Historia

El Caballero de París – la habanera estampa callejera

por
publicado en
https://www.ecured.cu/index.php?curid=585658

Eran las 01:45 horas del 11 de julio de 1985, cuando su corazón dejó de latir, su alma atribulada durante gran parte de su viaje temporal de 86 años en nuestro planeta, se elevó y fue al encuentro del creador.

Horas antes, como un Don Quijote de la Mancha, tuvo su momento de lucidez en conversación con el Dr. Calzadilla.
- Buenas tardes, Caballero.
- Buenas tardes«buenas tardes, Calzadilla. Por favor no me llame más Caballero. Y no soy el Caballero de París. Estos no son tiempos de aristócratas, ni de caballeros andantes.
- ¿Entonces yo ya no soy su fiel mosquetero?
- No Calzadilla, desde hace años solo eres mi fiel psiquiatra.

 

Así abandonó este mundo y la urbe que tanto amaba, aquel que vagaba por la ciudad vendiendo rudimentarias plumas y narrando pomposas historias, como un narrador de cuentos, para todo el que lo quisiera escuchar.

Elocuente en su narrativa cautivadora, habla de sus tiempos de gladiador, de sumo pontífice de la Iglesia Católica o de caballero andante. Su cultura intelectual era tan inmensa, que podía disertar de poesía, filosofía, historia como si fuera un catedrático universitario. Su hermoso delirio, casi mitómano, lo acercaba a la gente de La Habana, de las cuales nunca aceptaba limosnas.

En ocasiones se creía Rey de cuando D’Artagnan era mosquetero o simplemente profeta de una nueva religión que liberaría al ser humano, e incluso Dios, que se “rezaba mismo, para pedirme perdón de algo que no había cometido”.

Andaba por La Habana como si fuera una figura fugaz, con un cartapacio en ristre, una bolsa con sus enseres personales, desaliñado, pero siempre con su gastado traje negro y una capa del mismo color sobre sus hombros. De delicados modales, paso distinguido, de erguido y delgado cuerpo, despeinado con su canosa cabellera larga y barba hirsuta.

Eusebio Leal, el insigne historiador de La Habana, plasmó en sus recuerdos escritos, una de las tantas narrativas de esa estampa callejera de la ciudad:

“Yo soy el Caballero de París, nací en una ciudad antigua que ustedes no conocen, pero los invito a imaginar que tuvo murallas y castillos, también palacios; esa ciudad se llama Lugo y está en Galicia, tierra bellísima, donde llueve a cántaros, que tiene un mar azul del que vienen cargados de maravillas los pescadores».

Viajaba en el transporte público disertando sobre diferentes materias o se le podía encontrar en el Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, en las cercanías de la Plaza de Armas y muchas otras calles de la capital cubana.

Nació en la provincia de Lugo, España, a las 11:00 horas del 30 de diciembre de 1899, en el seno de una familia, dueña de un pequeño viñedo y productora de vinos y Jerez. Su madre se llamaba Josefa Lledín Mendes y su padre Manuel López Rodríguez. Fue el cuarto hijo de la familia y su nombre fue José María López Lledín con bautizó santo en la parroquia de Salvador de Negueira. Se dice que la familia tuvo 11 hijos, de los cuales 2 murieron y emigraron a Cuba a bordo del vapor alemán “Chemnitz”.

En nuestra patria trabajó en todo lo que pudo, como todo migrante: florista, sastre, asistente en una librería, en un bufete de abogados, etc. Estudió, mejorando sus modales y conocimientos lingüísticos, lo que le permitió obtener empleos en hoteles habaneros.

No hay claridad de las causas, ni el tiempo que permaneció en prisión, pero se dice que fue recluido en el Castillo del Príncipe en 1920 y que fue puesto en libertad en 1934, aunque otras fuentes no justifican ese tiempo, no obstante aprendió algunas artes manuales, los que nos dice que no fue poco tiempo. Según fuentes familiares, su encarcelamiento fue injusto y los archivos no nos dicen nada.

Cuando salió de la cárcel, nació el Caballero de París, pues su fortaleza psíquica no soportó el conflicto de saberse inocente y haber sido condenado. Comenzó a deambular por la ciudad de La Habana y se convirtió con ello en parte de la misma, de su vida y su gente, ganando el amor y admiración de varias generaciones de habaneros y visitantes.

El de diciembre de 1977, fue recluido en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra, donde tuvo atención hasta que su alma se elevó para reunirse con el creador.

Murió José María, pero en La Habana, quedó su estampa callejera como símbolo de la ciudad. Su vida ha sido reflejada en canciones e incluso una estatua de estatura normal se encuentra en una de las calles, donde los turistas y transeúntes saludan a nuestro Caballero de París.

Fuentes:

Estimado lector, gracias por tu interés en mi artículo. Si estás interesado en estos temas, por favor, suscríbete al tocororocubano.com, para no perderte las siguientes publicaciones. Apóyanos "votando a favor" y dejando tus comentarios.

Copyright © Henrik Hernandez 2023

Comentarios