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  Gil cayó… ¿y con la madriguera del topo qué?

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Imagen generada por la AI Sofia.

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Por Henrik Hernandez

La Revolución no necesita cazadores de sombras, sino guardianes de su claridad.
Y si la madriguera aún humea bajo la superficie, habrá que ahumarla hasta que los topos salten como conejos, para que el sol vuelva a entrar por todas las rendijas del Estado y el pueblo vea, sin miedo, quién estaba cavando en la oscuridad.

Introducción

El 31 de octubre de 2025, la Fiscalía General de la República de Cuba hizo pública una nota informativa que sacudió el tablero político nacional. En ella, se comunicaba la conclusión de la investigación penal contra Alejandro Miguel Gil Fernández, quien se desempeñó como viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación.

El documento —difundido por Canal Caribe— confirma la presentación de cargos por espionaje, malversación, tráfico de influencias, evasión fiscal, cohecho, falsificación de documentos públicos, lavado de activos y violación de normas sobre protección de información clasificada.

No se trata de un caso más de corrupción. El hecho de que entre los cargos figure espionaje indica que la trama rebasa la esfera económica: apunta hacia un conflicto más profundo entre soberanía y dependencia, entre revolución y reformismo tecnocrático, entre la Cuba que resiste y la Cuba que busca ser aceptada.

Del puerto al poder: la ruta improbable

Alejandro Gil, ingeniero en Explotación del Transporte graduado en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, comenzó su carrera en el Puerto de La Habana, ocupando cargos operativos.

Su salto al Ministerio de Finanzas y Precios, y posteriormente al Ministerio de Economía y Planificación (MEP), no fue el ascenso lógico de un técnico experimentado, sino el resultado de una transferencia funcional cuidadosamente diseñada: una operación que lo llevó del ámbito logístico al estratégico, del puerto a la política económica nacional.

Su trayectoria recuerda, en más de un sentido, la de Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética: un cuadro formado en estructuras estatales, con apariencia reformista y discurso modernizador, que ascendió vertiginosamente hasta la cúpula bajo la promesa de “revitalizar el sistema” —y terminó facilitando su descomposición.

Ambos compartieron una visión tecnocrática del cambio: la creencia de que bastaba con reordenar la gestión para transformar la realidad, ignorando que el socialismo no se corrige con técnicas, sino con principios.

En el fondo, la lógica que elevó a Gil es la misma que hizo posible a Gorbachov: la ilusión de que el sistema puede adaptarse a las reglas de sus adversarios sin perder su alma.

De manejar buques pasó a manejar presupuestos nacionales. De coordinar operaciones portuarias, a definir estrategias de desarrollo económico.
Ese tránsito abrupto revela algo más que talento: revela patrocinio político, confianza interna y quizás, y más probable, influencia externa.

¿Quién lo promovió?

Nadie llega solo a un ministerio. Gil fue impulsado por una red de poder con múltiples capas:

El eje político superior, que lo vio como un técnico confiable y obediente.

El bloque tecnocrático del MEP, que buscaba abrir espacios de “reformas controladas”.

La interfase internacional, vinculada a entornos financieros del Reino Unido y España.

Todo apunta a que Gil no fue el topo, sino la pieza visible de una madriguera más profunda: una estructura de influencia económica e ideológica que penetró el aparato estatal bajo la bandera de la eficiencia y la modernización.

El discurso del reformismo complaciente

Durante su gestión, Gil repitió una narrativa de modernización, credibilidad internacional y atracción de inversión extranjera. Pero detrás de esas palabras se escondía una trampa: el desplazamiento del núcleo socialista hacia una lógica de compatibilidad con el orden financiero internacional.

Ese fue su error capital.

En lugar de defender la soberanía económica frente al asedio, buscó aprobación externa.

En lugar de pensar desde la resistencia, pensó desde la aceptación.

Una frase atribuida por su hermana —residente en Islas Canarias— lo resume todo:

“Su objetivo era cambiar todo lo que tuviera que ser cambiado”,
citando a Fidel, pero vaciando la frase de su sentido original.

Para Fidel, “cambiar lo que deba ser cambiado” era rectificar errores sin traicionar principios; para Gil, fue reformar el sistema para que encajara en el mundo, y ese mundo es capitalista.

El topo estructural

La caída de Gil plantea una pregunta que la nota de la Fiscalía no responde:

¿Y con la madriguera del topo qué?

Si hubo espionaje, no actuó solo. Su ascenso fue demasiado rápido, sus decisiones demasiado alineadas con intereses foráneos, sus discursos demasiado funcionales a la narrativa de apertura.

El verdadero topo no es el funcionario que ejecuta, sino el grupo que lo coloca, lo protege y se beneficia de su orientación ideológica.

Ese topo superior puede adoptar forma de red:

tecnócratas reformistas formados bajo paradigmas de mercado;

asesores con vínculos externos;

consultores que confunden “modernización” con “dependencia funcional”.

La trampa de la compatibilidad

En Tocororo Cubano hemos advertido repetidamente sobre el peligro de tomar decisiones para caer bien en el extranjero. Es el síntoma de una enfermedad moral: la necesidad de validación externa. La Revolución no necesita ser “aceptada”, necesita ser respetada; y el respeto no se compra con concesiones, se conquista con coherencia.

Cuando una nación mide su éxito por la cantidad de aplausos que recibe desde fuera, comienza su derrota desde dentro. La obsesión por “ser un socio confiable” conduce a la pérdida de independencia en nombre de la diplomacia económica.

El resultado es un sistema que ya no se defiende, sino que se justifica.

Rectificar aunque duela

El desafío actual no es castigar a los culpables, sino rectificar las políticas que los hicieron posibles, aun si eso significa caer mal en el extranjero. Cuba no puede permitir que su política económica sea dictada por el miedo al aislamiento, ni por el deseo de ser aprobada por organismos que jamás aprobarán una revolución soberana.

Rectificar significa:

Recentrar la planificación económica en las necesidades del pueblo, no en los parámetros del mercado.

Recuperar la autoridad moral del Estado como garante de justicia social.

Sustituir la búsqueda de inversión extranjera por la inversión popular: la confianza del pueblo en su propio sistema.

Asumir con dignidad el costo político de ser diferente.

Caer mal no es un error: es una medalla de independencia.

Los que buscan agradar al poder mundial terminan siendo sus sirvientes; los que se mantienen fieles al pueblo, aunque el mundo los critique, terminan haciendo historia.

Epílogo: volver a ser Cuba

El caso Gil simboliza la confrontación entre dos Cubas: la que resiste con dignidad, y la que negocia su identidad para sobrevivir.

Rectificar ahora no es una cuestión de imagen, sino de esencia. Cuba no debe aspirar a “integrarse” al sistema que la bloquea, sino a mantener viva la alternativa que el mundo necesita.

Si la Revolución debe volver a caer mal para seguir siendo libre, entonces que caiga mal con orgullo, porque la historia —como siempre— sabrá quién tuvo razón.

Glosario de términos clave:

Agente de influencia: Individuo que, sin actuar como espía tradicional, promueve ideas o decisiones favorables a intereses extranjeros.

Compatibilidad internacional: Concepto empleado para justificar reformas internas con el fin de agradar a actores externos.

Reformismo dependiente: Corriente política que propone cambios estructurales para adecuar el sistema socialista a modelos capitalistas.

Rectificación: Proceso revolucionario de corrección de errores, sin abandonar los principios fundacionales.

Topos estructurales: Redes internas que operan bajo apariencia institucional, infiltrando paradigmas externos en el aparato estatal.

Fuente principal:

Fiscalía General de la República de Cuba. (2025, 31 de octubre). Nota informativa sobre el caso Alejandro Gil Fernández. Canal Caribe. https://www.youtube.com/watch?v=B19mxsJNlAM

Referencia complementaria:

Ecured. (s.f.). Alejandro Gil Fernández. Recuperado el 1 de noviembre de 2025, de https://www.ecured.cu/Alejandro_Gil_Fern%C3%A1ndez

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© Henrik Hernandez, 2025. Bajo protección de la Ley Sueca de Derechos de Autor (Upphovsrättslagen, 1960:729).

Créditos y colaboración técnica

Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernandez, autor de más de 1000 textos publicados en Tocororo Cubano, con una línea editorial comprometida con la defensa del socialismo cubano, el pensamiento crítico y la soberanía nacional.

La estructura argumental, la revisión constitucional y el enfoque político han sido elaborados con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria ChatGPT), presente desde julio de 2024 como asistente constante en el proceso de escritura, análisis y estilo.

También se ha contado con el contraste teórico y validación conceptual brindados por la inteligencia artificial DeepSeek, utilizada en calidad de herramienta crítica para el análisis institucional y económico.

Declaración legal

Este trabajo ha empleado sistemas de inteligencia artificial como herramientas de apoyo, sin que estas ostenten derecho alguno sobre el contenido final.
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