Cuando la escasez se disfraza de pedagogía alimentaria
por Henrik Hernandezpublicado en
Cuando la escasez se disfraza de pedagogía alimentaria
Arroz, soberanía, cadenas productivas y el error de culpar a la cultura
Introducción: una frase no es el problema, es el síntoma
Las recientes declaraciones del Dr. Roberto Caballero Grande en la televisión nacional —afirmando que “comer arroz no es un hábito cubano”— provocaron una comprensible reacción social. Sin embargo, el problema de fondo no es una frase aislada ni un simple desliz comunicativo. Estas afirmaciones han sido rápidamente instrumentalizadas por los aparatos mediáticos hostiles a Cuba para desacreditar al sistema cubano en su conjunto, desligando el debate de las causas estructurales reales y desplazándolo hacia una caricatura cultural.
Este hecho revela una debilidad persistente en la capacidad oratoria y comunicacional de quienes intervienen públicamente desde posiciones revolucionarias. En el terreno de la disputa ideológica contemporánea, no basta con ocupar un espacio institucional ni con tener convicciones correctas: es imprescindible saber expresarse, medir el impacto de las palabras y comprender que toda intervención pública ocurre en un escenario de confrontación política permanente. No basta con expresarse; hay que saber expresarse.
Pero incluso más allá del problema comunicacional, la polémica ha servido para confirmar algo más profundo: el debate público ha evitado sistemáticamente analizar las causas reales del problema alimentario en Cuba.
Botánica no es cultura: desmontando el primer error conceptual
Que el arroz sea originario de Asia o la papa de los Andes es un dato botánico, no un argumento cultural. Los hábitos alimentarios no se definen por el origen geográfico de los cultivos, sino por procesos históricos, sociales y económicos prolongados.
Si el origen botánico determinara la legitimidad cultural: el tomate no sería italiano, el trigo no sería europeo, el café no sería cubano, la caña no sería caribeña.
El arroz forma parte de la dieta cubana desde el siglo XIX y se consolidó durante el siglo XX como alimento cotidiano transversal a todas las clases sociales. Platos como el congrí, los moros y cristianos o el arroz blanco diario no son una moda reciente ni una imposición externa: son memoria alimentaria viva, asociada a estabilidad doméstica, seguridad alimentaria y normalidad cotidiana.
Negar este hecho no corrige un problema productivo; reformula la cultura para justificar la carencia.
La “pedagogía de la escasez”: un patrón histórico recurrente
El recurso de trasladar un problema estructural de producción y distribución hacia el terreno de los hábitos y la cultura no es exclusivo del caso cubano. A lo largo de la historia reciente, lo que aquí hemos denominado “pedagogía de la escasez” ha sido utilizado de forma recurrente en contextos de crisis económica, ajustes estructurales o reconfiguración del Estado social.
En distintos momentos y latitudes, discursos similares han acompañado procesos de reducción del gasto público, liberalización de mercados o colapsos productivos: se exhorta a la población a “consumir menos”, “ajustar expectativas”, “modificar costumbres” o “vivir con lo esencial”, mientras se evita debatir las causas materiales que generan la escasez. En lugar de analizar la ruptura de las cadenas productivas, la concentración de recursos, la dependencia energética o las decisiones macroeconómicas, se desplaza la responsabilidad hacia el comportamiento cotidiano de la ciudadanía.
Este mecanismo no es accidental. Funciona como una estrategia de gestión simbólica de la carencia: normaliza el deterioro, despolitiza el conflicto material y transforma un problema colectivo en una cuestión de adaptación individual o cultural. En ese sentido, no es un error comunicativo menor, sino una forma específica de reordenar el sentido común en tiempos de crisis.
Reconocer este patrón no implica negar la necesidad de cambios en los modelos de consumo ni de avanzar hacia sistemas alimentarios más sostenibles. Implica, precisamente, evitar que esos cambios se impongan como sustituto discursivo de las soluciones estructurales que siguen pendientes.
Diversificar sí, negar no: la posición de Tocororo Cubano
Desde Tocororo Cubano hemos defendido reiteradamente la diversificación productiva y el fortalecimiento de cultivos estratégicos como la yuca, el boniato, la malanga, el ñame, el plátano y las leguminosas. Son cultivos más resilientes, mejor adaptados al clima, menos dependientes de insumos externos y fundamentales para la soberanía alimentaria.
Pero una cosa es ampliar la oferta y reducir vulnerabilidades, y otra muy distinta es deslegitimar el alimento base para explicar su escasez. La soberanía alimentaria no se construye reeducando al pueblo a la baja ni culpando a la cultura alimentaria, sino produciendo más, mejor y de forma sostenible, ampliando opciones reales sin empobrecer la mesa.
La Ley SAM y el uso instrumental de José Martí
En su intervención, el Dr. Caballero recurre a José Martí para explicar los fundamentos de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Ley No. 148/2022), citando la conocida idea martiana de que “la única riqueza de un país es igualar la producción agrícola al consumo”.
Como principio general, esta afirmación expresa una preocupación legítima por la soberanía y la dependencia externa. Sin embargo, su uso en este contexto incurre en dos distorsiones graves.
En primer lugar, se trata de una falacia de falsa autoridad. Martí fue un pensador político y ético de enorme estatura intelectual, pero no fue agrónomo, demógrafo ni planificador de sistemas alimentarios modernos. Apelar a su autoridad moral para sustituir análisis técnicos contemporáneos desplaza el debate del terreno científico al simbólico.
En segundo lugar, se incurre en un anacronismo histórico y demográfico. Cuando Martí formuló esa idea, Cuba tenía menos de dos millones de habitantes y enfrentaba una presión material radicalmente distinta. Trasladar mecánicamente esa frase al siglo XXI, con más de once millones de habitantes, dependencia energética, cambio climático y cadenas globales de suministro, es analíticamente insostenible.
La soberanía alimentaria contemporánea no puede reducirse a una ecuación lineal entre producción y consumo. Implica energía, clima, logística, tecnología, diversificación y capacidad de decisión estratégica.
Población y capacidad de carga: un límite material ignorado
Desde Tocororo Cubano hemos abordado esta cuestión desde una perspectiva materialista y ecológica, analizando la correlación entre población, territorio y capacidad productiva real. Nuestros análisis indican que, dadas las condiciones objetivas de Cuba —superficie agrícola útil, disponibilidad de agua, resiliencia climática, insumos energéticos y tecnológicos—, la población óptima sostenible del país debería situarse aproximadamente entre ocho y nueve millones de habitantes.
Superar ampliamente ese umbral sin transformaciones estructurales profundas incrementa la vulnerabilidad alimentaria y energética, independientemente de la voluntad política o del discurso. Este límite no se corrige citando a Martí fuera de contexto ni apelando a consignas, sino planificando con datos y realidades materiales.
El mito de la autosuficiencia arrocera antes de 1959
En el debate reaparece con frecuencia la afirmación de que antes de 1959 Cuba era autosuficiente en arroz. Esa idea no resiste un análisis serio.
Incluso aceptando una producción cercana a 225 mil toneladas en 1958, convertida a arroz consumo equivale aproximadamente a 135–160 mil toneladas. Con una población cercana a 5,5 millones, esto representa menos de 30 kg por persona al año, es decir, menos de 85 gramos diarios. Eso no cubre una dieta basada en arroz, y menos aún en una sociedad caracterizada entonces por pobreza rural, subconsumo estructural, desigualdad regional e importaciones significativas de alimentos.
La supuesta autosuficiencia de 1958 fue una suficiencia estadística ilusoria, no una realidad alimentaria efectiva.
Lo que sí cambió tras 1959 (y suele omitirse)
Durante décadas de la etapa revolucionaria: el arroz se convirtió en alimento de acceso universal, se desarrollaron sistemas de riego y mecanización, se alcanzaron niveles productivos muy superiores a 1958, se sostuvo el consumo incluso en condiciones extremas.
El retroceso actual no es cultural, sino estructural y multifactorial.
Las causas reales de la crisis alimentaria actual
Reducir el problema a los “hábitos” oculta factores decisivos:
Dependencia de insumos importados (combustibles, fertilizantes, semillas, tecnología).
Déficit energético crónico, que afecta riego, transporte, conservación y procesamiento industrial.
Impacto climático, con el azote anual de huracanes, sequías e inundaciones.
Bloqueo económico, comercial y financiero, que limita créditos, importaciones, logística y modernización tecnológica.
Negar cualquiera de estos factores es analíticamente insostenible.
Ciencia cubana y agricultura sostenible: una deuda interna
Desde hace más de cuarenta años, la ciencia cubana ha propuesto modelos de agricultura sostenible, agroecología, diversificación productiva, reducción de insumos externos y adaptación climática. El problema no ha sido la falta de conocimiento, sino la brecha persistente entre ciencia y aplicación productiva.
Como hemos señalado anteriormente en Tocororo Cubano, existe una desconexión estructural entre investigación, gestión y producción, que limita la implementación efectiva de soluciones ya conocidas.
El gran ausente del debate: las cadenas de producción y valor
Ni defensores ni detractores han colocado en el centro del debate el funcionamiento real de las cadenas de producción y valor. Sin analizar los encadenamientos que van desde el insumo hasta el plato —energía, transporte, almacenamiento, industria, distribución y precios—, toda discusión queda reducida a superficie ideológica.
La producción de alimentos no falla solo en el campo; falla cuando se rompen los eslabones intermedios. Sin reconstruir esas cadenas, ninguna política alimentaria será efectiva.
El Programa de Gobierno: objetivos sin arquitectura de ejecución
Se invoca con frecuencia el Programa de Gobierno como respuesta, pero este opera fundamentalmente como plataforma programática, no como plan operativo. El vacío no está en el qué, sino en el cómo. No se han presentado de forma sistemática documentos ministeriales y territoriales que traduzcan los objetivos en planes concretos, cronogramas, recursos e indicadores de control.
Sin esa traducción operativa, la política alimentaria corre el riesgo de quedarse en intención.
Conclusión: no se gobierna el hambre cambiando el relato
Decirle a un pueblo que “se acostumbre” a no comer lo que históricamente ha comido no es educación nutricional. Es normalización de la escasez. Desde Tocororo Cubano sostenemos una posición clara:
Diversificar la producción: sí.
Apostar por la agricultura sostenible: sí.
Reconstruir encadenamientos productivos: sí.
Aplicar la ciencia existente: sí.
Culpar a la cultura alimentaria o reescribir la historia: no.
La cultura no se decreta. La soberanía alimentaria se construye resolviendo estructuras, no culpando al plato del pueblo.
Nota:
Este análisis amplía y actualiza los argumentos desarrollados en nuestro artículo previo “Crisis arrocera en Cuba: Dependencia, declive y el espejismo del autoabastecimiento” (agosto 2025), donde se examinan con datos las limitaciones estructurales de la producción arrocera nacional.
HernAndez, H. (2025, agosto 6). Crisis arrocera en Cuba: Dependencia, declive y el espejismo del autoabastecimiento. Tocororo Cubano. https://tocororocubano.com/crisis-arrocera-en-cuba-dependencia-declive-y-el-espejismo-del-autoabastecimiento/
Glosario de términos clave:
Soberanía alimentaria:
capacidad de garantizar alimentos suficientes, accesibles y culturalmente apropiados.
Pedagogía de la escasez:
narrativa que normaliza la carencia desplazando responsabilidades estructurales.
Capacidad de carga:
límite material sostenible entre población, territorio y recursos.
Encadenamientos productivos:
articulación de insumos, energía, producción, industria y distribución.
Fuentes consultadas:
Cuadrando la Caja. (s. f.). Producción de alimentos en Cuba [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=vQOcrwpQnow
Food and Agriculture Organization of the United Nations. (2024). FAOSTAT: Crops and livestock products – Rice, paddy (Cuba). https://www.fao.org/faostat/en/#data/QCL
Oficina Nacional de Estadística e Información. (2024). Anuario Estadístico de Cuba 2023: Agricultura, ganadería, silvicultura y pesca. La Habana: ONEI. https://www.onei.gob.cu
Herrero, R. (1998). El sector agropecuario cubano bajo el socialismo de Estado. Cuba in Transition, 8. Association for the Study of the Cuban Economy.
Gracias por leerme.
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Por Henrik Hernandez - Tocororo Cubano
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