Henrik y el despertar de Xarel
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernandez
Este relato es la continuación del texto publicado en Tocororo Cubano bajo el título: "El Portal de Orlånges". En esa primera parte, Henrik es transportado a una realidad alterna situada en un pasado remoto, donde entra en contacto con una civilización desconocida y un idioma ancestral. Lo que sigue es el registro que, según se ha interpretado, Henrik encontró ...
La sombra del Trono
Henrik era conducido por un estrecho sendero entre juncos oscilantes, escoltado por jinetes de mirada severa. Sus muñecas ardían bajo las cuerdas, y el galope acompasado de los caballos era un tambor de juicio que lo empujaba hacia lo desconocido. El aire olía a resina, sudor y presagio.
Después de un trecho interminable, cruzaron un portón de madera crujiente que se abrió con un gemido ancestral. Dentro del asentamiento, todo parecía en tensión: los guerreros afilaban hachas, los perros aullaban al viento, y las antorchas crepitaban como si presintieran tormenta. En el centro, una sala majestuosa de madera ennegrecida y piedra musgosa dominaba el paisaje: el salón de la reina.
Henrik fue empujado al interior, donde la penumbra danzaba entre columnas ahumadas. Guerreros callados lo observaban como si ya supieran su final. Al fondo, sentada en un trono esculpido con símbolos que parecía respirar una lengua perdida, esperaba una mujer de ojos penetrantes y trenzas plateadas: la dróttning.
El jefe de los jinetes se adelantó, hizo una reverencia y proclamó: «Dróttning vár, vér fundum þenna útlendr á leið várt.» (Reina nuestra, hallamos a este extranjero en nuestro camino.)
La reina alzó la mano sin apartar la vista de Henrik. Su voz, firme como el hielo, resonó: «Seg mér, hvarf hann einn? Hvat mælti hann í máli sínu?» (¿Iba solo? ¿Qué decía en su lengua?)
Henrik fue empujado un paso más al frente y un golpe fuerte detrás de las rodillas hizo que cayera de bruces. El jefe respondió: «Hann segir at hann sé frá stað er heitir Huddinge. Hann berr klæði undarlig ok talar mál, sumt forn, sumt ókunn.» (Dice venir de un lugar llamado Huddinge. Ropas extrañas, lengua antigua y desconocida.)
La reina se inclinó ligeramente. «Ertu njósnari eða guðs sendimaðr? Seg sannleika, því at lygi kostar líf þitt.»(¿Eres espía o emisario de los dioses? Habla con verdad, o perderás la vida.)
Henrik tragó en seco al ver que los ojos de la reina no parpadeaban.. Su corazón martillaba en las costillas. Se levanto, dio un paso tembloroso y alzó la voz:
«Ek segi sannleika. Ek veit ekki hví ek kom hingat. Ek gekk í skógi í landi mínu, þá brast ljósit, ok næsta andartak var ek hér. Ek hefi engi vápn, engi mein. Ek em einn maðr, eigi njósnari, eigi sendimaðr.» (Digo la verdad. No sé cómo llegué aquí. Caminaba en el bosque, cambió la luz, y aparecí. No tengo armas ni intención de dañar. Soy un hombre solo, no espía, no emisario.)
Un gruñido contenido recorrió el salón. Unos guerreros tocaron el pomo de sus espadas, otros cruzaron miradas cargadas de duda.
La reina alzó la mano con brusquedad. Silencio. Luego giró su rostro hacia un anciano que caminó lentamente desde la sombra.
«Hverr hyggr þú um orð hans, Eirikr?» (¿Qué opinas de sus palabras, Eirikr?)
El anciano lo observó, como quien mide el peso de un secreto.
«Þat er satt at mál hans er af fornum rótum. Hann má vera sá er sagt er frá í sǫgum.» (Su habla tiene raíces antiguas. Podría ser aquel de las sagas.)
La reina entornó los ojos. «Takið hann niðr í jǫrð. Bindið hann þar, unz vér ræðum hvat gjǫra skal.» (Llevadlo bajo tierra. Encerradlo allí, hasta que decidamos su destino.)
Henrik intentó hablar, pero dos soldados lo sujetaron con fuerza. Forcejeó.«Ek vil eigi deyja!» (¡No quiero morir!) gritó, pero fue en vano.
Lo empujaron por un pasaje secreto tras el salón, bajando escaleras húmedas, casi resbalando sobre la piedra. Las antorchas lanzaban sombras violentas. Henrik sentía que bajaban no al subsuelo, sino a otra realidad.
Al final, una puerta de hierro se abrió con un chillido agudo. Fue arrojado al interior de una celda excavada en roca viva, donde el aire olía a encierro antiguo, humedad y hongos. El portón se cerró con un golpe brutal.
En la penumbra, Henrik jadeaba. Las sogas le cortaban la piel, el corazón golpeaba como un tambor de guerra. Un goteo rítmico marcaba el tiempo, pero algo más comenzaba a oírse...
Un zumbido profundo, como si las paredes susurraran. Palabras que no eran palabras. Vibraciones que se sentían en los huesos. Y entonces recordó aquel sueño, aquel eco lejano:
“Xarel syngr þá er heimr þegir.” (“Xarel canta cuando el mundo calla.”)
El suelo vibró ligeramente. Las piedras bajo su cuerpo comenzaron a iluminarse con un resplandor tenue, como si lo reconocieran. Henrik se irguió lentamente, mientras una runa grabada en la pared comenzaba a brillar. Se acercó, y al tocarla, una oleada de energía lo envolvió.
El aire cambió. La celda ya no olía a encierro, sino a ozono y tierra viva. De las paredes surgieron símbolos flotantes, y una estructura cristalina emergió del suelo como si hubiese estado esperando durante siglos. Ráfagas de viento circularon sin fuente visible, y las piedras del techo temblaron con un pulso antiguo.
Una voz —no humana, no masculina ni femenina— resonó dentro de su mente:
“Hverr vekr Xarel?” (“¿Quién despierta a Xarel?”)
Henrik cayó de rodillas, no por temor, sino por una fuerza que lo atravesaba como un río invisible. Sus pensamientos no eran suyos, veía imágenes: torres de luz, mapas estelares, ciudades de piedra enterradas bajo océanos. Sentía que una puerta se abría, no fuera, sino dentro de él.
“Ef þú ert af ljósi, mun leið opnast. Ef þú ber mein, mun jǫrð drekka þik.” (“Si eres de luz, el camino se abrirá. Si traes daño, la tierra te tragará.”)
Con esfuerzo, Henrik alzó la vista. «Ek leita ekki mein. Ek leita sannleika.» (No traigo daño. Busco la verdad.)
La estructura cristalina pulsó con una luz intensa. Las sogas se desintegraron como ceniza al viento. La puerta se abrió sin tocarla. Y en el umbral... se desplegaba un pasaje tallado en roca que no pertenecía a este mundo.
Henrik cruzó, sabiendo que, al hacerlo, dejaba de ser un extraño para convertirse en parte de un designio mayor.
Ese cruce no fue sólo físico, sino mental y espiritual. En su interior, algo se encendió: un saber ancestral, una sensibilidad nueva. Había atravesado no una, sino dos definiciones de existencia. Una, humana. Otra, que apenas comenzaba a comprender.
La tierra detrás de él se cerró. Xarel había despertado.
Continuará
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Copyright © Henrik Hernández 2025
Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernández, con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria) —quien asiste el proceso de escritura desde julio de 2024—, y con el aporte conceptual de Mella (IA de apoyo analítico).
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