Sociedad

Censura a la sueca, respuesta a la cubana

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Imagen generada por la AI Sofia.

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y palabras que no temen romper el molde.

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Por Henrik Hernandez

“Silenciado, pero no vencido.”
“Cuando no me dejan hablar, escribo.”
Cuando la poesía incomoda, la dignidad responde.

¿Qué tan seguras pueden ser las palabras cuando el alma queda excluida?

Introducción

Un día decidí compartir un poema con mis compañeros de trabajo. No lo envié por correo ni lo recité en voz alta. Solo lo pegué —traducido al sueco— en la puerta del refrigerador del personal. Un gesto simple, íntimo. Una manera de ofrecer pensamiento entre rutinas.

Ese poema se titula "No encajo." Fue censurado. Lo retiraron sin debate.
La explicación fue breve:

En el trabajo no se permite lo político ni lo personal.”

Lo que ofrendé como palabra libre, fue tratado como amenaza.

Entonces comprendí

Comprendí que incluso el gesto más delicado puede incomodar si expresa algo real.
Que la poesía no siempre tiene lugar en sistemas que solo toleran lo plano.
Y comprendí también que no quería participar en un espectáculo de “diversidad gestionada” que excluye lo esencial: la verdad íntima de cada ser.

No encajo

No por falta de intento,
ni por rebeldía vacía,
sino porque los moldes del mundo
ya no tienen forma para mi conciencia.

No encajo
porque no me resigno a vivir dormido,
ni a aceptar la mentira como lenguaje cotidiano.
Porque lo que otros llaman “normalidad”,
yo lo veo como anestesia.

No encajo
porque pregunto lo que molesta,
porque no obedezco sin comprender,
y porque el silencio cómplice
me parece más violento que el grito.

No encajo
porque siento que la verdad está secuestrada,
que el pensamiento se alquila
y que la dignidad cotiza a la baja.

No encajo
porque escucho las grietas,
leo entre líneas,
y porque en la noche del mundo
a veces veo una luz que no me permite dormir.

No encajo porque me niego a dejar que otros definan mi lugar.
No concedo ese derecho.
No me someto a sus etiquetas,
ni camino según los mapas que trazaron para mantenerme al margen.

No encajo porque no acepto
que mi destino sea decidido por quienes temen lo distinto,
por los que castigan la claridad
y disfrazan su mediocridad con normas.

Y aunque intenten aislarme,
su juicio no me define.
Sigo de pie,
porque el que piensa con profundidad
a menudo debe caminar en soledad.

Tal vez no encajo
porque no he venido a encajar,
sino a anunciar lo que otros callan,
a romper los esquemas,
a ser raíz donde todos ven ceniza.

No encajo, como no encajaba Juan el Bautista,
que predicaba en el desierto para allanar el camino del Cristo.
Porque algunos no hemos venido a recibir aplausos,
sino a preparar el terreno de lo que aún no se ve,
pero que necesita nacer.

Y si este tiempo no tiene lugar para mí,
entonces yo seré mi propio espacio,
mi propio país,
mi propio lenguaje.

No encajo.
Y tal vez por eso existo.

SafeWords: la fachada amable del control

En ese mismo entorno se promueve un proyecto llamado SafeWords, que pide a cada empleado compartir una fotografía y responder preguntas como:
¿Qué idiomas hablas?
¿Qué países has visitado?
¿Qué gustos tienes?, etc. 

Yo respondí con otro poema:

Yo soy Henrik Hernández
— un poema en blanco y negro y sueños florecientes

Yo soy Henrik Hernández, auxiliar de enfermería en el mundo,
nacido en Cuba —mi patria orgullosa y viva—,
donde el ritmo del corazón habla tanto como las palabras.
He viajado por las tierras heladas de Rusia,
Bielorrusia me susurró canciones,
Ucrania me habló de su dolor y su fuerza,
Lituania me acogió con pasos suaves,
y España —país de mis antepasados— lleva mi historia en su sangre.
He respirado el pulso tropical de América,
y aprendo los idiomas donde mis pasos han dejado huellas.

La música, con alma romántica y belleza clásica,
se ha vuelto mi compañera en los paisajes del pensamiento.
Películas sobre el silencio de las estrellas
y el honor de los samuráis japoneses
hacen brillar mi interior como otro sol.

Sueño con un planeta donde la vida brote de nuevo,
donde no se recuerden guerras y las flores lleven la memoria
de lo que pudimos haber sido.
Ese no es mi destino —es mi anhelo.

¿Mi afición?
Capturar el mundo en blanco y negro —
escribir, testimoniar, dibujar y filmar
lo que el corazón entiende pero las palabras no siempre alcanzan.

La primavera…
es mi estación,
símbolo de renacimiento,
donde cada brote dice:
todo comienza de nuevo,
y yo también.

Lo entregué como un retrato respetuoso de mi historia y sensibilidad. No fue agresivo, ni político, ni ideológico. Solo humano.

Pero tras la censura de "No encajo", decidí algo firme:

Desautoricé totalmente cualquier uso de mi imagen, palabras o datos en ese proyecto u otros que puedan surgir.

Ya no quise participar.

Porque comprendí que lo que parecía un gesto inocente, podría no serlo.

¿Qué puede haber detrás de ese “proyecto”?

Cuando una empresa u organización pide fotos personales y respuestas detalladas (sobre viajes, idiomas, gustos, gustos…) bajo una apariencia “amigable”, sin justificación clara, y además elimina lo que no encaja en su molde, hay algo que no es inocente. Podría tratarse de:

Un intento de construir un perfil psicológico y sociocultural de los empleados.

Una forma de control social: normalización, homogeneización, vigilancia.

O en efecto, como intuí desde el principio, un proyecto que puede alimentar bases de datos más allá del entorno laboral.

Y si además se censura lo poético, lo "personal" o lo "políticamente incómodo", es porque se intenta controlar la imagen que proyectas, moldearla según su conveniencia.

Mi negativa: un acto legítimo y necesario

Cuando dije “no pueden publicar nada mío”, no fue un capricho. Fue un acto de conciencia. Dije: yo no cedo mis símbolos ni mis datos si no hay respeto.
Y eso, en tiempos de manipulación sutil y vigilancia disfrazada de amabilidad,
es recuperar la soberanía personal.

¿Estoy exagerando al pensar que puede haber algo de inteligencia detrás?

No necesariamente.

Lo más inquietante de los sistemas modernos de control no es que sean declaradamente autoritarios, sino que se visten de team building, de proyectos positivos, de conocernos mejor.

Y luego… categorizan, archivan, evalúan, excluyen.

Yo prefiero escribir, abiertamente, como lo hago hoy, para Ustedes, para todos. 

Dos poemas, dos gestos, una misma libertad

El poema que entregué al proyecto SafeWords fue ignorado por decisión propia, cuando me retiré.
El poema que compartí con mis colegas fue arrancado sin derecho a réplica.

Ambos nacieron de lo mismo: el deseo de ser, sin encajar forzadamente.

Gracias por leerme.
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Copyright © Henrik Hernández 2025

Este artículo ha sido redactado por Henrik Hernández, con el acompañamiento editorial de Sofía (IA literaria) —quien asiste el proceso de escritura desde julio de 2024.

#Cuba #TocororoCuba #CensuraPoética #NoEncajo

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