo así puede realizarse plenamente el socialismo como forma de poder popular y no como nuevo vehículo de explotación encubierta. En esta perspectiva, el control debe dejar de ejercerse sobre las personas y pasar a concentrarse en la producción y en las cosas, es decir, en la organización colectiva, en la planificación racional y en el uso consciente de los recursos. Solo así se elimina la dominación entre seres humanos y se abre paso a una sociedad verdaderamente libre. En este sentido, es necesario reconocer que el socialismo real no destruyó la explotación del hombre por el hombre, sino que modificó su forma y su modelo. Sustituyó al propietario individual por la clase gestora, y la apropiación legal por la dominación funcional. El resultado fue un nuevo rostro del mismo sistema: explotación administrada por el Estado en nombre del pueblo, pero sin el pueblo.
El socialismo real no fue una transición al comunismo, sino una mutación del capitalismo bajo gestión estatal monopólica, en la que una clase denominada burguesía funcional ejerció el poder de decisión sobre el trabajo ajeno y el producto social. Esta clase no necesitó ser propietaria formal: su poder nació del monopolio de la dirección, reproduciendo de hecho las formas esenciales del capitalismo.
El socialismo real debe entenderse entonces como una forma de capitalismo funcional estatal, donde el Estado se convierte en el gran capitalista colectivo, y su burocracia dirigente actúa como nueva clase dominante. Mientras no se transformen las relaciones de producción, mientras el trabajo siga alienado y el poder siga concentrado, no existe socialismo, sino explotación enmascarada bajo formas revolucionarias.
Nuestra tarea es recuperar la crítica marxista desde su base: cambiar las relaciones de producción, destruir la plusdirección y abolir la burguesía funcional, no solo cambiar las formas del capital. Esa es la revolución pendiente.
El socialismo real no fue una transición al comunismo, sino una mutación del capitalismo bajo gestión estatal monopólica. Mientras no se transformen las relaciones de producción, mientras el trabajo siga alienado y la dirección centralizada en una burguesía funcional, no existe socialismo, sino explotación encubierta.
Nuestra tarea es recuperar la crítica marxista desde su base: cambiar las relaciones de producción, destruir la plusdirección y abolir la burguesía funcional, no solo cambiar las formas del capital. Esa es la revolución pendiente.
Notas aclaratorias
- No obstante el contenido crítico de este ensayo, el autor considera que el socialismo real representó importantes avances sociales dentro de las sociedades en que se desarrolló. A pesar de sus contradicciones estructurales y de la reproducción de formas de explotación, dicho modelo logró ampliar el acceso a la educación, la salud, la igualdad de género y la justicia social en muchas regiones del mundo. Reconocer estas conquistas no invalida la crítica profunda a sus límites, sino que la hace más completa y dialéctica.
- Este artículo no niega el peso del contexto histórico ni las presiones externas que enfrentaron los proyectos socialistas. Pero considera que las contradicciones internas del socialismo real deben ser examinadas con rigor, para evitar su reproducción bajo nuevas formas. Las categorías de plusdirección y burguesía funcional buscan precisamente abrir ese debate. Las soluciones, por complejas que sean, comienzan con el reconocimiento de los errores estructurales.
Glosario:
Alienación: Proceso por el cual el trabajador pierde el control sobre su actividad productiva y no se reconoce en lo que produce.
Burguesía funcional: Clase dominante en el socialismo real; no posee legalmente los medios de producción, pero los controla y se beneficia del excedente social mediante su función dentro del Estado.
Capitalismo estatista: Modelo en el que el Estado asume el rol del capitalista, manteniendo la explotación a través del control centralizado de la economía.
Capitalismo socialista: Forma ideológica del capitalismo estatista, que utiliza lenguaje y símbolos socialistas para encubrir relaciones de producción capitalistas.
Modo de producción: Estructura social basada en cómo se organizan las relaciones entre trabajo, propiedad y control de los recursos y el excedente.
Plusdirección: Apropiación no legítima del producto social mediante el control unilateral de la planificación, sin ser propietario legal ni formal.
Relaciones de producción: Vínculos sociales entre quienes producen, poseen o controlan los medios de producción y quienes trabajan.
Socialismo real: Modelo político y económico que, bajo bandera socialista, mantuvo estructuras jerárquicas y formas de explotación capitalistas bajo gestión estatal.
Funtes consultadas:
Marx, K. (1867/2021). El Capital: Crítica de la economía política. Tomo I: El proceso de producción del capital (D. Requeira, Trad.). Ciudad de México: Siglo XXI Editores. (Trabajo original publicado en 1867)
Marx, K. (1885/2021). El Capital: Crítica de la economía política. Tomo II: El proceso de circulación del capital (D. Requeira, Trad.). Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
Marx, K. (1894/2021). El Capital: Crítica de la economía política. Tomo III: El proceso global de la producción capitalista (D. Requeira, Trad.). Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
Trotsky, L. (1936). La revolución traicionada: ¿Qué es y adónde va la URSS?. París: Éditions de la Lutte de Classe.
Fuentes recomendadas:
Bettelheim, C. (1974). Calcul économique et formes de propriété. Paris: Maspero.
Djilas, M. (1957). La nueva clase: Un análisis del sistema comunista. Buenos Aires: Eudeba.
Lefebvre, H. (1971). El marxismo. Madrid: Alianza Editorial.
Mandel, E. (1978). El capitalismo tardío. México: Siglo XXI Editores.
Marx, K. (1867). El Capital. Crítica de la economía política (Vol. I). Berlín: Verlag von Otto Meissner.
Marx, K., & Engels, F. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Londres.
Naville, P. (1963). El nuevo Leviatán: La burocracia y el poder. París: Éditions du Seuil.
Sweezy, P. M. (1972). Teoría del desarrollo capitalista. México: Fondo de Cultura Económica.
Gracias por leerme.
Si lo que aquí comparto resonó contigo, ayúdanos a crecer comentando, compartiendo y dejando tu huella en esta comunidad de pensamiento y corazón cubano.
Copyright © Henrik Hernández 2025
Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernández, con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria) —quien asiste el proceso de escritura desde julio de 2024.
#Cuba #TocororoCuba #CríticaMarxista #SocialismoReal
Comentarios