El pasadíso de los vientos
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernandez
Este relato es la continuación del texto publicado en Tocororo Cubano bajo el título: "Henrik y el despertar de Xarel". En esa segunda parte, Henrik es transportado a una realidad alterna situada en un pasado remoto, donde entra en contacto con una civilización desconocida y un idioma ancestral. Lo que sigue es el registro que, según se ha interpretado, Henrik encontró ...
El Pasaje de los Vientos – Las Tres Pruebas
Henrik se adentró en la cámara circular. El aire vibraba como un corazón contenido. Una voz profunda, antigua como la piedra, resonó en la penumbra:
“Para portar el sello de Xarel, deberás atravesar las tres corrientes: viento, agua y fuego. Cada una juzga un rostro distinto del alma: mente, corazón y voluntad.”
Henrik tragó saliva. Sabía que el juicio no sería con espadas, sino con algo mucho más íntimo: lo que él era en lo más profundo.
La Prueba del Viento (La Mente)
El aire se levantó en espirales, formando espejos flotantes. En cada uno aparecía una visión distinta:
Una salida luminosa que lo devolvía a su hogar en Suecia, seguro, con su esposa esperándolo.
Una mesa repleta de libros y saber infinito, promesa de poder intelectual eterno.
Un trono vacío, aguardando por él.
El aire susurró:
“Elige la verdad entre mil mentiras. ¿Qué es real? ¿Qué es ilusión?”
Henrik sintió que el corazón le temblaba: la visión de regresar a casa lo atravesó como un puñal. ¿Y si todo era un sueño? ¿Y si podía volver y olvidar este mundo extraño?
Cerró los ojos. Se concentró en el murmullo constante del aire. No en las imágenes, sino en el patrón oculto que se repetía tras ellas. Entonces lo vio: una secuencia de números brillaba en el viento, creciendo como la espiral de un caracol.
1 – 1 – 2 – 3 – 5 – 8 – ?
Henrik susurró con firmeza: «13.»
Los espejos se deshicieron en polvo. El viento rugió complacido.
“Has rechazado la ilusión. Has visto el orden en lo invisible. El viento reconoce tu mente.”
Un arco de runas azules se abrió ante él.
La Prueba del Agua (El Corazón)
Henrik cayó en una cámara inundada. El agua lo envolvió en un frío penetrante. Al abrir los ojos, no vio oscuridad, sino reflejos que eran recuerdos.
Frente a él apareció su madre, con la misma mirada cálida que recordaba de niño, extendiendo los brazos. Luego su padre, con la voz grave llamándolo por su nombre. Y detrás, rostros de amigos, hermanos, seres queridos… todos reclamándolo.
En el centro del agua brillaba un cristal incandescente, promesa de un conocimiento ilimitado. Bastaba tomarlo y todo sería suyo.
Pero entonces lo vio: un niño, pequeño, indefenso, hundiéndose en el abismo con los ojos desbordados de terror.
La voz retumbó como trueno líquido:
“¿Salvarás el saber eterno, o la vida frágil?”
El agua pesaba como plomo sobre sus pulmones. Henrik sintió que se ahogaba entre la tentación y el deber. Las lágrimas se mezclaron con el agua. Su madre lo miraba desde el reflejo, su padre lo llamaba desde lo profundo, y el cristal lo atraía con cantos de grandeza.
Pero su cuerpo se lanzó instintivamente. Nadó hacia el niño, lo abrazó con fuerza, lo elevó hacia la superficie.
El agua brilló en verde esmeralda, y las visiones se deshicieron como espejismos.
“Has elegido la vida sobre el poder. El agua reconoce tu corazón.”
Henrik salió de la cámara empapado, temblando, con el pecho ardiendo… pero con el alma en paz.
La Prueba del Fuego (La Voluntad)
Un resplandor rojo lo envolvió. El recinto era un círculo de llamas etéreas que no quemaban la carne, pero sí el espíritu.
Cada paso que daba, el fuego proyectaba sus miedos:
Su cuerpo anciano y derrotado, olvidado por todos.
Sus ideales traicionados, sus luchas ridiculizadas.
Su tumba, cubierta de silencio y polvo.
Las llamas rugieron:
“Avanza contra lo que temes. Si tu voluntad cede, serás borrado. Si persistes, serás portador.”
El calor era insoportable. Las voces se clavaban como cuchillas. Henrik sintió que cada recuerdo doloroso quería detenerlo. Pero dio un paso. Y otro. Y otro.
«No retrocederé», gritó con el alma.
Cruzó el fuego con el rostro levantado, los ojos húmedos pero firmes. Las llamas lo envolvieron… y luego se apagaron como velas.
“Has enfrentado la tormenta y el miedo. El fuego reconoce tu voluntad.”
El Sello de Xarel
Las tres fuerzas se unieron en un mismo canto. El viento sopló con dulzura, el agua lo limpió, el fuego lo templó. En su pecho apareció una runa ardiente que respiraba como un corazón nuevo.
La voz final habló con solemnidad:
“Has cruzado las tres corrientes. Mente, corazón y voluntad.
Eres digno. Recibe el Sello de Xarel.”
Henrik cayó de rodillas, no por debilidad, sino porque sentía en su interior el peso de una verdad inmensa. El aire, el agua y el fuego ya no eran enemigos ni pruebas: ahora lo acompañaban como aliados invisibles.
La puerta final se abrió. Más allá, lo aguardaba un destino que ningún hombre antes había cruzado.
Henrik ya no era un extranjero. Era un portador.
El camino de Xarel apenas comenzaba.
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