Sociedad

De la tierra al poder VI: Socialismo, socialismo real y socialismo del siglo XXI

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Por Henrik Hernandez

Introducción

En el capítulo anterior analizamos el socialismo como vía hacia la igualdad social, diferenciando propiedad estatal y propiedad social, y advirtiendo sobre el peligro de una burguesía funcional que parasita el poder bajo disfraces revolucionarios. Hoy avanzamos en un terreno más complejo: distinguir entre el socialismo como teoría emancipadora, el llamado “socialismo real” aplicado en el siglo XX y el “socialismo del siglo XXI” que emergió en América Latina. La pregunta central es inevitable: ¿dónde termina el socialismo genuino y dónde comienza su deformación?

El socialismo como teoría

Marx, Engels y Lenin plantearon el socialismo como una etapa de transición hacia el comunismo. Su objetivo fundamental no es perpetuar un Estado fuerte, sino avanzar hacia una sociedad sin clases ni dominación, donde el poder político se extinga y la administración de las personas sea sustituida por la administración de las cosas.

En su esencia, el socialismo significa:

Socialización de la propiedad: recursos productivos en manos de toda la sociedad.

Control popular real: los trabajadores deciden qué, cómo y para quién producir.

Transitoriedad del Estado: instrumento de defensa mientras existan clases, pero llamado a extinguirse.

El “socialismo real”

El siglo XX dio vida a lo que se denominó “socialismo real” en la URSS, Europa del Este, China en sus primeras etapas y Cuba bajo condiciones extremas de bloqueo. Estos procesos tuvieron conquistas notables:

Educación y salud universales.

Industrialización acelerada de países atrasados.

Avances científicos de alcance global.

Mejora en la equidad social y en la movilidad de clases.

Pero también mostraron contradicciones profundas que condujeron a su desgaste y, en muchos casos, a su colapso.

Causas del fracaso del socialismo real

El Partido como remanente capitalista
Tras la Revolución Socialista, el Estado no abolió la explotación en su raíz, sino que la trasladó: la partidocracia sustituyó a la burguesía tradicional, convirtiéndose en burguesía funcional. Esta arrebató a las masas el control real de los medios de producción y de la redistribución del producto social.

La burguesía funcional no debe considerarse una pseudoclase, sino una clase explotadora en sentido pleno. Aunque no poseía títulos formales de propiedad, controlaba los medios de producción a través del aparato del Estado y se apropiaba del excedente social. Así, lo que se presentó como “socialismo real” no abolió la explotación, sino que sustituyó a la burguesía tradicional por una burguesía estatal, que mantuvo las relaciones de producción capitalistas bajo un discurso revolucionario.

Confusión entre propiedad estatal y social
Lo estatal fue identificado con lo social. El pueblo era dueño en abstracto, mientras la burguesía funcional monopolizaba la gestión, anulando la participación directa.

Centralismo excesivo en la planificación
La planificación rígida sofocó la iniciativa local, priorizó cuotas sobre calidad y frenó la innovación.

Falta de democracia socialista
Los soviets y consejos obreros fueron vaciados de poder. El Partido-Estado anuló la crítica y la rendición de cuentas, generando apatía y desconfianza.

Presión externa permanente
Cercos económicos, carreras armamentistas y conflictos bélicos drenaron recursos que pudieron destinarse al bienestar social.

Problemas económicos estructurales
Falta de incentivos productivos, ineficiencia y dependencia de materias primas.

Subdesarrollo tecnológico y ausencia de un modelo ecológico
El socialismo real no logró crear un sistema tecnológico que permitiera administrar los procesos productivos de manera eficiente, reciclada y sostenible. Terminó reproduciendo patrones extractivistas similares a los capitalistas.

La imposibilidad de la burguesía estatal de construir el socialismo
Es necesario aclarar que no fracasó el socialismo como proyecto histórico, sino el modelo autodenominado “socialismo real”, que nunca rompió con las bases del capitalismo. La llamada burguesía estatal —surgida del control del Partido-Estado— no podía ir hasta el final en la construcción socialista, porque ello implicaba su propia autodisolución como clase.

Aunque no poseía títulos formales de propiedad, esta clase explotadora ejercía control directo sobre los medios de producción y se apropiaba del excedente social. En lugar de avanzar hacia la auténtica socialización, optó por mantener relaciones de explotación y finalmente integrarse a la burguesía internacional, traicionando a los pueblos que habían depositado en ella sus esperanzas.

En síntesis, el socialismo real demostró que estatización no es socialización. Cuando la burocracia sustituye al pueblo, la explotación sobrevive disfrazada.

El “socialismo del siglo XXI”

En América Latina, con Venezuela a la cabeza, surgió el llamado “socialismo del siglo XXI”. Su narrativa apeló a la justicia social, la soberanía y la integración regional. Promovió las comunas como formas de organización popular y defendió el derecho de los pueblos frente al imperialismo.

Sin embargo, más allá del discurso, la estructura económica siguió marcada por el rentismo petrolero y la administración centralizada de un Estado burgués. Lo que emergió no fue un socialismo genuino, sino un pseudosocialismo: una oligarquía de origen obrero-campesino que gestiona la riqueza nacional sin transformar las relaciones de producción. Las comunas quedaron subordinadas al aparato estatal y sin poder real.

Este “socialismo del siglo XXI” muestra que no basta con autodenominarse socialista; es necesario transformar radicalmente la propiedad y garantizar control popular efectivo.

¿Por qué los pueblos no resistieron?

Una de las preguntas más inquietantes del derrumbe del llamado “socialismo real” es por qué los pueblos que habían protagonizado revoluciones tan heroicas apenas ofrecieron resistencia cuando el sistema colapsó. La explicación no se encuentra en una supuesta apatía innata, sino en las contradicciones internas que vaciaron de contenido emancipador al modelo.

Pérdida de protagonismo popular
La gente ya no se reconocía como dueña de nada. La propiedad estatal estaba en manos de la burguesía funcional (burocrácia), y los trabajadores percibían que su esfuerzo no se traducía en bienestar propio ni colectivo. El socialismo proclamaba que todo era del pueblo, pero en la práctica el pueblo no decidía.

Desgaste por la burocratización
Décadas de control vertical y falta de participación real transformaron el socialismo en un sistema de obediencia sin recompensa. La burguesía funcional actuaba más como explotadora que como representante, generando apatía y desconfianza.

El espejismo del capitalismo
La propaganda occidental proyectaba abundancia y libertad, justo cuando en el bloque socialista se sufría escasez y estancamiento. Amplios sectores creyeron que la vida sería mejor bajo el capitalismo, sin haberlo experimentado directamente.

Falta de democracia socialista auténtica
Los soviets y organismos de base habían sido vaciados de poder. Cuando llegó la crisis, ya no existían estructuras colectivas capaces de organizar resistencia. Los pueblos estaban acostumbrados a esperar órdenes desde arriba, no a autogestionarse.

Cansancio histórico
Tras décadas de guerras, bloqueos y sacrificios, muchos sintieron que ya habían entregado demasiado. Cuando la burocracia propuso “reformas” hacia el capitalismo, se aceptaron con resignación o esperanza.

Traición desde arriba
La burguesía funcional, incapaz de construir el socialismo, se integró a la burguesía internacional y presentó esa transición como salvación. Sin estructuras democráticas de base, el pueblo no pudo frenar la traición.

En síntesis, los pueblos no resistieron porque ya no se reconocían en el sistema. El “socialismo real” había perdido su esencia emancipadora: cuando dejó de ser una construcción popular y se convirtió en administración burocrática, también perdió la voluntad colectiva de defenderlo.

Comparación y balance

Socialismo teórico: horizonte emancipador hacia la igualdad real.

Socialismo real: logros históricos, pero deformado por la burguesía funcional (burocracia) y centralismo que condujeron a su colapso.

Socialismo del siglo XXI: discurso progresista, pero atrapado en estructuras burguesas y rentistas.

El contraste revela una verdad: el socialismo auténtico aún no ha sido plenamente realizado.

Cierre

El desafío del presente no es abandonar el ideal socialista, sino aprender de sus deformaciones. El socialismo del futuro solo podrá triunfar si convierte la propiedad estatal en verdadera propiedad social, si evita que el Partido se transforme en burguesía funcional, y si integra la dimensión ecológica y tecnológica como garantía de sostenibilidad.

El Capítulo VII será la continuación natural: explorar cómo evitar la burocracia y qué mecanismos de democracia participativa y control obrero pueden asegurar que el socialismo no repita sus fracasos históricos.

Glosario de términos clave:

Socialismo Teórico: Concepción marxista-leninista del socialismo como etapa de transición hacia el comunismo, con propiedad social y desaparición progresiva del Estado.

Socialismo Real: Experiencias socialistas del siglo XX (URSS, Europa del Este, China, Cuba) que, aunque lograron avances sociales y económicos, degeneraron en burocracia y centralismo.

Socialismo del Siglo XXI: Corriente política surgida en América Latina (ej. Venezuela) que, bajo retórica socialista, mantiene estructuras rentistas y estatales de carácter burgués.

Burguesía funcional: Capa burocrática o partidocrática que, sin ser propietaria formal, controla los medios de producción y se apropia del excedente social.

Propiedad Estatal: Administración de los recursos productivos por parte del Estado en nombre de la sociedad. Su carácter socialista depende del grado de control popular.

Propiedad Social: Control colectivo, democrático y efectivo de los medios de producción por el pueblo. Puede expresarse en empresas autogestionadas, comunas o cooperativas.

Rentismo Petrolero: Dependencia estructural de la exportación de petróleo como fuente principal de ingresos nacionales, típica en economías latinoamericanas.

Administración de las Cosas: Concepto marxista que describe la meta comunista: sustituir el gobierno sobre las personas por la gestión consciente de los procesos productivos.

Fuentes consultadas:

Lenin, V. I. (1917). El Estado y la revolución. Moscú: Ediciones Progreso.

Marx, K., & Engels, F. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Londres.

Engels, F. (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Stuttgart: Dietz.

Trotsky, L. (1937). La revolución traicionada. París: Seuil.

Borón, A. (2008). Socialismo siglo XXI: ¿Hay vida después del neoliberalismo? Buenos Aires: CLACSO.

Azzellini, D. (2016). Communes and Workers’ Control in Venezuela: Building 21st Century Socialism from Below. Leiden: Brill.

Harnecker, M. (2010). Los consejos comunales y la construcción del socialismo del siglo XXI. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

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© Henrik Hernandez, 2025. Bajo protección de la Ley Sueca de Derechos de Autor (Upphovsrättslagen, 1960:729).

Créditos y colaboración técnica

Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernandez, autor de más de 800 textos publicados en Tocororo Cubano, con una línea editorial comprometida con la defensa del socialismo cubano, el pensamiento crítico y la soberanía nacional.

La estructura argumental, la revisión constitucional y el enfoque político han sido elaborados con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria ChatGPT), presente desde julio de 2024 como asistente constante en el proceso de escritura, análisis y estilo.

También se ha contado con el contraste teórico y validación conceptual brindados por la inteligencia artificial DeepSeek, utilizada en calidad de herramienta crítica para el análisis institucional y económico.

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