Para los que partieron: una carta sin odio para sanar la herida del olvido
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernandez
Este texto no es una condena ni un juicio. Es una invitación a mirar hacia dentro, con honestidad y sin odio. Quien lo lea desde el resentimiento quizás no vea más que reproche; quien lo lea desde el corazón, tal vez reconozca en estas palabras una verdad que aún late en su memoria.
La herida del olvido no se cierra con gritos, sino con amor a la verdad. Cuba no necesita alabanzas vacías, ni tampoco soporta más traiciones. Solo pide algo sencillo: no ser negada por aquellos que un día fueron abrazados por ella.
Carta abierta a los cubanos que salieron de Cuba
Hay heridas que no sangran, pero duelen más con los años.
Y una de ellas es ver cómo, quienes nacieron y crecieron en la misma tierra que nosotros, quienes compartieron aulas, hospitales, calles polvorientas y sueños comunes, hoy hablan de Cuba con el odio que solo puede nacer del desarraigo… o del miedo a recordar.
Esta no es una carta de reproche.
No es un ajuste de cuentas.
Es un suspiro largo.
Es un intento de comprender.
Y si es posible, de tender una mano.
No para convencer, sino para recordarles lo que quizás ya no se atreven a decirse a sí mismos.
Muchos partieron buscando un futuro mejor. Eso no es traición. Eso es humano.
Pero al llegar a otras tierras, a veces frías, a veces hostiles, descubrieron que para ser aceptados, había que renegar de donde venían.
Y así, poco a poco, algunos comenzaron a olvidar. Y al olvidar, comenzaron a odiar.
Como si fuera más fácil destruir el pasado que aceptarlo con gratitud y sus contradicciones.
Este fenómeno, doloroso y frecuente, no nace solo de una decisión personal. Está influido por factores profundos y muchas veces invisibles. Entre ellos:
La presión del entorno receptor, que muchas veces premia con empleo, estatus o incluso residencia a quien repite los discursos anticubanos.
El deseo de validación social, que empuja a muchos a demostrar que se han “superado” hablando mal de sus orígenes.
La confusión emocional de haber crecido con ideales elevados y luego vivir frustraciones personales, que se proyectan contra todo el sistema.
La narrativa dominante en los medios y redes, que tergiversa la realidad cubana y convierte a todo emigrado en “víctima heroica”.
El desarraigo cultural, que al no ser sanado, se convierte en rechazo hacia lo que una vez fue parte de su identidad.
Y también, hay que decirlo, cierta falta de pensamiento propio, que lleva a repetir lo que otros dicen sin procesarlo desde la experiencia vivida.
Pero Cuba, con sus aciertos y errores, los formó. Les enseñó a leer, a curar, a construir. Cuidó su salud, les regaló cultura, les dio dignidad en un mundo que aplasta a los pobres.
Eso no la hace perfecta. Pero sí la hace madre. Esa es una verdad que no se puede obviar.
Y aunque uno puede irse lejos de una madre, aunque puede enfadarse con ella, incluso rechazarla…, nunca, nunca debería escupirle en el rostro para complacer a extraños.
Sabemos que la vida fuera no siempre es fácil. Que hay explotación, racismo, pobreza, vacío y soledad. Y entendemos que, para muchos, hablar mal de Cuba es casi un boleto de entrada a una sociedad que los mira con recelo.
Pero, hermanos, no olviden que su voz pesa. Y cuando repiten mentiras, cuando se burlan, cuando celebran las campañas que ahogan a su propio pueblo… no están criticando a un sistema: están dañando a la gente que quedó atrás.
A su madre que aún hace colas.
A su maestro que sigue enseñando con amor.
A su vecina que les prestó azúcar cuando eran niños.
A su historia.
No pedimos silencio.
No pedimos obediencia.
Solo pedimos memoria y decencia.
Porque incluso quien no desea volver, puede elegir no odiar. Puede elegir no mentir.
Puede elegir callar cuando lo que tiene para decir solo sirve al enemigo del pueblo.
Yo, quien escribe esta carta, también he vivido decepciones, desencuentros, frustraciones, contradicciones e incluso dudas y conflictos internos, pero a pesar de todo, he elegido ser leal a la verdad y a mis raíces.
A veces duele ver cómo lo que amamos no siempre está a la altura de su propio ideal y nuestras propias expectativas. Pero nunca he dudado de dónde está mi lealtad.
Porque la cubanía no se disuelve con el desencanto: se afirma cuando, a pesar de todo, decidimos seguir defendiendo lo justo, lo nuestro.
No hablo desde el fanatismo, hablo desde la conciencia. Desde el amor a un pueblo que merece ser cuidado y defendido, incluso cuando los errores nos hiere.
Esta carta no busca traerlos de vuelta físicamente. Solo desea recordarles que Cuba vive en ustedes, aunque lo nieguen. Y que cada vez que insultan a su país, están amputando una parte de su alma.
Si aún queda en ustedes una chispa de verdad, una lágrima de gratitud, háblenle al mundo desde ella. Desde la sinceridad, no desde el resentimiento.
Porque Cuba no necesita que todos la defiendan. Pero sí que quienes la conocen…
no la traicionen.
Ten presente hermano que, el olvido no es libertad: es una herida abierta que solo puede sanar desde la verdad, la gratitud y la fidelidad a las raíces.
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Copyright © Henrik Hernandez 2025
La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.
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