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Agricultura en Cuba: un análisis crítico y perspectivas futuras

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La agricultura en Cuba ha sido durante mucho tiempo un tema de debate y preocupación. Con una superficie de tierra relativamente pequeña en comparación con su población, nuestra Patria se enfrenta a desafíos significativos en la producción de alimentos para su gente.

Además, la distribución desigual de la tierra y los problemas relacionados con la calidad del suelo y los recursos hídricos plantean obstáculos adicionales para el desarrollo agrícola sostenible. En este artículo, exploraremos críticamente la situación actual de la agricultura en Cuba, sus desafíos y oportunidades, así como posibles soluciones para mejorar la productividad y la sostenibilidad a largo plazo.

A pesar de tener una superficie total de alrededor de 109 884 kilómetros cuadrados, aproximadamente 10 988 400 hectáreas cuadradas, solo una fracción de esta área es adecuada para la agricultura. Hay que destacar que 3 500 000 hectáreas se dedican al desarrollo forestal o están ocupadas por bosques secundarios y en menor medida de boscosidad primaria. Cuba cuenta con 6 300 000 hectáreas cultivables y/o potencialmente cultivables.

La mayoría de las tierras cultivables están ubicadas en las llanuras costeras, mientras que las áreas montañosas son menos propicias para la agricultura intensiva. Se considera que Cuba cuenta con 6 300 000 de hectáreas cultivables (Muriño Jorge – 30 de diciembre de 2020).

El Banco Mundial en su monitoreo nos dice que en 1961 Cuba tenía 1 450 000 hectáreas cultivadas, esa superficie aumentó con algunos momentos de pequeño decrecimiento relativo al año anterior, pero siempre en escala ascendente hasta el 2002 con 3 788 000 hectáreas, a partir de ese momento se constata un decrecimiento hasta el último año registrado, 2021 (último registro), con 2 908 600 hectáreas.

Sin embargo, incluso en las áreas aptas para el cultivo, la calidad del suelo es un problema importante. Se estima que un porcentaje significativo de suelos cubanos han sufrido procesos de erosión (40%, más otros 16% están propensos potencialmente a sumarse a los primeros), otros son salinos, se estima que un 14,9 de la superficie agrícola y el 9% del territorio nacional tiene afectaciones por la sal. Los suelos ácidos o compactados, afectan al 70% de las tierras cultivables, lo que dificulta el crecimiento de cultivos saludables y reduce la productividad agrícola.

En la actualidad el estado cubano, sus instituciones correspondientes y leyes impulsan la estrategia de lograr una agricultura sostenible. Pero no siempre fue así, las prácticas de producción durante el período colonial hispánico afectaron el 50% de los bosques y, por lo tanto, dejaron al descubierto los suelos, los latifundios en la época de dominación norteamericano afecto los suelos del país, quedando al concluir ese período únicamente un 14% de bosques.

Después del triunfo revolucionario de 1959 y la aplicación de la Reforma Agraria el 80% de la tierra pasó a manos del estado. El estado revolucionario en busca de aumentar la producción hizo un uso intensivo de la tierra, aplicando ampliamente la mecanización y la fertilización artificial. Lo cual profundizó el impacto negativo sobre los suelos.

La propiedad de la tierra en Cuba es un tema complejo. Después de la Revolución de 1959, gran parte de la tierra agrícola fue nacionalizada y se convirtió en propiedad del estado. Sin embargo, a lo largo de los años, se han implementado diversas formas de propiedad, incluida la propiedad estatal, cooperativas agrícolas y granjas privadas.

El derecho agrario cubano reconoce y regula diferentes formas de propiedad, agricultores pequeños, que son propietarios del 20% de la tierra, Cooperativas de Producción Agropecuarias (878 unidades, ONEI 2019), Cooperativas de Créditos y Servicios (2466, ONEI 2019), Unidades Básicas de Producción Cooperativa (1520 unidades, ONEI 2019). A pesar de estos cambios, persisten desafíos en términos de distribución de tierras y acceso a recursos para los agricultores.

El Estado en general es propietario del 80% de las tierras, pero ha entregado el 70% de las mismas en gestión en usufructo a cooperativas y campesinos individuales.

Además, una proporción significativa de tierras agrícolas permanece ociosa o subutilizada, lo que representa un desperdicio de recursos y una barrera para aumentar la producción de alimentos.

La baja productividad agrícola es otro desafío importante que enfrenta Cuba. La dependencia histórica de insumos importados y la falta de tecnología adecuada han contribuido a esta situación. Además, los problemas ambientales, como la salinización del suelo y la contaminación del agua, amenazan la sostenibilidad a largo plazo de la agricultura en la isla.

Sin una gestión adecuada de los recursos naturales y un enfoque renovado en prácticas agrícolas sostenibles, es probable que la productividad continúe siendo un problema en el futuro.

A pesar de los desafíos mencionados, existen oportunidades para mejorar la agricultura en Cuba. La adopción de prácticas agrícolas regenerativas y sostenibles podría ayudar a mejorar la calidad del suelo, aumentar la productividad y reducir la dependencia de insumos externos. Además, se necesitan inversiones significativas en infraestructura agrícola, tecnología y capacitación para modernizar el sector y hacerlo más competitivo a nivel internacional.

La política agraria desempeña un papel crucial en el desarrollo rural y la revitalización de las comunidades agrícolas en Cuba. Es necesario implementar políticas que fomenten la distribución equitativa de tierras, promuevan la inversión en agricultura sostenible y apoyen a los pequeños agricultores y cooperativas. Además, ante la creciente urbanización de la población, es importante crear incentivos para mantener a las personas en las zonas rurales y fomentar la creación de nuevas comunidades agrícolas prósperas.

Determinar el nivel necesario de inversiones en la agricultura cubana requiere un análisis detallado de las necesidades específicas del sector. Sin embargo, es evidente que se requiere un compromiso significativo tanto del gobierno como del sector privado para abordar los desafíos existentes y aprovechar las oportunidades de mejora. Esto podría implicar asignar una parte considerable del presupuesto estatal anual a la agricultura y establecer asociaciones público-privadas para financiar proyectos de desarrollo agrícola a largo plazo.

Las remesas, que son fondos enviados por familiares o amigos que viven en el extranjero a sus hogares en Cuba, generalmente se utilizan para cubrir necesidades básicas, mejorar el nivel de vida y apoyar el consumo doméstico.

El efecto de las remesas en la agricultura puede ser ambivalente. Por un lado, las remesas pueden proporcionar un apoyo financiero que permite a las familias cubanas invertir en la producción agrícola, comprar insumos, mejorar la infraestructura y modernizar las técnicas de cultivo. Esto podría potencialmente estimular la producción agrícola y contribuir al desarrollo económico rural.

Por otro lado, las remesas también pueden tener efectos negativos en la agricultura si desvían la atención y los recursos de las actividades productivas hacia el consumo y el sector de servicios. En algunos casos, las personas que reciben remesas pueden optar por abandonar la agricultura en busca de oportunidades económicas alternativas en áreas urbanas o en sectores no agrícolas. Esto podría conducir a una disminución de la mano de obra agrícola y afectar la producción de alimentos a nivel local.

Es importante tener en cuenta que el impacto de las remesas en la agricultura depende de una variedad de factores, incluida la situación económica y social de Cuba, las políticas gubernamentales, la estructura agraria y la disponibilidad de oportunidades de empleo fuera del sector agrícola. Además, el papel de las remesas en la economía agrícola puede variar según las características específicas de cada región y comunidad.

En resumen, si bien las remesas familiares pueden influir en la actividad agrícola, su impacto no es necesariamente una causa directa de la (des)estimulación productiva agrícola. Más bien, su efecto depende de cómo se utilicen y de otros factores económicos, sociales y políticos que influyen en la agricultura y la economía en general.

Por ello, es necesario promover una cultura inversionista en lugar de una cultura puramente consumista puede ser beneficioso para el desarrollo económico sostenible, especialmente en contextos donde la agricultura y otros sectores productivos son fundamentales. Una cultura inversionista fomenta la canalización de recursos hacia actividades productivas, como la agricultura, la industria y la innovación, en lugar de simplemente gastar en bienes de consumo.

En el caso de la agricultura, una cultura inversionista implicaría que las personas y las comunidades inviertan en mejorar la producción agrícola, modernizar las técnicas de cultivo, desarrollar infraestructura rural y fortalecer la cadena de valor agrícola. Esto puede incluir inversiones en tecnología agrícola, capacitación de agricultores, mejora de la calidad del suelo y del agua, diversificación de cultivos y acceso a mercados más amplios.

Fomentar una cultura inversionista en la agricultura también puede implicar políticas y programas gubernamentales que promuevan la inversión privada y pública en el sector agrícola, así como incentivos fiscales y financiamiento accesible para los agricultores y las empresas agrícolas. Además, la educación y la sensibilización sobre la importancia de la inversión en la agricultura y el desarrollo rural pueden desempeñar un papel clave en el cambio de actitudes hacia una mentalidad más orientada hacia la inversión.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que promover una cultura inversionista no implica necesariamente desalentar el consumo. El consumo es importante para estimular la demanda y sostener la actividad económica en general. Más bien, se trata de encontrar un equilibrio entre el consumo y la inversión, de manera que se apoye el crecimiento económico a largo plazo y se asegure la sostenibilidad de los recursos naturales y la agricultura en particular.

En resumen, fomentar una cultura inversionista en lugar de una puramente consumista puede ser beneficioso para el desarrollo económico y la sostenibilidad en general, incluida la agricultura. Esto implica priorizar la inversión en actividades productivas y desarrollo de capacidades que impulsen el crecimiento económico y mejoren el bienestar de las comunidades rurales y el país en su conjunto.

En este marco, considero que los cubanos en el extranjero tienen varias opciones para invertir y potenciar la agricultura cubana, algunas de las cuales podrían incluir:

Inversiones directas: Los cubanos en el extranjero podrían realizar inversiones directas en proyectos agrícolas en Cuba. Esto podría implicar financiar la modernización de la infraestructura agrícola, la compra de maquinaria y equipos, y la implementación de prácticas agrícolas sostenibles.

Capital de Riesgo y Financiamiento: Podrían establecer fondos de capital de riesgo o proporcionar financiamiento a startups agrícolas y empresas emergentes en Cuba. Estos fondos podrían utilizarse para respaldar la investigación y el desarrollo agrícola, la tecnología aplicada a la agricultura y la innovación en la cadena de suministro de alimentos.

Inversión en Tecnología Agrícola: Los cubanos en el extranjero podrían invertir en empresas que desarrollen y proporcionen tecnología agrícola avanzada, como sistemas de riego eficientes, drones agrícolas, sensores de suelo y software de gestión agrícola. Estas tecnologías podrían ayudar a mejorar la productividad y la sostenibilidad de la agricultura en Cuba.

Desarrollo de Cadena de Valor: Podrían participar en la creación y fortalecimiento de cadenas de valor agrícolas en Cuba, desde la producción hasta la comercialización y distribución de productos agrícolas. Esto podría incluir la inversión en instalaciones de procesamiento de alimentos, centros de distribución y canales de comercialización.

Formación y Capacitación: Podrían contribuir al desarrollo de programas de formación y capacitación para agricultores cubanos, proporcionando acceso a recursos y conocimientos especializados en áreas como técnicas de cultivo, gestión agrícola, agricultura orgánica y agroecología.

Promoción del Turismo Agrícola: Podrían invertir en el desarrollo del turismo agrícola en Cuba, apoyando la creación de fincas agro turísticas, cooperativas de agricultores que ofrecen experiencias agrícolas auténticas y actividades relacionadas con la gastronomía local y la cultura agrícola cubana.

Inversión en Energías Renovables: Podrían invertir en proyectos de energías renovables para la agricultura, como la instalación de paneles solares en fincas, sistemas de biogás y energía eólica, que pueden ayudar a reducir los costos energéticos y hacer que la agricultura sea más sostenible.

Es importante tener en cuenta que cualquier inversión en la agricultura cubana debe realizarse en cumplimiento de las leyes y regulaciones cubanas, y en colaboración con socios locales. Además, es fundamental garantizar que las inversiones promuevan el desarrollo económico sostenible, la equidad social y el respeto al medio ambiente.

La dejadez de funcionarios estatales y la burocracia son problemas que pueden obstaculizar el desarrollo económico y social en cualquier país, incluido Cuba. Estos problemas pueden manifestarse de diversas formas y tener impactos negativos significativos en la agricultura y otros sectores económicos. Aquí hay algunas consideraciones sobre estos temas:

Falta de compromiso y responsabilidad: La dejadez de los funcionarios estatales puede deberse a una falta de compromiso con sus responsabilidades, lo que resulta en un bajo rendimiento en la implementación de políticas y programas destinados a mejorar la agricultura y otros sectores económicos. Esto puede afectar la eficiencia y eficacia de las iniciativas gubernamentales y reducir la confianza en las instituciones públicas.

Corrupción y nepotismo: La burocracia excesiva y los procedimientos complicados pueden crear oportunidades para la corrupción y el nepotismo, lo que impide el acceso equitativo a recursos y oportunidades en el sector agrícola. Esto puede desalentar la inversión y la participación en la agricultura, especialmente entre pequeños agricultores y empresas locales.

Lentitud en la toma de decisiones: La burocracia puede generar procesos administrativos largos y complejos que dificultan la toma de decisiones rápidas y eficientes. Esto puede retrasar la implementación de proyectos agrícolas importantes y obstaculizar la capacidad de respuesta a las necesidades cambiantes del sector agrícola.

Falta de transparencia y rendición de cuentas: La falta de transparencia en los procesos administrativos y la rendición de cuentas pueden permitir la perpetuación de prácticas negligentes y malas gestiones por parte de los funcionarios estatales. Esto puede minar la confianza pública en las instituciones gubernamentales y socavar los esfuerzos para mejorar la agricultura y otros sectores económicos.

Desincentivo para la innovación y el emprendimiento: La burocracia excesiva puede desalentar la innovación y el espíritu emprendedor en el sector agrícola al imponer barreras administrativas y regulaciones onerosas. Esto puede limitar el desarrollo de nuevas ideas y tecnologías que podrían mejorar la productividad y la sostenibilidad en la agricultura.

Para abordar estos problemas, es crucial implementar reformas administrativas que simplifiquen los procesos burocráticos, promuevan la transparencia y la rendición de cuentas, y fomenten un ambiente propicio para la inversión y el desarrollo empresarial en la agricultura. Además, se necesitan medidas efectivas para combatir la corrupción y mejorar la capacitación y supervisión de los funcionarios estatales para garantizar un desempeño ético y eficiente en el servicio público.

En conclusión, la agricultura en Cuba enfrenta una serie de desafíos que requieren una acción urgente y coordinada, tanto de los actores dentro del país, como de los cubanos establecidos en el extranjero. Sin embargo, también existen oportunidades significativas para mejorar la productividad, la sostenibilidad y el desarrollo rural en la isla. Con el compromiso adecuado de todas las partes interesadas y la implementación de políticas y prácticas agrícolas innovadoras, Cuba puede lograr un futuro más próspero y sostenible para su sector agrícola y su población en general.

Notas:

2) La salinidad del suelo afecta la productividad de los cultivos en todo el planeta y también compromete la permanencia de la vegetación en los ecosistemas naturales, aspectos que tendrán mayor impacto de acuerdo con los escenarios ambientales propuestos por el cambio climático.
 

1) El autor no pudo encontrar datos más frescos sobre la situación agrícola. 

Referencias:

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