La plusdirección: origen de la dominación y límite del socialismo aislado
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernande
Introducción
La historia de las revoluciones suele contarse desde las rupturas visibles: el derrocamiento de reyes, la toma del poder político, la nacionalización de la economía, la formación de nuevos Estados. Sin embargo, bajo estas transformaciones palpables persisten estructuras más antiguas, más profundas y más resistentes que condicionan el destino de cualquier intento emancipador. La promesa socialista del siglo XX —la eliminación de la explotación y la creación de una sociedad sin clases— naufragó repetidamente no solo por presiones externas, errores tácticos o traiciones internas, sino por una razón estructural que ha permanecido oscura para la teoría política contemporánea: la permanencia de la plusdirección, la forma primordial de dominación que surgió en el Neolítico.
Este ensayo propone una tesis esencial: el nacimiento de la explotación humana no se sitúa en la propiedad privada, como afirmó el marxismo clásico, sino en la primera forma histórica de dirección vertical del excedente. Es en la Revolución Neolítica —y no en el capitalismo— donde aparece el principio organizativo que ha moldeado diez mil años de jerarquía social. Quien controla el excedente controla la vida de la comunidad; quien administra los recursos termina administrando a las personas. Esa es la génesis de la dominación.
A partir de esta premisa, el socialismo del siglo XX debe ser revisado con una mirada más profunda. Las experiencias soviética, china, yugoslava y cubana abolieron la propiedad privada burguesa, pero no desmantelaron la estructura milenaria de dirección vertical. Por ello, surgió en cada una una nueva clase: la burocracia o burguesía funcional, cuya existencia se explica no por la propiedad formal, sino por la lógica interna de la plusdirección.
Este ensayo no pretende sustituir al marxismo, sino ampliarlo. Su propósito es poner sobre la mesa un hecho que la teoría tradicional no terminó de procesar: la dominación organizativa antecede a la dominación económica, y sin eliminar la primera, no puede desaparecer la segunda. Esto lleva a una conclusión crucial: el socialismo no puede completarse en un país aislado, porque el aislamiento obliga a reforzar la dirección vertical para sobrevivir, reproduciendo así la estructura neolítica de dominación.
Este texto se conecta directamente con mi obra "Manifiesto para una revolución socialista genuina", donde exploro cómo una dirección social realmente democratizada podría romper la inercia de diez mil años de verticalidad. Aquí, sin embargo, el objetivo es otro: fundamentar históricamente por qué el socialismo aislado está estructuralmente limitado, y por qué todas las revoluciones del siglo XX reprodujeron jerarquías aun después de abolir la propiedad privada.
La Revolución Neolítica y el origen de la plusdirección
El Neolítico es, con toda justicia, la única revolución completamente lograda de la historia humana. Transformó la economía, la organización social, la tecnología, la espiritualidad y el tiempo mismo. Pero su cambio más profundo no fue la agricultura, ni la domesticación de animales, ni la sedentarización: fue el surgimiento de la administración del excedente.
En las comunidades cazadoras-recolectoras, la distribución de recursos era inmediata, colectiva y basada en la reciprocidad. No existía almacenamiento masivo ni dirección centralizada. Cuando el excedente aparece —grano, semillas, animales, herramientas acumuladas— surge también la necesidad de protegerlo, contabilizarlo y redistribuirlo. La función técnica de administrar se convierte paulatinamente en función de poder. La especialización deviene diferencia social; la gestión se convierte en autoridad; la autoridad se cristaliza en casta.
Este proceso no fue una desviación moral, sino una respuesta estructural al incremento de complejidad. El excedente no podía gestionarse por todo el colectivo sin mecanismos estables de coordinación. La solución encontrada —casi universal en las primeras sociedades agrarias— fue delegar la administración en un grupo especializado. Esta delegación, inicialmente funcional y colectiva, condujo de manera casi inevitable a una diferenciación social que precede en milenios a la propiedad privada. Una vez que un grupo controla la redistribución, controla la vida social.
Aquí nace lo que en este ensayo llamamos plusdirección: la dirección vertical del excedente que, al convertirse en monopolio de una minoría, genera la primera forma histórica de dominación humana.
La plusdirección antecede a la propiedad privada; antecede al Estado; antecede incluso a las clases sociales formalmente definidas. Es la infraestructura de poder que hará posible, más tarde, la socialización del trabajo, la apropiación privada del producto y la consolidación de jerarquías.
Desde esta perspectiva, la propiedad privada no es la causa de la explotación: es su legitimación jurídica tardía.
Marx: los límites de un descubrimiento incompleto
Marx descubrió la lógica interna del capitalismo como ningún otro pensador antes o después. Su análisis de la plusvalía, la explotación del trabajo asalariado y la acumulación originaria son pilares de la teoría crítica moderna. Pero Marx partió de un punto demasiado tardío en la historia: el capitalismo industrial europeo del siglo XIX.
En sus investigaciones antropológicas, Marx y Engels identificaron el surgimiento del Estado y de las clases en relación con el excedente y la división del trabajo. Pero nunca aislaron la función estructural precisa por la cual la administración de ese excedente produce dominación vertical. Sí vieron el surgimiento de la propiedad privada; sí entendieron la división social del trabajo; pero no reconocieron la forma organizativa primigenia —la plusdirección— como causa material de la explotación.
Por esta razón, Marx creyó que socializar los medios de producción eliminaría la explotación. No vio que la dominación puede persistir incluso sin propiedad privada, si la estructura organizativa de dirección vertical permanece intacta. Y eso fue exactamente lo que ocurrió en todos los socialismos del siglo XX.III. Lenin y la contradicción del socialismo en un país atrasado
Lenin comprendió mejor que nadie la relación entre atraso económico, guerra y centralización del poder. A diferencia de Marx, que esperaba revoluciones en países capitalistas avanzados, Lenin tuvo que dirigir la primera revolución socialista en uno de los países más atrasados de Europa.
Rusia no tenía: un proletariado numeroso, un desarrollo industrial comparable al de Alemania o Inglaterra, un sistema financiero moderno ni una tradición democrática burguesa.
Además, estaba cercada por las potencias capitalistas, sumida en la guerra civil y devastada económicamente.
En esas condiciones, Lenin tomó decisiones que no respondían a teoría abstracta, sino a la urgencia material de la supervivencia. La centralización del poder económico y político —el “comunismo de guerra” primero, y luego el control del Estado sobre las palancas fundamentales de la economía— fue, en su origen, un recurso defensivo. Lenin esperaba que esta centralización fuera temporal hasta que estallara la revolución en Occidente.
Sin embargo, desde el punto de vista estructural, aquellas medidas reforzaron algo más profundo: la plusdirección, es decir, la dirección vertical del excedente, inevitable bajo condiciones de escasez y asedio.
Era materialmente imposible —no por voluntad política, sino por condiciones objetivas— eliminar la verticalidad organizativa en una nación: aislada, pobre, militarmente amenazada y sin desarrollo técnico suficiente para permitir una distribución horizontal del excedente.
Lenin nunca concibió el “socialismo en un solo país” como posibilidad real. Su esperanza siempre fue la expansión internacional, única vía para romper la necesidad de centralización extrema que reforzaba la plusdirección. La revolución mundial no era para él un dogma: era una premisa estructural.
Stalin: la institucionalización de la plusdirección
Si Lenin centralizó para sobrevivir, Stalin convirtió esa centralización en una doctrina de Estado. Con su tesis del “socialismo en un solo país”, Stalin tomó lo que había sido una medida temporal y lo elevó a principio permanente. La consecuencia fue un Estado que no solo concentró la propiedad formal, sino también: la gestión total del excedente, la planificación rígida desde arriba, la coerción sobre el campesinado y una estructura de partido que se fusionó con la administración estatal.
Stalin no inventó la plusdirección, pero sí la maximizó, elevando su escala y profundidad. La URSS se convirtió en la sociedad donde más claramente se ve la lógica milenaria neolítica aplicada a un Estado socialista: un aparato jerárquico centralizado, un directorado del excedente, un comité que decide lo que se produce, se distribuye y se consume y un pueblo subordinado a una élite organizativa.
La burocracia soviética fue, en esencia, la descendiente histórica de la casta redistribuidora neolítica que surgió cuando los primeros graneros se cerraron con llave. Lo que cambió fueron los instrumentos (fábricas, planes quinquenales, estadísticas), pero no la lógica estructural.
Las objeciones clásicas al estalinismo (tradición zarista, terror, liderazgo personalista) explican la forma, pero no la esencia. Lo que el análisis marxista tradicional no pudo ver es que la plusdirección opera como una matriz histórica que se reactiva siempre que un colectivo enfrenta escasez y aislamiento.
Por eso, aunque Stalin no proclamó “neolítico” ni “dirección vertical” ni “estructura organizativa milenaria”, su modelo de Estado reforzó exactamente esa forma de dominación.
Metodología: por qué este análisis no es reduccionista
Es importante aclarar aquí un punto metodológico clave que surge de los contraargumentos avanzados en el desarrollo de esta teoría:
El ensayo no afirma que la plusdirección sea el único factor histórico determinante, sino que funcionó como la infraestructura organizativa común que explica por qué sociedades tan diferentes como: la URSS estalinista, la China maoísta, la Yugoslavia de Tito e incluso la Cuba revolucionaria, reprodujeron jerarquías burocráticas aun después de abolir la propiedad privada.
Este enfoque utiliza un método legítimo en el materialismo histórico: el aislamiento analítico de una variable estructural para observar su dinámica constante en múltiples contextos.
La plusdirección no sustituye factores como: el cerco imperialista, el atraso tecnológico, la cultura política heredada, la personalidad de los dirigentes, o la lucha interna de tendencias.
Pero sí explica el patrón común detrás de todos ellos: cuando la dirección del excedente se concentra en una minoría, surge una clase funcional, independientemente de quién posea formalmente los medios de producción.
Este es el punto que el marxismo clásico no pudo formular plenamente, y que este ensayo pretende desarrollar como complemento necesario de la teoría socialista.
Trotsky: la revolución permanente como resistencia instintiva a la plusdirección
Trotsky fue el primero dentro del bolchevismo en advertir que la centralización extrema del aparato estatal estaba generando una clase burocrática con intereses propios. Su obra La revolución traicionada (1937) es un diagnóstico extraordinario de los efectos sociopolíticos de la degeneración soviética, aun sin disponer del concepto que aquí llamamos plusdirección.
Para Trotsky, el aislamiento internacional era el gran enemigo de la revolución soviética. La hostilidad del capitalismo mundial obligaba al Estado a concentrar cada vez más funciones, a dirigir la economía con mano firme y a imponer disciplina en nombre de la supervivencia. Esa centralización, necesaria en el corto plazo, creaba una capa de funcionarios con poder sobre la distribución de recursos. Trotsky observó que el poder económico y administrativo se estaba deslizando desde la clase obrera hacia la burocracia estatal.
Lo que Trotsky llamó “burocracia” es, en realidad, una manifestación moderna de la plusdirección. Aunque no conceptualizó su origen neolítico ni su naturaleza estructural, sí comprendió que la centralización del excedente terminaba produciendo una élite que sustituye al proletariado en la dirección del Estado.
Su doctrina de la revolución permanente —la necesidad de extender la revolución internacionalmente para evitar la degeneración interna— puede reinterpretarse hoy como un intento político de romper la lógica organizativa que conduce a la plusdirección.
En términos modernos: Trotsky percibió los efectos de la plusdirección, aunque no identificó su raíz histórica ni su naturaleza organizacional profunda.
Para él, la burocracia era un “cáncer político”; para nosotros, es la forma moderna de una estructura de dominación que nació cuando el excedente comenzó a dirigirse desde arriba.
Zinóviev y Kámenev: la intuición sin teoría
Grigori Zinóviev y Lev Kámenev fueron los primeros en formular una tesis que la historia confirmaría con contundencia: Rusia no tenía condiciones materiales para construir el socialismo. Comprendieron que la economía rusa era demasiado atrasada, demasiado campesina y demasiado escasa para sostener una transición socialista sin recurrir a una centralización extrema.
Ellos advirtieron que: sin abundancia material, sin una clase trabajadora desarrollada, sin tecnología moderna y rodeados de enemigos, el Estado soviético tendría que asumir tareas de dirección económica y política que reforzarían la autoridad vertical. En otras palabras, predijeron que la revolución aislada no podía prescindir de un aparato de dirección centralizado: exactamente el proceso que identifica la teoría de la plusdirección.
Sin embargo, Zinóviev y Kámenev se quedaron en la superficie del fenómeno. No identificaron la estructura organizacional milenaria que subyacía a ese proceso. Su crítica fue correcta en cuanto al diagnóstico, pero incompleta en cuanto a la explicación.
El mérito histórico de ambos radica en haber comprendido que la transición socialista no podía imponerse mediante decretos; requería condiciones materiales que Rusia no poseía. Y sin ellas, la dirección vertical del excedente no podía ser abolida.
Bujarin: el teórico que más se acercó a una ruptura con la plusdirección
Nikolái Bujarin representa, dentro del pensamiento bolchevique, la intuición más cercana a la teoría que este ensayo desarrolla. Su defensa de la NEP (Nueva Política Económica), su insistencia en no coercionar al campesinado y su propuesta de un socialismo gradual, evolutivo y cooperativo lo convierten en el pensador que más claramente entendió el peligro que representaba la centralización excesiva del excedente.
Bujarin no usó el término plusdirección, pero comprendió su dinámica: vio que la coerción sobre el campesinado destruiría la alianza obrero-campesina.
Advirtió que la industrialización acelerada concentraría el poder en manos del aparato estatal. Señaló que forzar ritmos de transición produciría una élite dirigente independiente de la clase trabajadora. Propuso un equilibrio entre mercado y planificación para evitar la hipertrofia de la dirección vertical.
En esencia, Bujarin intentó evitar la reaparición de una casta redistribuidora mediante moderación, transición gradual y construcción paciente de las fuerzas productivas.
En el lenguaje de este ensayo:
Bujarin fue el único teórico soviético que intentó conscientemente impedir que la plusdirección se convirtiera en la estructura dominante del socialismo.
Su derrota política y su ejecución revelan la imposibilidad de sostener una vía alternativa dentro de un Estado aislado, empujado por presiones externas e internas hacia la centralización vertical.
Bettlelheim, Deutscher y Lewin lo han señalado: si alguien en la URSS representó la posibilidad de una transición menos vertical, fue Bujarin.IX. Síntesis teórica: por qué el socialismo aislado reproduce la plusdirección.
A lo largo de la historia, cada vez que una sociedad intenta organizar su vida económica bajo condiciones de escasez, hostilidad externa o insuficiente desarrollo técnico, emerge automáticamente la necesidad de coordinar, administrar y dirigir el excedente desde una instancia central. Esta concentración no responde a preferencias doctrinales ni a desviaciones morales: es una respuesta estructural a la complejidad y a la presión ambiental.
En el Neolítico, esta coordinación dio lugar a la primera división social permanente. En el capitalismo, adoptó la forma de propietarios y administradores del excedente privado. En los socialismos del siglo XX, donde la propiedad privada fue abolida, reapareció con otro rostro: la burguesía funcional, una capa estatal que, aun sin ser propietaria formal, controla jerárquicamente la planificación, la producción y la distribución.
Este recorrido histórico nos permite formular el principio central del marco teórico:
El socialismo no puede abolir la explotación si no desmantela la estructura organizativa que la hace posible: la plusdirección.
Y a su vez:
La plusdirección no puede eliminarse completamente bajo condiciones de aislamiento, escasez o cerco internacional.
Esta distinción es decisiva: no es fatalismo, sino materialismo histórico aplicado al análisis del poder organizativo. Ninguna revolución aislada puede elegir libremente entre centralizar o no centralizar; enfrenta un dilema objetivo:
Si descentraliza, se expone a ser desarticulada por presiones externas.
Si centraliza, reproduce la forma milenaria de dirección vertical.
Por ello, la URSS estalinista, la China maoísta, la Yugoslavia autogestionaria y la Cuba revolucionaria presentan variaciones de un mismo patrón histórico: la centralización no se mantuvo porque "se quiso", sino porque era la única forma de sobrevivir ante enemigos externos, subdesarrollo interno y escasez crónica.
La teoría de la plusdirección explica, desde la raíz: la burocratización, la aparición de élites organizativas, la persistencia de jerarquías, la divergencia entre propiedad formal y poder real, la restauración capitalista en algunos países y la permanencia de la verticalidad aun en Estados que declararon haberla abolido.
Esta no es una refutación del marxismo, sino el complemento histórico–organizativo que permite entender la limitación estructural del socialismo aislado.
Implicaciones contemporáneas: el caso de Cuba
Cuba constituye uno de los laboratorios históricos más valiosos para comprender cómo interactúan revolución socialista, aislamiento internacional y reproducción estructural de la plusdirección.
Desde 1959, la Isla ha enfrentado un conjunto de presiones que ninguna otra revolución sobreviviente del siglo XX ha soportado con igual duración e intensidad: bloqueo económico sistemático, terrorismo de Estado patrocinado desde el exterior, agresiones paramilitares, sabotaje económico, guerra tecnológica y financiera, campañas mediáticas permanentes, una economía pequeña y dependiente del comercio internacional, pérdida de sus socios estratégicos principales.
Ante estas condiciones extremas, ningún país podría sostener formas horizontales de dirección del excedente sin arriesgar su existencia nacional. La centralización en Cuba no es un defecto del modelo, sino un mecanismo indispensable de defensa.
Por eso el resultado histórico es doble:
1. La centralización permitió preservar conquistas sociales únicas: salud universal, educación gratuita, igualdad racial avanzada, soberanía nacional, estabilidad política bajo asedio.
2. Pero la centralización obligada reproduce la plusdirección: surge una capa administrativa con poder real, aparecen distorsiones verticales, persiste la distancia entre base y toma de decisiones, se generan espacios de poder impropio y cuellos de botella organizativos.
Este fenómeno no obedece a fallas morales ni a traiciones internas. La teoría aquí expuesta demuestra que:
Cuba no puede desmantelar completamente la plusdirección mientras esté sometida a un bloqueo genocida, a presiones externas y a una economía estructuralmente asediada.
No es falta de voluntad revolucionaria: es la lógica objetiva de la supervivencia bajo cerco imperialista.
El camino hacia un socialismo más horizontal y participativo depende de condiciones materiales y geopolíticas que hagan posible la reducción de la verticalidad sin comprometer la defensa nacional.
Aquí se enlaza directamente con mi "Manifiesto para una revolución socialista genuina", que plantea el problema organizacional como el corazón de la revolución del siglo XXI: solo cuando exista una base material suficiente y un entorno internacional menos hostil podrá socializarse la dirección del excedente.
Cuba, por su historia y su acumulado moral, sería uno de los pocos países capaces de dar ese salto cuando llegue el momento histórico.
Conclusión: la revolución que aún no ha ocurrido
Si la dominación humana nació con la dirección vertical del excedente en el Neolítico, entonces es comprensible por qué el socialismo del siglo XX no pudo erradicarla: atacó la propiedad, pero no logró transformar la forma organizativa que la hace posible. La propiedad privada es un efecto tardío; la plusdirección es la causa estructural.
Las revoluciones del siglo XX fueron heroicas, pero no pudieron crear sociedades plenamente emancipadas porque el entorno internacional —hostil, desigual, agresivo— obligó a centralizar el poder económico y organizativo para sobrevivir. Esa centralización, necesaria en lo inmediato, reproducía la forma milenaria de dominación.
La revolución verdaderamente nueva —la revolución que no ha ocurrido— será aquella que: socialice la dirección del excedente, distribuya el poder organizativo, cree instituciones horizontales estables, sostenga abundancia material para evitar la coerción, y se inserte en un entorno internacional que no fuerce la centralización defensiva.
A esa revolución apunta esta teoría.
Y Cuba —por su coherencia histórica, por su capacidad de resistencia y por su vocación emancipadora— es uno de los pocos pueblos capaces de abrir esa vía cuando las condiciones geopolíticas lo permitan.
Glosario de términos clave:
Plusdirección: función organizativa surgida en el Neolítico: es la dirección vertical del excedente (alimentos, herramientas, recursos) que, al concentrarse en una minoría especializada, genera jerarquía y dominación. Precede a la propiedad privada y explica la persistencia de élites en sociedades de cualquier tipo, incluyendo las que abolieron la propiedad formal.
Burguesía funcional: término que designa a la élite administrativa que surge en Estados socialistas cuando, a pesar de la abolición de la propiedad privada burguesa, persiste la estructura vertical de dirección del excedente. Su poder no proviene de la propiedad, sino del control organizativo.
Dirección vertical: estructura jerárquica mediante la cual una minoría determina las funciones de producción, distribución, planificación y toma de decisiones. Es la forma organizativa dominante desde el Neolítico.
Karl Marx (1818–1883)
Filósofo alemán creador del marxismo. Identificó la explotación capitalista mediante la teoría de la plusvalía, pero no aisló la forma organizativa primigenia (plusdirección) que permite la aparición de clases.
Friedrich Engels (1820–1895)
Coautor del materialismo histórico. Analizó el origen de la propiedad privada, el Estado y la familia, pero sin identificar la función de dirección del excedente como raíz de la dominación.
Vladimir I. Lenin (1870–1924)
Líder de la Revolución Rusa. Elevó la centralización del poder como necesidad temporal para enfrentar atraso, guerra y cerco imperialista. No consideró que esta centralización reforzara estructuras milenarias de dominación.
Iósif Stalin (1878–1953)
Dirigió la consolidación del socialismo en la URSS y convirtió la centralización en doctrina permanente. Institucionalizó formas modernas de plusdirección bajo la estructura del partido–Estado.
León Trotsky (1879–1940)
Teórico de la revolución permanente. Percibió los efectos de la burocratización, sin identificar la estructura organizativa profunda que la genera.
Grigori Zinóviev (1883–1936)
Dirigente bolchevique que advirtió que Rusia carecía de condiciones materiales para el socialismo. Intuyó que la centralización inevitable degeneraría en burocracia, pero no identificó la lógica organizativa subyacente.
Lev Kámenev (1883–1936)
Afirmó que sin desarrollo económico previo el socialismo reproduciría nuevas jerarquías. Su crítica fue correcta en el diagnóstico, limitada en la explicación.
Nikolái Bujarin (1888–1938)
El teórico que más se acercó a comprender la lógica de la plusdirección. Defensor de la NEP y la transición gradual, intentó evitar la hipertrofia de la centralización. Su pensamiento representa la alternativa perdida dentro del bolchevismo.
Revolución permanente
Estrategia teórica de Trotsky: sin extensión internacional de la revolución, la burocracia (hoy entendida como plusdirección) inevitablemente se consolidará.
Fuentes consultadas y recomendadas:
Bettelheim, C. (1976). Class Struggles in the USSR: 1917–1923. Monthly Review Press.
Brovkin, V. (1997). Russia after Lenin: Politics, Culture and Society, 1921–1929. Routledge.
Carr, E. H. (1950–1978). A History of Soviet Russia (Vols. 1–14). Macmillan.
Deutscher, I. (1950). Stalin: A Political Biography. Oxford University Press.
Engels, F. (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
Figes, O. (1996). A People’s Tragedy: The Russian Revolution 1891–1924. Penguin.
Lewin, M. (1968). Political Undercurrents in Soviet Economic Debates. Princeton University Press.
Medvedev, R. (1972). Let History Judge: The Origins and Consequences of Stalinism. Alfred A. Knopf.
Service, R. (2000). Lenin: A Biography. Harvard University Press.
Trotsky, L. (1937). The Revolution Betrayed. Pathfinder Press.
Viola, L. (1987). The Best Sons of the Fatherland: Workers in the Vanguard of Soviet Collectivization. Oxford University Press.
Wheatcroft, S. G., & Davies, R. W. (1994). The Industrialisation of Soviet Russia. Macmillan.
Gracias por leerme.
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