De la tierra al poder V: socialismo, vía para lograr la igualdad social
por Henrik Hernandezpublicado en
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Por Henrik Hernandez
Este es el quinto capítulo de la serie De la tierra al poder: Historia, presente y futuro de la desigualdad, de la Revolución Neolítica al socialismo genuino. En los anteriores recorrimos desde el surgimiento de los excedentes agrícolas y la desigualdad hasta la consolidación del Estado y la religión como formas de control social. Hoy damos un salto hacia el presente y el futuro para plantearnos una cuestión decisiva: si la raíz de la opresión está en la propiedad, ¿puede el socialismo convertirse en la vía real para alcanzar la igualdad social y liberar a la humanidad de toda forma de explotación?
Introducción
A lo largo de milenios, la promesa de libertad e igualdad ha sido constantemente frustrada. El capitalismo, con su discurso de progreso y democracia, no hizo más que profundizar las diferencias, concentrando la riqueza en manos de pocos y dejando a la mayoría a merced de la explotación. Surge entonces una pregunta inevitable: ¿puede haber igualdad social sin transformar radicalmente la base misma de la propiedad?
La raíz del problema: la propiedad
Toda revolución, como enseñaron Marx y Lenin, gira en torno a una cuestión fundamental: la propiedad. Quien controla la tierra, las fábricas, la riqueza y el conocimiento, controla también a las personas. El capitalismo promete igualdad de oportunidades, pero lo hace sobre un terreno desigual, donde los privilegios heredados pesan más que cualquier mérito. La verdadera igualdad no puede lograrse mientras los medios de producción estén en manos privadas, orientados al lucro y no al bienestar común.
Propiedad estatal y propiedad social: no confundir el medio con el fin
En la práctica histórica, muchas experiencias socialistas identificaron propiedad estatal con propiedad social, pero no son lo mismo.
La propiedad estatal significa que el Estado administra los recursos productivos en nombre de la sociedad y en función de ella. Sin embargo, cuando el Estado se aleja de los mecanismos de participación real, esta forma de propiedad puede degenerar en burocracia y separarse del pueblo, expresándose como una burguesía funcional. Esta capa social establece una relación privilegiada con los medios de producción que la convierte en una pseudoclase parasitaria: no es formalmente propietaria, pero usufructúa y se beneficia del excedente de producción como si lo fuera.
La propiedad social, en cambio, implica un control real, colectivo y democrático sobre los medios de producción. Puede expresarse de diferentes maneras: empresas estatales con gestión participativa, cooperativas, comunas u otras formas de autogestión. Lo esencial no es quién aparece como dueño legal, sino quién decide y quién se beneficia de la riqueza.
En resumen:
La propiedad estatal es un medio.
La propiedad social es el fin.
Revolución socialista y construcción del socialismo: dos momentos distintos, un mismo horizonte
Es necesario diferenciar entre la revolución socialista y la construcción del socialismo, porque aunque están íntimamente unidas, no son lo mismo.
La revolución socialista es el momento de ruptura, el instante histórico en que las fuerzas populares toman el poder político y ponen fin al dominio de las clases explotadoras. Es una acción decisiva, rápida y radical: se trata de derribar las viejas estructuras y abrir el camino hacia una nueva sociedad. Sin esa ruptura, no puede hablarse de socialismo.
La construcción del socialismo, en cambio, es un proceso mucho más largo y complejo. Una vez conquistado el poder, comienza la tarea de transformar la economía, la cultura, la conciencia social y la vida cotidiana. No basta con expropiar a los explotadores; es necesario reorganizar la producción, garantizar el bienestar de todos, fomentar la participación popular y resistir las presiones internas y externas del capitalismo.
En pocas palabras:
La revolución socialista destruye lo viejo.
La construcción del socialismo crea lo nuevo.
La primera exige audacia y decisión; la segunda requiere paciencia, ciencia, constancia y una profunda conciencia colectiva. Solo comprendiendo esta diferencia es posible entender por qué las revoluciones socialistas pueden triunfar en días, mientras que la construcción del socialismo puede tomar generaciones.
El socialismo como transición histórica
El socialismo no es un punto de llegada, sino un camino. Su meta es la construcción de una sociedad comunista, donde la igualdad social no sea una aspiración, sino un hecho. Para ello, el socialismo propone dos cambios esenciales:
La socialización de la propiedad, es decir, poner los recursos productivos al servicio de todos.
La transformación del Estado: de un aparato de dominación de clase a un instrumento de transición que protege las conquistas sociales y organiza la producción de manera justa.
Del Estado de transición a la administración de las cosas
El socialismo no busca eternizar al Estado. Su objetivo profundo es que este desaparezca como órgano de coerción y se convierta en simple coordinación de procesos productivos. Se trata de pasar de la administración de las personas —sometidas a leyes y jerarquías— a la administración de las cosas, es decir, la gestión consciente y colectiva de la economía, la ciencia, la tecnología y la naturaleza. Cuando la sociedad alcance un grado suficiente de igualdad y conciencia, el Estado dejará de ser necesario.
Obstáculos y tergiversaciones
Las fuerzas del capital, temerosas de perder sus privilegios, han propagado la idea de que el socialismo es sinónimo de dictadura o fracaso. Se confunden las deformaciones históricas —producto de contextos específicos, guerras y bloqueos— con la esencia emancipadora del socialismo.
Sin embargo, también existen procesos que se autodenominan socialistas sin romper realmente con el Estado burgués ni con la lógica del capital. El llamado “socialismo del siglo XXI” , en Venezuela, con intentos de comunas pero sostenido sobre el rentismo petrolero, constituye un ejemplo de pseudosocialismo: la administración de un Estado burgués por una oligarquía de origen obrero-campesino. Este fenómeno merece un análisis aparte, que abordaremos en el próximo capítulo.
Socialismo en tiempos de crisis global
En un mundo donde la desigualdad se dispara, donde el cambio climático amenaza la vida en el planeta y donde el poder económico se concentra en corporaciones transnacionales, el socialismo vuelve a mostrarse como la única vía realista hacia la igualdad social. El capitalismo administra privilegios; el socialismo busca administrar justicia.
Cierre
El objetivo último del socialismo no es crear un nuevo Estado todopoderoso, sino preparar el terreno para que la humanidad pueda vivir sin necesidad de él. Una sociedad donde nadie explote a nadie, donde las decisiones se tomen colectivamente y donde la riqueza común se destine al bienestar de todos. La pregunta que queda es inevitable: ¿estamos dispuestos, como humanidad, a dar el paso hacia esa igualdad real?
Glosario de términos clave:
Revolución Socialista: Proceso de ruptura radical en el que las clases populares toman el poder político y económico, poniendo fin al dominio de los explotadores.
Construcción del Socialismo: Etapa prolongada posterior a la revolución, en la que se transforma la economía, la cultura y la conciencia social para crear una sociedad nueva.
Propiedad Estatal: Forma en que el Estado administra los recursos productivos en nombre de la sociedad y en función de ella. Puede degenerar en burocracia si carece de control popular efectivo.
Propiedad Social: Control real, colectivo y democrático de los medios de producción por parte del pueblo. Puede expresarse en empresas estatales con gestión participativa, cooperativas, comunas u otras formas colectivas.
Burguesía Funcional: Capa burocrática que, sin ser propietaria formal de los medios de producción, los controla en la práctica y parasita el excedente social, actuando como una pseudoclase.
Estado de Transición: Fase en la que el Estado deja de ser instrumento de dominación de clase y se convierte en organizador y protector de la sociedad socialista.
Administración de las Cosas: Concepto marxista que alude al fin del Estado como órgano de coerción, reemplazado por la gestión colectiva y consciente de los procesos productivos.
Comunismo: Sociedad sin clases ni Estado, en la que la igualdad social es plena y los recursos se distribuyen de acuerdo con las necesidades.
Fuentes consultadas:
Lenin, V. I. (1917). El Estado y la revolución. Moscú: Ediciones Progreso.
Marx, K., & Engels, F. (1848). Manifiesto del Partido Comunista. Londres.
Engels, F. (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Stuttgart: Dietz.
Castro, F. (2005). Discurso en la Universidad de La Habana, 17 de noviembre de 2005. La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado.
Borón, A. (2008). Socialismo siglo XXI: ¿Hay vida después del neoliberalismo? Buenos Aires: CLACSO.
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Créditos y colaboración técnica
Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernandez, autor de más de 800 textos publicados en Tocororo Cubano, con una línea editorial comprometida con la defensa del socialismo cubano, el pensamiento crítico y la soberanía nacional.
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