Cultura

El Portal de Orlånges

por
publicado en
Cortesía del autor.

¡Bienvenido a Tocororocubano.com!

Este relato forma parte de una colección de narraciones de ficción publicadas en Tocororo Cubano. Los eventos y personajes son ficticios, creados para fomentar la creatividad literaria y la reflexión. Cualquier semejanza con personas o situaciones reales es pura coincidencia.

¡Le deseamos que disfrute de nuestro relato y pase un maravilloso momento junto a nosotros!

***

Henrik avanzaba por el sendero boscoso, rodeado de un paisaje que parecía sacado de un cuadro impresionista. Los altos abedules y los robustos pinos se alzaban como guardianes silenciosos, sus hojas y agujas susurrando con la brisa suave del verano. El terreno ondulado estaba salpicado de pequeñas elevaciones de piedra cubiertas de musgo verde brillante, y aquí y allá se veían helechos y flores silvestres que pintaban el suelo con tonos de amarillo y violeta. El aroma a tierra húmeda y resina impregnaba el aire, evocando una sensación de tranquilidad y conexión con la naturaleza.

A lo largo del sendero, el crujido de las botas de Henrik se mezclaba con los sonidos de la vida cotidiana del bosque. Varios lugareños paseaban a sus perros, creando escenas entrañables. Una mujer mayor, con un abrigo ligero y un sombrero de paja, llevaba a un labrador negro que olfateaba el suelo con entusiasmo. Más adelante, un joven con auriculares sujetaba la correa de un galgo esbelto, que caminaba con una elegancia casi sobrenatural. Un niño rubio perseguía a un pequeño perro salchicha que ladraba alegremente, mientras sus risas resonaban como campanas en el aire.

Las piedras dispersas en el camino estaban pulidas por los años, mostrando vetas blancas y grises que brillaban bajo los rayos del sol que se filtraban entre las copas de los árboles. Aquí y allá, algunas ardillas se deslizaban por los troncos, mientras los pájaros cantaban en lo alto, acompañando el ritmo pausado de los paseantes. Todo el lugar irradiaba una sensación de armonía, un contraste perfecto con la inquietud que pronto invadiría a Henrik.

El ambiente cambió repentinamente. Una niebla espesa surgía de la nada, envolviendo el paisaje en un velo blanco que bloqueaba el sol y amortiguaba los sonidos del bosque y dejo de escuchar el ladrido de los perros. La temperatura descendió levemente, y Henrik sintió un escalofrío recorrer su espalda.

De pronto, un chasquido seco, como el de un tronco partiéndose, resonó a su izquierda. Se detuvo en seco, mirando a su alrededor. La niebla hacía imposible localizar el origen del ruido, pero una sensación incómoda comenzó a apoderarse de él. Era como si alguien, o algo, lo estuviera observando desde las sombras, aunque no podía ver a nadie.

Decidido a llegar al borde del lago Orlånge, Henrik continuó por el sendero. Sus pasos resonaban en el suelo húmedo, y el silencio del bosque, roto solo por el crujido de sus botas, se sentía irreal. Finalmente, emergió de entre los árboles, esperando encontrar las tranquilas aguas del lago Orlånge.

Pero lo que vio lo dejó paralizado.

Frente a él, extendiéndose sobre el agua como un sueño arcaico, apareció una aldea lacustre que parecía haberse congelado en el tiempo. Las cabañas de madera, desgastadas por los elementos pero resistentes, se alzaban sobre pilotes que emergían del agua como columnas antiguas, cubiertas de musgo y algas. Cada vivienda estaba techada con juncos trenzados, que se inclinaban bajo el peso de los años y la humedad. Pasarelas estrechas, hechas de tablones toscamente trabajados, conectaban las estructuras entre sí, formando un laberinto que se extendía hacia las profundidades del lago.

El agua debajo era oscura y serena, reflejando fragmentos de niebla que danzaban entre las cabañas como espectros silenciosos. Alrededor de la aldea, pequeñas embarcaciones de madera flotaban amarradas, sus remos asomando como brazos inertes, mientras los habitantes, envueltos en ropajes toscos de pieles y telas burdas, se movían con un ritmo tranquilo pero vigilante, como si siempre estuvieran alerta a algo que acechaba más allá del horizonte. Los pobladores se movían entre ellas, vistiendo ropas que parecían sacadas de un tiempo muy lejano. Había pieles, túnicas toscas y adornos de metal rudimentario. Nada de esto correspondía al presente, a su presente. Henrik tragó saliva, su mente intentando encontrar una explicación racional, pero todo indicaba que esto era real.

Decidido a entender dónde estaba, avanzó hacia una mujer que caminaba por un sendero cercano, cargando un cesto lleno de hierbas. Cuando Henrik la saludó con un torpe «Hej!»(¡Hola!)

La mujer se detuvo en seco, sus ojos ampliándose con sorpresa y un destello de desconfianza. Miro su cesto de hierbas mientras un ligero temblor recorría sus manos. Tras unos momentos de vacilación, respondió en un idioma que resonaba con la cadencia del nórdico antiguo:

«Hverr þú ert, ok hvaðan kemrþu?» ("¿Quién eres, y de dónde vienes?")

Henrik parpadeó, esforzándose por descifrar las palabras. Para su fortuna, había tomado un curso de antiguo nórdico en la universidad, un estudio que en su momento había considerado un simple capricho intelectual. Ahora, esas lecciones cobraban un nuevo significado. Reconoció algunas sonoridades y empezó a conectar las frases, dándose cuenta de que no solo estaba comprendiendo el idioma, sino también la improbable realidad de que se encontraba en otra dimensión del tiempo.

Esa revelación hizo que su corazón latiera con fuerza, mientras una corriente fría recorría su espina dorsal. A pesar de su miedo, Henrik reunió el valor necesario y, con un nudo en la garganta, intentó responder:

«Ek kem frá Huddinge.» ("Vengo de Huddinge.")

La mujer frunció el ceño, ladeando la cabeza con cautela. Replicó con voz grave, casi susurrante:

«Huddinge? Ek veit eigi þat land. Hvar er þat?» ("Huddinge? No conozco esa tierra. ¿Dónde está?")

Henrik levantó las manos, intentando mostrarse inofensivo. «Þat er… staðr nær Stokkhólmi. Ek… ek em eigi hér til mein at valda. (Es un lugar ... cerca de Estocolmo. Yo, yo no he venido a causar daño). Las palabras salieron atropelladamente, y su acento moderno hizo que los ojos de la mujer se entrecerraran con más desconfianza. Pero algo en la forma en que Henrik gesticulaba parecía calmarla ligeramente.

«Stokkhólmi?» repitió ella, probando la palabra como si fuera una piedra extraña hallada en un río. Sacudió la cabeza, como si intentara desechar un pensamiento imposible. Luego, su voz bajó a un susurro: «Þú ert eigi af várt tíð, er þat eigi svá?» («No eres de nuestro tiempo, ¿verdad?»)

Henrik sintió que la pregunta lo golpeaba como un rayo. No sabía qué responder, pero antes de que pudiera hablar, la mujer alzó una mano, instándolo al silencio. Sus ojos se movieron rápidamente hacia el camino, y en su rostro se dibujó una expresión de alarma. Antes de que pudiera decir algo más, un sonido de cascos galopantes rompió el silencio. La mujer giró rápidamente hacia el camino y, sin dudarlo, se arrodilló a un lado del sendero, instando a Henrik a hacer lo mismo con un gesto nervioso.

Los cascos galopantes de los caballos comenzaron a resonar con mayor fuerza. Pero Henrik, inmóvil por el asombro, permaneció de pie. Los jinetes aparecieron al doblar un recodo, montando corceles imponentes y armados con espadas, hachas y arcos. Su presencia era intimidante, y sus miradas se fijaron inmediatamente en Henrik.

Los jinetes se detuvieron frente a Henrik. El líder del grupo, un hombre corpulento con una larga melena rubia y una barba trenzada, avanzo con su caballo hasta pocos metros de Henrik. Sus ojos eran fríos y calculadores, y su voz resonó como un trueno. Preguntó con una mezcla de desconfianza y amenaza, mirándolo de arriba abajo.

«Hverr þú ert? Ok hvaðan kemrþu?» ("¿Quién eres? ¿De dónde vienes?")

«Útlendr, veiztu eigi hverr ek em? Þá er ek ríð með menn mína, skulu allar lifandi sálir víkja ok kné lúta fyrir mér.» (¿Forastero, no sabes quién soy?. Cuando cabalgo con mis hombre todas las almas viviente deben apartarse y caer de rodillas ante mi paso.)

Henrik intentó mantener la calma y respondió, tragando saliva:

«Ek heiti Henrik, ok ek kem frá Huddinge.» ("Me llamo Henrik, y vengo de Huddinge."). «Fyrirgefið, herra minn, fyrir klaufaskap minn. Ek veit eigi yðra siðu, en ek lofa at þat mun eigi endr taka.» ("Disculpe su señoría mi torpeza, pero no conozco vuestras costumbres, le aseguro de que no volvera a suceder.")

El jefe desmontó su corcel con un movimiento ágil, el cuero de su armadura crujiendo mientras sus botas golpeaban el suelo con fuerza. El polvo húmedo se alzó como un susurro en la niebla. Avanzó hacia Henrik con pasos firmes, su figura imponiendo una sombra que parecía absorber la luz. Cuando estuvo a solo unos pasos, clavó su mirada en él y habló con una voz cortante, mientras blandía en su diestra la espada.

«Huddinge? Ek veit eigi þat. þrú ert útlendr, ok klæði þín eru ókunn. Segðu mér sannleikann: Hvaðan kemrþu reyndar?» ("Huddinge? No conozco ese lugar. Eres un extranjero, y tus ropas son extrañas. Dime la verdad: ¿De dónde vienes realmente?")

Henrik vaciló por un momento, sintiéndose atrapado, mientras su mente trabaja a toda velocidad buscando entre los conocimientos de historia y geografía. Finalmente, improvisó:

«Ek kem frá Hispania.» ("Vengo de Hispania.")

El jefe guerrero lo miró con los ojos entrecerrados, una chispa de sorpresa cruzó su rostro:

«Hispania? Bróðir minn Björn fór til Hispania, ok hann kom aldri aptur. Veit þú nokkuð um hann?» ("Hispania? Mi hermano Björn viajó a Hispania, y nunca regresó. ¿Sabes algo de él?")

Henrik negó con la cabeza y respondió con cautela:

«Ek veit eigi. En ek heyrði sögur um útlenda, þer er bundu síg til kvenna Hispania. Sóttir þeir ok dvöl þat.» ("No lo sé. Pero escuché historias de extranjeros que se enamoraron de las mujeres de Hispania y se quedaron allí.")

El guerrero soltó una carcajada, aunque su desconfianza no desapareció. «þú talar vel, en eigi veit ek hvárt þat er satt. Ok þú skalt fara með oss til várs herra. Hann mun ræða hvárt þú lifir eða deyr.» (Hablas bien, pero no sé si es verdad. Vendrás con nosotros ante nuestro señor. Él decidirá si vives o mueres.)

«Segðu mér, Henrik, hvat ek á at gera við þik? Ef þú ert njósna, verðr þú eigi lengi hér.» ("Dime, Henrik, ¿qué debo hacer contigo? Si eres un espía, no permanecerás mucho tiempo aquí.")

El líder de los jinetes, levantó su espada y miró a Henrik con dureza. Sus palabras eran autoritarias y resonaban con un tono de mando: «Hverr þú ert? Ok hvaðan kemr þú? Seg ok satt, áðr en ek taki hjá þé höfuð!» (¿Quién eres? ¿De dónde vienes? Dime la verdad antes de que te corte la cabeza.)

Henrik levantó las manos, sintiendo cómo el sudor le perlaba la frente. «Ek er af Hispanía. Ek veit eigi mein.» (Vengo de Hispania. No traigo daño.)

Henrik tragó saliva, sintiendo cómo el peso de la mirada del hombre lo aplastaba. Antes de que pudiera responder, el guerrero se inclinó un poco hacia él, su voz bajando a un murmullo cargado de amenaza:

«Leikr eigi við mik. Ef þú talar eigi, mun ek ætla at þú felr e-n hlut, ok þér mun eigi líka þat, er vér gerum við njósnarmenn.» (No juegues conmigo. Si no hablas, tendré que asumir que escondes algo, y no te gustará lo que hacemos con los espías.

El silencio que siguió fue cortante como una hoja, roto solo por el nervioso crujir de las ramas bajo los cascos de los caballos cuyos jinetes cambiaban de posición detrás de él. 

Henrik dudó, su mente buscando desesperadamente una respuesta que pudiera calmar la situación. El silencio pesaba como una losa, y cada segundo que pasaba sentía que aumentaba el peligro.

El jefe guerrero hizo una seña a sus hombres, y el ambiente se tensó al instante. Dos de ellos desmontaron rápidamente, sus botas chocando contra el suelo con un ruido seco. Se acercaron a Henrik como felinos acechando a su presa. Antes de que pudiera reaccionar, lo sujetaron con fuerza, sus manos rápidas como garfios amarrándolo con una cuerda ruda y apretada. Henrik sintió el dolor de las ataduras en sus muñecas y su corazón latiendo con fuerza.

«Vér munum leiða þik fyrir dróttin várn,» sagði höfðinginn, rödd hans djúp ok full af valdi. «Hann mun ráða, hvat skal við þik gera, útlendr, því at hér skortir eigi þá, er koma til njósnar.» (Te llevaremos ante nuestro señor—, dijo el jefe, su voz grave y definitiva. -  Él decidirá qué hacer contigo, forastero, pues no faltan por aquí quienes vienen a espiarnos.)

Henrik tragó saliva con dificultad, sintiendo cómo su garganta se cerraba bajo el peso de un miedo aplastante que le recorría cada fibra del cuerpo. Su mente gritaba en busca de una salida, pero su cuerpo permanecía petrificado, como si las ataduras fueran más que cuerdas: cadenas invisibles de terror. Sus ojos buscaron desesperadamente alguna señal en el entorno, y entonces se encontraron, aunque fugazmente, con los de la mujer que había estado observando desde un lado del camino.

Ella desvió la mirada rápidamente, como si temiera ser descubierta, pero en ese instante, Henrik captó algo inesperado en su expresión. No era solo miedo lo que se reflejaba en su rostro, sino también una chispa de determinación feroz, un destello que contrastaba con su aparente sumisión. Era como si, bajo la superficie, estuviera planeando algo audaz, algo que podría cambiarlo todo. Henrik sintió una mezcla de esperanza y duda; aunque no sabía qué, algo le decía que aquella mujer no lo había abandonado del todo. Pero, por ahora, ella permaneció en silencio, sus manos temblando levemente mientras su mente parecía calcular cada movimiento posible en ese escenario cargado de tensión.

Mientras los guerreros lo escoltaban hacia un destino desconocido, Henrik no pudo evitar preguntarse si volvería a ver su mundo. Las sombras del miedo y el sonido de los cascos se mezclaban con sus pensamientos, mientras la mujer, a lo lejos, le lanzaba una última mirada cargada de significado. Algo en su actitud le hizo pensar que no todo estaba perdido.

El sendero que había conocido se había desvanecido como un sueño perdido; ahora cada paso que daba era como adentrarse en un abismo de incertidumbre. El aire parecía más pesado, cargado de una tensión inexplicable, y su corazón martilleaba en su pecho al compás de un miedo que no podía racionalizar. Caminaba hacia un destino envuelto en sombras, prisionero de un tiempo que lo rechazaba, un intruso atrapado en los engranajes de un pasado que no comprendía pero que ahora amenazaba con devorarlo.

(Continuará)

***

Estimado lector, gracias por tu interés en mi artículo. Si estás interesado en estos temas, por favor, suscríbete al tocororocubano.com, para no perderte las siguientes publicaciones. Apóyanos "votando a favor" y dejando tus comentarios.

Copyright © Henrik Hernandez 2025

La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.

#cuba #tocororocubano 

Comentarios