El poder no controla la riqueza: controla el tiempo
por Henrik Hernandezpublicado en
Cuando el tiempo deja de ser vivido y pasa a ser administrado
Durante mucho tiempo se nos ha invitado a pensar el poder como control de la propiedad, del dinero o de los recursos materiales. Sin embargo, esta lectura resulta cada vez menos suficiente para comprender la forma en que se organiza la vida contemporánea. Antes de controlar la riqueza, el poder controla algo más profundo y determinante: el tiempo. No el tiempo abstracto del reloj, sino el tiempo vivido, percibido y organizado que condiciona nuestra capacidad de pensar, decidir y actuar.
Las sociedades humanas siempre han estado atravesadas por ritmos. El día y la noche, el trabajo y el descanso, la espera y la acción. En esos ritmos se sostenía una cierta coherencia entre la vida, la comunidad y el entorno. La modernidad capitalista introduce una mutación decisiva: la colonización progresiva del tiempo, hasta convertirlo en un recurso explotable. La jornada laboral fue solo el primer umbral. Lo que hoy está en juego es algo más profundo: la captura del instante, la reducción del momento y la desincronización de los ritmos vitales.
¿Cómo es posible controlar el tiempo sin controlar la riqueza?
A primera vista, la afirmación de que el poder controla el tiempo y no la riqueza puede parecer contradictoria. Sin embargo, esta tensión revela precisamente el cambio profundo en la forma de dominación contemporánea. Controlar la riqueza implica poseer o administrar bienes materiales; controlar el tiempo, en cambio, implica orientar las condiciones bajo las cuales esos bienes se producen, se distribuyen y, sobre todo, se viven.
En las sociedades actuales, una parte creciente de la riqueza no está concentrada directamente en manos de quienes organizan el sistema, sino dispersa en forma de salarios, créditos, activos digitales o expectativas de consumo. No obstante, esa dispersión no elimina la dependencia, porque el acceso efectivo a la riqueza está mediado por el tiempo disponible, por los ritmos impuestos y por la disponibilidad permanente que el sistema exige. Quien controla los tiempos de trabajo, de respuesta, de atención y de descanso, controla de hecho qué riqueza puede ser utilizada y en qué condiciones.
Esta es la razón por la cual es posible que amplios sectores sociales “tengan más” y, sin embargo, dispongan de menos tiempo propio. El poder no necesita apropiarse directamente de toda la riqueza si logra algo más eficaz: organizar los ritmos de vida de manera tal que la riqueza existente solo pueda ser disfrutaba, gestionada o reproducida dentro de un marco temporal ajeno.
El control del tiempo se convierte así en una forma más profunda y estable de dominación que la mera acumulación material.
Desde esta perspectiva, la plusdirección no sustituye al control económico, sino que lo precede y lo sostiene. Antes de decidir quién posee qué, el sistema decide cuándo actuar, cuánto esperar y a qué ritmo vivir. Por eso, en la fase actual del capitalismo, el conflicto central ya no se manifiesta únicamente en la distribución de la riqueza, sino en la pérdida de soberanía sobre el tiempo, que condiciona silenciosamente todas las demás dimensiones de la vida social.
Electricidad, aceleración y la ruptura de los ritmos humanos
La electrificación marca un punto de inflexión histórico. Al romper la dependencia de la luz solar, permite extender artificialmente el tiempo productivo. La noche deja de ser un límite natural y pasa a integrarse en la lógica económica. No se trata únicamente de producir más, sino de redefinir qué cuenta como tiempo disponible. El umbral entre vida y trabajo se desplaza, y con él, la experiencia cotidiana del tiempo.
Con la digitalización, esta dinámica se intensifica. El tiempo ya no se organiza solo en horas de trabajo, sino en micro-instantes de atención: notificaciones, respuestas inmediatas, disponibilidad permanente. El poder no necesita imponer órdenes explícitas; le basta con decidir cuándo debemos reaccionar. Aquí actúa lo que podemos llamar plusdirección: una forma de poder que actúa sobre las resonancias temporales que estructuran la experiencia, orientando ritmos, urgencias y expectativas.
Plusdirección: el poder que decide cuándo reaccionamos
En esta fase avanzada —que puede describirse como Capitalismo Logarítmico de Acumulación Total— la acumulación deja de crecer de manera lineal con el tiempo de trabajo y pasa a expandirse mediante la captura algorítmica de la atención y la anticipación de conductas. El valor ya no se extrae solo del hacer, sino del estar disponible, del permanecer conectado a flujos que no se detienen. El tiempo deja de ser vivido y pasa a ser administrado desde fuera.
Este diagnóstico dialoga con la reflexión desarrollada por Slaget om verkligheten, donde se plantea que la lucha contemporánea no se libra únicamente en el plano económico o político, sino en el de la interpretación de la realidad. A esta idea puede añadirse una precisión clave: interpretar la realidad requiere tiempo. Quien controla los ritmos controla lo que puede ser visto, pensado y comprendido. La aceleración no es un efecto colateral del sistema; es uno de sus mecanismos centrales.
Las consecuencias se manifiestan de múltiples formas: fatiga cognitiva, ansiedad persistente, dificultad para sostener la atención y empobrecimiento del debate público. No se trata de fallas individuales, sino de síntomas de una descoherencia temporal estructural. Un sistema puede ser eficiente y, al mismo tiempo, incompatible con los ritmos humanos y ecológicos que hacen posible una vida digna.
Soberanía temporal: una condición olvidada de la libertad
Recuperar soberanía no implica rechazar la tecnología ni idealizar el pasado. Implica reorganizar el tiempo: proteger momentos largos, respetar ritmos biológicos, limitar la captura permanente del instante y devolver a las comunidades la capacidad de decidir sus propios tempos. Sin soberanía temporal, la soberanía política y cultural se vuelve frágil.
Tal vez una de las preguntas centrales de nuestro tiempo no sea solo qué sistema económico queremos, sino qué relación con el tiempo estamos dispuestos a aceptar. Entre la plusdirección y la coherencia se abre un dilema que define no solo la productividad, sino la posibilidad misma de comprender y transformar la realidad.
Glosario de términos claves:
Plusdirección:
Forma de poder que actúa sobre la organización del tiempo y los ritmos de la experiencia, orientando instantes, momentos y expectativas antes de intervenir sobre la propiedad o el trabajo.
Capitalismo Logarítmico de Acumulación Total:
Fase del capitalismo en la que la acumulación se expande mediante la captura algorítmica de micro-instantes de atención, la anticipación de conductas y la disponibilidad permanente.
Momento:
Intervalo temporal donde se estabiliza la comprensión, la reflexión y el sentido; condición necesaria para el pensamiento profundo y la deliberación.
Resonancias temporales:
Relación de coherencia o descoherencia entre distintas capas del tiempo (biológica, social, técnica) que estructuran la experiencia humana.
Soberanía temporal:
Capacidad de individuos y comunidades para decidir sus ritmos, proteger momentos significativos y no someter toda la vida a una referencia temporal externa e inapelable.
Fuentes consultadas:
Kristensson Uggla, B. (2002). Slaget om verkligheten: Filosofi - omvärldsanalys - tolkning. Stockholm: Brutus Östlings Bokförlag Symposion.
Rosa, H. (2013). Social Acceleration: A New Theory of Modernity. New York: Columbia University Press.
Han, B.-C. (2015). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
Gracias por leerme.
Si este contenido resonó contigo, únete a nuestra comunidad comentando y compartiendo.
Por Henrik Hernandez - Tocororo Cubano
#SoberaníaTemporal #Plusdirección #CapitalismoContemporáneo
Comentarios