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¿Democracia? Etimología, poder y el problema real del socialismo

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Por Henrik Hernandez - Tocororo Cubano

Democracia: una palabra convertida en dogma

Durante décadas se nos ha repetido hasta el cansancio que la democracia significa, etimológicamente, “el poder del pueblo”. Esta definición, aparentemente neutra y casi incuestionable, se utiliza hoy como arma política para juzgar, condenar o absolver sistemas enteros, países completos y procesos históricos complejos. Sin embargo, una revisión honesta del origen del término revela que esta traducción es, como mínimo, simplificadora y, en el fondo, profundamente ideológica.

La palabra “democracia” se ha convertido en un fetiche político. Se invoca como valor universal, pero rara vez se examina críticamente su contenido histórico, social y material.

El dêmos ateniense: ciudadanía, dominio y exclusión

La democracia surge en la Grecia antigua, pero no como el poder de todos ni como el gobierno de los oprimidos. El dêmos ateniense no incluía a la totalidad de la población: quedaban excluidos los esclavos, las mujeres, los extranjeros y amplias capas de trabajadores pobres que no disponían del tiempo ni de los recursos necesarios para participar en la vida política. El dêmos era, en realidad, el cuerpo de ciudadanos con derechos plenos, es decir, una comunidad de varones libres con estatus, propiedad o capacidad económica mínima.

Aquí aparece un matiz decisivo que suele ocultarse: dêmos no equivale sin más a “pueblo” en el sentido moderno y universal. En su uso histórico, remite a un grupo con dominio político efectivo. No es casual que en el griego antiguo y en las lenguas posteriores aparezcan términos emparentados con la idea de señorío, control o posesión.

La democracia ateniense fue, por tanto, el gobierno de quienes ya eran “dueños” dentro de la polis. Supuso una redistribución del poder entre sectores dominantes frente a la aristocracia hereditaria, pero no una superación de la dominación social como tal.

Democracia y propiedad: una relación originaria

Este dato no es un tecnicismo filológico. Tiene consecuencias políticas profundas. Significa que la democracia, desde su origen, nació como un sistema compatible con la exclusión estructural. No fue una traición posterior del capitalismo la que convirtió a la democracia en un mecanismo de dominación de minorías, sino la continuidad lógica de un concepto que nunca cuestionó de raíz la relación entre poder y propiedad.

La democracia histórica no eliminó la dominación; la reorganizó. El poder dejó de concentrarse exclusivamente en linajes aristocráticos y pasó a distribuirse entre sectores propietarios con capacidad de ejercerlo colectivamente.

El capitalismo y la perfección de la democracia excluyente

El capitalismo moderno no destruyó la democracia: la perfeccionó en coherencia con su fundamento histórico. Allí donde antes el dominio se ejercía en el ágora, hoy se ejerce mediante los medios de comunicación, los algoritmos, el control financiero y la producción de consenso.

El resultado es una “democracia” donde la mayoría vota, pero no decide; participa, pero no controla; elige representantes, pero no define el rumbo real de la economía ni de la política exterior. Es, en términos marxistas, la dictadura del capital bajo formas democráticas.

El socialismo y la promesa de una democracia cualitativamente distinta

Frente a este escenario, el socialismo introdujo una ruptura radical al plantear que el poder político debía ser inseparable del poder económico. De ahí el concepto, tantas veces caricaturizado, de dictadura del proletariado: no como tiranía, sino como poder de la mayoría social sobre las minorías propietarias.

En este sentido, el socialismo apunta —al menos en teoría— a una forma de democracia cualitativamente superior, porque desplaza el centro del poder desde la propiedad privada concentrada hacia la propiedad social de los medios fundamentales de producción.

La contradicción del socialismo realmente existente

Sin embargo, aquí emerge la contradicción decisiva del socialismo realmente existente, incluida la experiencia cubana. La propiedad estatal, por sí sola, no garantiza poder popular efectivo. Cuando el control real de esa propiedad se concentra en estructuras burocráticas, cuando la participación se vuelve formal y no decisoria, o cuando la gestión económica se separa de la voluntad consciente de los trabajadores, el Estado puede convertirse en un mediador autónomo entre el pueblo y la riqueza social.

En ese punto, la democracia deja de ser poder del pueblo —si es que alguna vez lo fue plenamente— y se transforma en poder en nombre del pueblo.

Dirección, plusdirección y reproducción de la dominación

Convertir la propiedad estatal en propiedad social controlada conscientemente por el pueblo es una condición necesaria, pero no suficiente, para la realización del socialismo. Si la dirección —entendida como el control efectivo de las decisiones estratégicas, la gestión de los procesos productivos y la redistribución del excedente— es la fuente originaria de la explotación, entonces el socialismo debe comprender que su misión histórica no es únicamente socializar la propiedad, sino desmonopolizar la dirección.

Allí donde la dirección permanece concentrada, aunque la propiedad sea formalmente estatal, la dominación se reproduce bajo nuevas formas. El control popular no es un añadido moral ni una concesión ética: es un mecanismo estructural indispensable para impedir que la plusdirección se consolide y vuelva a generar relaciones de propiedad privada encubierta, expresadas en acumulación de privilegios, acceso diferencial al excedente, control de redes administrativas y reproducción de élites estables.

Propiedad privada limitada y umbral democrático

La propiedad privada limitada puede existir sin amenazar al socialismo, siempre que permanezca bajo un umbral democrático que impida monopolios, concentraciones de poder y dinámicas de dominación estructural. El problema no es la existencia de formas privadas en sí mismas, sino su capacidad para traducirse en control de la dirección, del excedente y de las decisiones colectivas.

La cuestión central no es solo quién posee la propiedad, sino quién dirige los procesos productivos y quién decide la redistribución del producto social.

Cuba más allá del binarismo liberal

Cuba no puede comprenderse a partir de etiquetas simplistas como “dictadura” o “democracia”, heredadas de una tradición conceptual profundamente burguesa. La pregunta relevante no es si Cuba encaja en un modelo ideal abstracto, sino quién controla realmente la propiedad social, cómo se toman las decisiones estratégicas y hasta qué punto el pueblo participa de manera efectiva —no simbólica— en la dirección del país.

Reducir este debate a una comparación superficial con los sistemas liberales occidentales es, además de intelectualmente pobre, una forma de ocultar la dictadura real del capital que opera a escala global.

La pregunta que precede a todas las demás

Tal vez ha llegado el momento de abandonar la fetichización de la palabra “democracia” y recuperar la pregunta esencial que la precede y la supera:

¿Quién manda realmente, sobre qué y para beneficio de quién?

Sin responder a eso, toda discusión sobre Cuba —y sobre el socialismo en general— seguirá atrapada en un debate semántico que impide comprender la realidad.

Glosario de términos clave

Democracia: Concepto político surgido en la Atenas clásica que designa el gobierno del dêmos, entendido no como la totalidad social, sino como un cuerpo ciudadano excluyente. Históricamente compatible con la dominación estructural.

Dêmos: En la Grecia antigua, conjunto de ciudadanos con derechos políticos plenos. Excluía esclavos, mujeres, extranjeros y amplios sectores populares. No equivale al “pueblo” en sentido universal moderno.

Dictadura del capital: Forma de dominación en la que el poder real es ejercido por una minoría propietaria, aun cuando existan mecanismos electorales y libertades formales. Se expresa como democracia liberal.

Dictadura del proletariado: Concepto marxista que designa el poder político de la mayoría trabajadora sobre las minorías propietarias, no una forma autoritaria de gobierno, sino una transición hacia la eliminación de las clases.

Propiedad estatal: Forma jurídica en la que los medios de producción pertenecen al Estado. No garantiza por sí misma control popular ni poder obrero efectivo.

Propiedad social: Propiedad de los medios de producción controlada conscientemente por la sociedad organizada, mediante mecanismos efectivos de decisión, fiscalización y redistribución.

Dirección: Control efectivo de las decisiones estratégicas, de los procesos productivos y de la redistribución del excedente. Constituye una relación social de poder.

Plusdirección: Concepto que designa la apropiación del poder de dirección por una minoría administrativa o política, incluso en ausencia de propiedad privada formal, generando nuevas formas de dominación.

Burguesía funcional: Capa social que, sin ser propietaria privada clásica, accede de forma privilegiada al excedente y al poder decisorio mediante su posición en la estructura de dirección.

Control popular: Conjunto de mecanismos estructurales —no morales— mediante los cuales la sociedad fiscaliza, revoca y dirige a quienes ejercen funciones de gestión y decisión.

Fuentes consultadas:

Marx, K. (1867). El capital. Crítica de la economía política (Vol. I).  https://proletarios.org/books/El-Capital-Vol-1-Libro-I-Karl-Marx.pdf

Marx, K., & Engels, F. (1848). Manifiesto del Partido Comunista.  https://www.marxists.org/archive/marx/works/download/pdf/Manifesto.pdf

Lenin, V. I. (1917). El Estado y la revolución. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/estyrev/

Luxemburg, R. (1918/2017). La revolución rusa. Ediciones Akal.

Castoriadis, C. (1975). La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets.

Miliband, R. (1969). El Estado en la sociedad capitalista. Siglo XXI Editores.

Poulantzas, N. (1978). Estado, poder y socialismo. Siglo XXI Editores.

Arendt, H. (1963). Sobre la revolución. Alianza Editorial.

Hernandez, H. (2025, 9 de diciembre). Hacia una teoría socialista de la propiedad privada limitada y el control popular. Tocororo Cubano. https://tocororocubano.com/hacia-una-teoria-socialista-de-la-propiedad-privada-limitada-y-el-control-popular/

Hernandez, H. (2025, 13 de marzo). Hacia una ciencia social revolucionaria: Aprendiendo de Engels y Lenin para transformar el futuro. Tocororo Cubano. https://tocororocubano.com/hacia-una-ciencia-social-revolucionaria-aprendiendo-de-engels-y-lenin-para-transformar-el-futuro/

Hernandez, H. (2025, 12 de marzo). Hacia un socialismo viable en el siglo XXI: Desafíos y soluciones. Tocororo Cubano. https://tocororocubano.com/hacia-un-socialismo-viable-en-el-siglo-xxi-desafios-y-soluciones/

Hernandez, H. (2025, 15 de febrero). Sobre el Partido en la construcción del socialismo: Reflexión filosófica. Tocororo Cubano. https://tocororocubano.com/sobre-el-partido-en-la-construccion-del-socialismo-reflexion-filosofica-de-henrik-hernandez/

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